Desesperado por la situación de su padre en la cárcel, Ferit ha ido a enfrentarse a su abuelo, incapaz de entender por qué no hace nada por él. “Es mi padre. ¡Mi padre! ¿Y si le pasa algo?”, le ha gritado, roto de dolor.
Pero la respuesta de Halis ha sido tan fría como un témpano. Le ha ordenado olvidarse del tema y centrarse en la nueva marca de joyería que acaba de poner en sus manos. “Aíslate del mundo. Concéntrate solo en eso”, le ha exigido.
Ferit, más lúcido que nunca, no ha caído en la trampa. Le ha echado en cara sus métodos y le ha acusado de querer manipularlo con regalos, como hacía cuando era niño. “¿Qué quieres de mí ahora, abuelo? ¿Que olvide a mi padre? ¿Que deje que lo destruyan?”, le ha dicho.
Halis, implacable, le ha dado la lección más cruel de los Korhan: “Quiero que siempre antepongas tu trabajo a todo, pase lo que pase… como he hecho yo”. Ferit se ha quedado paralizado, cargando sobre sus hombros el peso del apellido. Ahora tiene ante sí una elección imposible: obedecer a su abuelo y convertirse en un verdadero Korhan o seguir a su corazón y arriesgarlo todo por salvar a su padre.