En el pasaporte de Mohammad al Sdoudi, hay sellos de todos los países. Noruega, Sri Lanka, Tailandia, Austria, Pakistán, Qatar, Malasia, Nepal, Emiratos Árabes Unidos, Corea, y un abultado etcétera. A todos ellos, llegó con la bandera palestina bordada en el pecho y sus sueños de pequeño de la mano. Bajo sus botas pisaba un balón de fútbol. Pero, ahora, mientras trata de sobrevivir en medio de la “jungla” de la Franja de Gaza, no recuerda cuál fue el último día que se entregó al dulce placer de darle a la pelota. Los estadios han desaparecido al convertirse en campos de concentración del Ejército israelí, o en campamentos de refugiados para los decenas de miles de desplazados. En estos dos últimos años de brutal guerra, los ataques israelíes han matado a más de 800 atletas.
Pero esto no siempre ha sido así. “A través del fútbol, los gazatíes hemos podido ver el mundo exterior, trascender el entorno actual y el asedio que ha azotado Gaza durante los últimos veinte años”, constata al Sdoudi, sobre su vida anterior. Eso fue —y es— el fútbol para él. Antes del 7 de octubre de 2023, Mohammad al Sdoudi era futbolista del Services Beach Club en la Liga Premier de Gaza y de la selección nacional palestina. También era el capitán del equipo de fútbol playa palestino. “El fútbol lo es todo en mi vida”, reconoce a este diario en una interrumpida llamada telefónica desde el sur de la Franja. La mala conexión en el enclave provoca que la entrevista tenga que continuar a través de notas de voz.
Inventario de ausencias
“Con el fútbol, los palestinos creamos y desarrollamos un mensaje para servir a la patria y enaltecer el nombre de nuestro país en foros internacionales”, reconoce, con orgullo, enumerando todos aquellos países en los que logró defender a Palestina con sus piernas. “También es la única salida para mí, mis hijos y mi familia”, explica, a la vez que lamenta que, desde que empezó la guerra, no recibe ingresos. No hay balón. No hay trabajo. No hay dinero. No hay vida. “Para mí, no jugar a fútbol es una suspensión de la vida, de mi sustento, de ese sueño [infantil], una suspensión de la alegría de miles de personas viendo el fútbol, de dibujar sonrisas para los aficionados, una suspensión de representar a nuestra selección nacional en el extranjero, de la vida social entre los amigos que eran los jugadores en el club”, lista, en un inventario infinito de ausencias y dolores.
Entre ellas, destaca una reciente. La de su amigo y compañero, Suleiman al Obaid, “una de las estrellas más brillantes del fútbol palestino”, según dijo la Asociación Palestina de Fútbol (APF). A principios de agosto, este padre de cinco hijos estaba esperando ayuda humanitaria en un punto de distribución en el sur de la Franja para lograr alimentarlos. De aquel peligroso viaje no volvió. «Creo que este chico, si hubiera crecido en Catalunya, podría haber jugado fácilmente en el Barcelona; era una superestrella«, afirma con contundencia Muhanned Qafesha, un periodista deportivo que comentaba los partidos de fútbol de la liga palestina hasta hace casi dos años. «Nunca había visto a un jugador con tanto talento», reconoce.
«Lo mató un francotirador israelí mientras intentaba llevar comida a su familia desde una supuesta zona humanitaria», explica. Como él, muchísimos otros. La APF ha registrado los asesinatos de al menos 808 deportistas en Gaza durante los primeros 22 meses de ofensiva israelí. Entre ellos, hay 421 jugadores de fútbol. Casi la mitad de ellos son niños. Mohammad tiene dos hijos, Ahmed, de 11, y Tamim, de cinco. Con su primogénito, comparte esta pasión por el fútbol.
“Mi casa fue bombardeada, y, entre lo único que pudimos sacar de la habitación de los niños después de rescatarlos de entre los escombros, fueron sus camisetas del Barça”, cuenta este padre orgulloso. La familia al Sdoudi orbita alrededor del fútbol. Cuando el internet llega, aunque sea por pocos segundos, Mohammad, Ahmed y Tamim se entregan a las noticias deportivas internacionales. “Especialmente las del Barcelona, porque los niños están muy apegados a este club y a Gabi, Pedri, Lamine Yamal, hasta se saben el nombre del presidente, el mismísimo Laporta, y me piden que les enseñe en Youtube vídeos de jugadores como Puyol o Ronaldinho”, explica, celebrando que “el deporte siempre conecta a las personas, incluso a pesar de la distancia geográfica”.
Liga parada
Esta pasión por el fútbol no es exclusiva de la familia al Sdoudi. “Es el deporte más popular en Palestina, el más extendido y jugado, abarcando desde aficionados y niños que juegan en las calles hasta jugadores en clubes y representantes de la selección nacional”, explica Dima Said, portavoz de la Asociación de Fútbol Palestina. «Cuando la selección nacional palestina llega a competiciones internacionales o continentales, nuestra historia [de cara al mundo] se cuenta a través del fútbol«, reconoce Qafesha. «En Palestina, el fútbol se usa para unir a la comunidad, para transmitir el mensaje de los palestinos, y también para que los jóvenes expresen la presión que sienten viviendo bajo la ocupación israelí», cuenta a este diario desde Hebrón, una ciudad en la Cisjordania ocupada, donde los colonos israelíes han instalado asentamientos ilegales en su centro histórico.
Pese a su popularidad, el fútbol lleva parado desde el 7 de octubre de 2023. El brutal ataque de Hamás, que mató a 1.139 israelíes, desató la más feroz de las ofensivas militares israelíes hasta la fecha. Más de 67.938 palestinos han muerto y casi 170.169 han resultado heridos. Eso significa que uno de cada 33 ciudadanos de la Franja han sido asesinados a lo largo de estos dos años, y uno de cada 14 ha resultado herido. “Los atletas viven bajo un trauma constante mientras ven a su gente sufrir un genocidio día a día”, reconoce Said a EL PERIÓDICO.
Más allá de las pérdidas humanas —“atletas, entrenadores, árbitros, funcionarios deportivos”—, no hay espacio para practicar deporte. “En Gaza, el 100% de la infraestructura ha sido atacada: estadios, clubes, gimnasios e instalaciones han sido bombardeados o demolidos”, denuncia Said. Incluso, la sede de la APF ha sido alcanzada por los ataques israelíes. “Algunos campos de entrenamiento se han utilizado como campos de concentración para atacar y humillar a los palestinos”, añade. “Además, en la Cisjordania ocupada, los deportistas se enfrentan a las restricciones de movimientos entre ciudades, las denegaciones de permisos para viajar, y las constantes incursiones militares”, subraya Said.
La familia de Mohammad al Sdoudi, con su mujer Reem y sus hijos Ahmed y Tamim, en Gaza. / Cortesía de Mohammad al Sdoudi.
Desde el 7 de octubre de 2023, la liga de fútbol palestina está suspendida. «Todo esto dificulta mucho la práctica de cualquier deporte en Palestina; por eso, muchos de nuestros futbolistas que jugaban en la liga aquí tuvieron que mudarse para jugar fuera del país«, reconoce Qafesha. Acostumbrado a cubrir partidos de fútbol alrededor de los territorios palestinos ocupados, este joven ve como el deporte y, por lo tanto, la vida se detiene. «La aparición de más de mil puestos de control en la Cisjordania ocupada hace que ir de una ciudad a otra que esté a 10 kilómetros te lleve todo el día«, lamenta. Hace dos años que no comenta ningún partido.
Silencio del fútbol internacional
Sin embargo, al otro lado de las fortificadas fronteras palestinas, las instituciones deportivas internacionales siguen calladas. “La palabra decepción se queda corta”, constata Said. “La FIFA, las confederaciones y otros grandes clubes o ligas han reaccionado con lentitud o con retraso” a lo que le está ocurriendo a los atletas palestinos, añade. “En casos como la invasión de Ucrania por parte de Rusia o el racismo, incluso en el fútbol, la comunidad futbolística mundial siempre se moviliza con rapidez con sanciones, gestos de solidaridad y campañas de concienciación, pero en Palestina, a pesar de la muerte de cientos de atletas, la destrucción de estadios y la suspensión de ligas enteras, no ha habido una movilización comparable”, denuncia la portavoz de la asociación.
“El silencio no es neutral, normaliza las violaciones y deja a los atletas desprotegidos”
“El silencio no es neutral, normaliza las violaciones y deja a los atletas desprotegidos”, señala Said, a la vez que critica la “política de doble rasero que socava el principio de universalidad y la igualdad sobre la que se basan la FIFA y la Carta Olímpica”. En la Franja de Gaza, este silencio es ensordecedor. Mientras le habla al teléfono con la esperanza de un cambio, los bombardeos que suenan de fondo no detienen el discurso de Mohammad al Sdoudi. “Me gustaría pedir un favor a todos los atletas del mundo, de España y, en particular, a los del Barcelona: necesitamos que nos apoyen por todos los medios para que podamos sobrevivir”, afirma. Al Sdoudi fantasea con una vida futura en Barcelona “o en cualquier lugar seguro del mundo para continuar la educación de mis hijos allí”. “Tienen derecho a jugar al fútbol”, defiende, a la vez que enumera todas las capacidades mentales y atléticas de su primogénito.
“Me gustaría pedir un favor a todos los atletas del mundo, de España y, en particular, a los del Barcelona: necesitamos que nos apoyen por todos los medios para que podamos sobrevivir”
La familia al Sdoudi ha logrado escapar al sur de Gaza, pero allí tampoco la seguridad está garantizada. A través de un grupo de españoles concienciados con la causa, tratan de recaudar dinero para sacar a sus amigos y familiares del corazón de Ciudad de Gaza, donde el Ejército israelí centró todas sus tropas provocando decenas de muertos diarios antes del alto el fuego iniciado esta semana. En paralelo, tratan de crear una escuela, capitaneada por Reem, la esposa de Mohammad que es profesora, para ayudar a los niños a distraerse de la guerra y proveerles de un poco de comida. “Evidentemente, en la escuela, se enseñará fútbol, porque este deporte sostiene la paz y puede ser para los niños una escuela de vida”, defiende con la pasión que el fútbol despierta en el pueblo palestino.
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