Emilio Larraz es un tipo normal, con la dosis de anormalidad que eso supone en el fútbol actual. Es lo que tiene haber dedicado toda su carrera al fútbol formativo primero y al modesto después, siempre a las puertas de las competiciones profesionales a pesar de que su hoja de servicios (más de mil partidos, numerosos ascensos y solo dos destituciones en casi 30 años de servicio) pregona a los cuatro vientos que bien pudo merecer la oportunidad mucho antes que ahora, a sus 57 años.
De trato directo y cercano con el futbolista y firme defensor de los buenos grupos como herramienta indispensable, el nuevo entrenador del primer equipo es uno de los mejores de la comunidad. A los 23 años ejercía ya en el primer equipo del Stadium Casablanca y trasladó su precocidad muy pronto más allá del fútbol formativo, con estancias en el Principado de Andorra y el Racing de Ferrol y numerosos clubs aragoneses. Nunca le faltaron ofertas, de hecho, acumula 28 años en los banquillos de forma ininterrumpida.
En el campo, Larraz exhibe un fútbol correcto, más eficaz que brillante y desprovisto de artificios. Su experiencia le lleva a adaptarse a lo que tiene, si bien suele recurrir al 4-4-2 como sistema de cabecera, aunque este curso está utilizando más el 4-3-3 que diseñó, por ejemplo, el sábado ante el Alfaro. No es Larraz amigo de rigideces o corsés, pero sus equipos se construyen sobre la seguridad y el equilibrio, eso sí. De atrás hacia delante, pero con amplio margen para la creatividad cuando y donde toca.
No es Larraz amigo de rigideces o corsés, pero sus equipos se construyen sobre la seguridad y el equilibrio, eso sí. De atrás hacia delante, pero con amplio margen para la creatividad cuando y donde toca
El técnico zaragozano posee el liderazgo y experiencia que requiere una situación tan difícil como la actual, pero, experto detector de talento, no dudará en conceder la titularidad al que muestre desparpajo y, sobre todo, valentía. Ahí es donde emerge la figura de Hugo Pinilla, al que considera uno de los mejores futbolistas que han estado a sus órdenes. En el Aragón, donde Saidu adquirió galones de capitán general, no ha dudado en envolver en protagonismo a Gomes (17 años) o Franco (18).
Larraz es, sobre todo, un hombre de club. Pero también un firme defensor de la cantera como base sólida de un proyecto y del entrenador como el mejor ayudante del canterano para que este conozca la profesión. Entre sus anhelos figura convertir al filial en uno de los mejores de España porque, sostiene, la Ciudad Deportiva tiene capacidad para ello.
De cuna
Zaragocista hasta la médula, el técnico entiende el juego a través de la pelota, sobre la que debe organizarse el equipo. Cuando no se tiene claro cómo llegar al rival, la directriz está clara: sumar pases para encontrar esa organización pretendida, claro está, si dispone de futbolistas capaces para ello. En caso contrario, toca tirar de plan alternativo.
Entre sus anhelos figura convertir al filial en uno de los mejores de España porque, sostiene, la Ciudad Deportiva tiene capacidad para ello
A Larraz le encanta jugar por fuera, a toda velocidad. Con extremos a pie natural, a ser posible, o con laterales profundos (incluso sobre un rombo) si la plantilla, como puede ser el caso, dispone de más extremos de fuera adentro. En ese escenario, la recuperación de Valery se antoja clave para el ideario del entrenador, que define el guion de un partido sobre un estilo propio más que en función del rival y cuyo conocimiento del juego le permite destacar en la lectura de los partidos. Larraz sabe en todo momento qué está pasando y, sobre todo, por qué.
Le encanta jugar por fuera, a toda velocidad. Con extremos a pie natural, a ser posible, o con laterales profundos (incluso sobre un rombo) si la plantilla, como puede ser el caso, dispone de más extremos de fuera adentro
Larraz va de frente. Con la plantilla y con sus jefes. Habla a la cara y mirando a los ojos para decir tanto lo bueno como lo malo. No le sobra nadie y se empeña en contar con la implicación de todos, pero no duda en ser implacable ante la toxicidad o la indisciplina.
Como es natural, no le dará la vuelta al equipo como a un calcetín ante la Leonesa, pero sí hará cambios. Algunos obligados (den por segura la presencia de Saidu en el medio y, seguramente, el regreso de Juan Sebastián al lateral derecho) pero no es probable que toque la portería, por ejemplo, al menos de primeras. Su obsesión es que su Zaragoza sea reconocible, pero, sobre todo, que deje de ser un equipo perdedor y salir de esta porque, aseguran desde su entorno, está absolutamente convencido de que su Zaragoza saldrá de esta.