Ser madre por primera vez a partir de los 35 años aumenta el riesgo de padecer cáncer de mama, mientras que la lactancia actúa como factor protector y la leche materna podría permitir detectar el tumor incluso antes de que aparezca en las pruebas de imagen. Son algunas de las líneas que investigan científicos de la Fundación Instituto de Investigación Sanitaria Islas Baleares (IdISBa) y del Hospital Universitario Son Espases, que trabajan mejorar el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad oncológica más frecuente entre las mujeres.
«Una de cada ocho mujeres lo tendrá; curamos mucho, pero sigue siendo la primera causa de muerte por cáncer en la mujer«, explica la oncóloga Antònia Perelló, coordinadora de la Unidad de Mama de Son Espases. Su grupo forma parte de un equipo que investiga cómo afinar los diagnósticos y ajustar los tratamientos a cada paciente. «El objetivo es avanzar hacia una medicina más individualizada, que tenga en cuenta las características biológicas y personales de cada mujer», añade.
Una de las líneas más destacadas se centra en comprender cómo influyen el embarazo, la lactancia y el posparto en los tumores de mama diagnosticados en mujeres jóvenes. Los datos clínicos ya muestran que cuando el cáncer se detecta en los cinco años posteriores al parto, el pronóstico puede ser peor. «Queremos entender el porqué a nivel molecular», explica la investigadora del IdISBa Myriam Sansó, responsable del grupo de Oncogenómica Funcional.
Para eso, su equipo ha creado junto a Son Espases y el hospital Vall d’Hebron una cohorte de pacientes que permite cruzar la información biológica del tumor con datos como la edad del primer hijo, la duración de la lactancia o el momento en que esta se interrumpe. Una de las hipótesis es que los cambios que experimenta la mama después del embarazo, el proceso llamado «involución«, podrían aumentar la agresividad del tumor si ya existía una lesión no diagnosticada.
Ser madre joven, un factor protector
Sansó y Perelló recuerdan que la lactancia siempre protege frente al cáncer de mama, pero que el embarazo no tiene el mismo efecto a todas las edades. «Ser madre joven es un factor protector, pero si el primer hijo llega después de los 35 años el riesgo aumenta a lo largo de la vida», resume Sansó. En España, la media del primer hijo ronda los 33 años, lo que podría explicar en parte el aumento de casos en mujeres más jóvenes.
A partir de un trabajo iniciado en Vall d’Hebron, el grupo también colabora en un proyecto para estudiar la leche materna como método de detección precoz. En 2023 se publicó una prueba de concepto que demostró que en algunos casos era posible identificar señales del tumor en la leche hasta 18 meses antes de que se observaran mediante ecografía o mamografía. «La leche está en contacto directo con el tejido mamario y puede contener restos de ADN tumoral», explica Sansó.
El método, que se investiga en mujeres con alto riesgo genético, no se utiliza todavía en la práctica clínica. Para validarlo, se está ampliando el estudio a unas 5.000 muestras recogidas en varios hospitales de toda España. Si se confirma su fiabilidad, podría convertirse en una herramienta de detección temprana para grupos seleccionados de pacientes, como las portadoras de mutaciones BRCA.
La inmunoterapia en el cáncer de mama triple negativo
Otra de las líneas de investigación se desarrolla en el laboratorio de Epigenética del Cáncer del IdISBa, que dirige Diego Marzese. Su equipo estudia el subtipo de cáncer de mama triple negativo, que afecta sobre todo a mujeres jóvenes y que hasta hace poco carecía de tratamientos específicos. Aunque la inmunoterapia ha supuesto un avance importante, alrededor del 45% de las pacientes no responden bien al tratamiento. Los investigadores han identificado diferencias moleculares entre las que responden y las que no. «Hemos visto que no todos los tumores triple negativo son iguales; las pacientes con baja expresión del marcador HER2 tienden a evadir mejor al sistema inmunitario y responden peor a la inmunoterapia», explica Marzese. Este hallazgo permitiría ajustar los tratamientos y evitar aplicar terapias muy costosas e ineficaces a quienes no van a beneficiarse.
El grupo también ha observado diferencias en la evolución de la enfermedad relacionadas con la obesidad. En un estudio conjunto con la Universidad de Los Ángeles, compararon tumores de mujeres con peso normal y con obesidad, y encontraron que en estas últimas el tejido que rodea al tumor presentaba una mayor actividad de proliferación celular. «El microambiente de una mama obesa puede favorecer el crecimiento del tumor, y a diferencia de las mutaciones genéticas, ese entorno se puede modificar con hábitos saludables», añade el investigador.
Una medicina más precisa
Todos estos trabajos comparten una idea: entender mejor la biología del cáncer de mama para ofrecer una medicina más precisa y adaptada a cada paciente. En el futuro, los resultados podrían traducirse en nuevas guías de seguimiento, cribados más personalizados y tratamientos ajustados a las características de cada tumor.
«Dar el pecho protege, ser madre joven protege, y si el embarazo llega más tarde, simplemente hay que conocerlo y tener un seguimiento más cuidadoso», resume Sansó. En España se diagnostican unas 35.000 mujeres al año, y aunque la supervivencia es alta (el 85% supera los cinco años) hasta un 30% puede recaer. Por eso, el trabajo que se realiza desde las islas, en colaboración con hospitales nacionales e internacionales, busca seguir reduciendo esa cifra. El objetivo, dicen los tres investigadores, es diagnosticar mejor, tratar mejor y aumentar las posibilidades de supervivencia de cada mujer.
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