«Se necesitan dos para un bailar un tango». Al menos, eso dice la expresión de una danza que, desde sus orígenes en el Río de la Plata a finales del siglo XIX, se caracteriza por su profunda carga emocional con la que mostrar pasiones y sentimientos. Y ese es precisamente el ritmo que han adoptado Estados Unidos y China con una guerra comercial en la que los mercados bailan al son de sus respectivas amenazas… que también se interpretan como oportunidades.
«Cada turbulencia comercial estos días parece traer consigo un TACO -Tariff-Associated Correction Opportunity, oportunidad de corrección asociada a aranceles (mi nuevo término)- un ritmo ya familiar en el que las ventas por pánico se desvanecen en compras en las caídas una vez que los titulares empiezan a calmarse», afirma Sthephen Innes, socio director de SPI Asset Management.
De hecho, tras el último órdago de Donald Trump de imponer un «arancel del 100%» a los productos chinos exportados al país americano en represalia a la decisión de Pekín de imponer controles más estrictos a la exportación de tierras raras, y que provocó una fuerte e inesperada corrección, el mandatario estadounidense ha moderado su retórica para decir que «todo estará bien» y que «¡Estados Unidos quiere ayudar a China, no perjudicarla!«.
«El mundo ha aprendido a protegerse de la imprevisibilidad de Washington. El mapa comercial de China se extiende ahora como una telaraña por el Sur Global, y cada nueva conexión atenúa aún más el impacto de los aranceles estadounidenses», agrega Innes, quien destaca que Pekín está construyendo puentes comerciales más rápido de lo que Washington puede levantar «muros arancelarios, y cada nueva barrera parece perjudicar más a los consumidores, importadores y cadenas de suministro estadounidenses que al diversificado motor exportador de China».
Es más, el estratega remarca que «los socios importadores de Pekín ahora parecen un ‘Quién es Quién’ del mundo no estadounidense: Europa, Japón, Corea del Sur, Latinoamérica, África. La participación de Estados Unidos en el comercio total de China continúa disminuyendo, no por el colapso, sino porque el resto del mundo ha llenado el vacío. China ha aprendido a globalizarse sin Estados Unidos: una versión geopolítica de la ‘desacoplación por adaptación'».
Por ello, estima que los verdaderos ganadores son quienes han aprendido a bailar al ritmo: disipar el miedo, conservar el oro y vigilar los puentes de Pekín.
Así, para Innes, mientras los titulares gritan «Guerra Comercial 2.0», los datos susurran «Globalización 3.1». «La maquinaria exportadora china ha evolucionado de un solo motor a un avión multimotor: un motor puede fallar (EEUU), pero los demás mantienen el avión en el aire. Y mientras los pilotos en Pekín recalibran discretamente la altitud y la velocidad, los mercados empiezan a comprender que los aranceles ya no son amenazas existenciales; son solo vientos en contra en un avión bien construido«.
¿PERSISTEN LOS RIESGOS DE ESCALADA?
Con todo, nunca se debe descartar la posibilidad de turbulencias. Trump ha amagado con no reunirse con su homólogo chino, Xi Jinping, en la cumbre de la APEC que se celebrará en la ciudad surcoreana de Gyeongju del 31 de octubre al 1 de noviembre de 2025.
«Un enfrentamiento entre Trump y Xi en la APEC podría inyectar nueva volatilidad, y los expertos en algoritmos se apresurarán a usar cualquier titular de ‘error de cálculo’ como arma para generar aversión al riesgo en los precios», subraya Innes.
En este sentido, para Nannette Hechler-Fayd’herbe, jefa de estrategia de inversión, sostenibilidad e investigación, CIO EMEA de Lombard Odier, «el cambio en las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China no debe subestimarse, pero podría considerarse un preludio a las negociaciones sobre la extensión de los aranceles actuales más allá de la fecha límite del 10 de noviembre».
Asimismo, desde la gestora todavía ven posible un acuerdo sobre la exportación de productos estadounidenses de alta tecnología a China a cambio de tierras raras refinadas chinas y sus exportaciones relacionadas a Estados Unidos.
«Por lo tanto, esperamos que ambas naciones lleguen a un acuerdo antes del 1 de noviembre. Ambas economías siguen siendo interdependientes y ninguna puede alcanzar sus objetivos de crecimiento interno sin la otra. Sin embargo, prevemos que estos aranceles adicionales de Estados Unidos sobre los productos chinos se aplicarán durante varias semanas, lo que generará una escasez temporal», comenta Hechler-Fayd’herbe.
No obstante, deja claro que el riesgo es que ambas partes no lleguen a un acuerdo y que la situación se agrave, «con implicaciones para la economía mundial y los mercados financieros. De ocurrir esto, podría afectar de forma más fundamental las perspectivas de inversión para 2026».
OPTIMISMO CON CHINA
Con este telón de fondo, y ante la expectativa de que EEUU y China encuentren finalmente un terreno común para limitar las repercusiones en las bolsas, Elizabeth Kwik, directora de inversiones en renta variable asiática de Aberdeen Investments, muestra optimismo con las acciones chinas a largo plazo.
«Este año los mercados continentales han tenido un rendimiento excepcional, superando tanto a los estadounidenses como a los principales mercados asiáticos. La presión externa podría impulsar más estímulos internos, lo cual es clave para dar un giro a la economía. Las recientes políticas anti-involución del Gobierno demuestran que se toma en serio la protección del crecimiento económico».
Desde el punto de vista estructural, las señales siguen siendo favorables. «Las valoraciones están por debajo de su media de cinco años, el ahorro de los hogares es elevado en relación con la capitalización bursátil y la financiación de márgenes se mantiene dentro de los límites históricos.
Si a esto le sumamos algunos potentes factores temáticos locales -la inteligencia artificial, los semiconductores, la robótica/los humanoides y el almacenamiento de energía renovable-, las perspectivas a largo plazo para China siguen siendo muy atractivas«, concluye Kwik.