La directora francesa Julia Ducournau regresa al festival de Sitges, en el que concursó (y ganó varios premios, incluyendo el de mejor dirección novel) hace nueve años con la reveladora ‘Crudo’, convertida en una de las firmas más importantes y discutidas del cine europeo actual. Tras obtener la Palma de Oro en Cannes en 2021 con ‘Titane’, su retrato de una asesina en serie embarazada de un coche, sabía que su siguiente proyecto iba a ser examinado escrupulosamente (o sin escrúpulos) por los mismos críticos que poco antes la habían encumbrado. Ella tomó el camino de la sinceridad emocional y propuso una renovación estética del terror corporal, pero nada de esto impidió que la interesante ‘Alpha’ (inauguración de Sitges 2025; en salas comerciales desde el 21 de noviembre) recibiera algunas críticas furibundas bastante injustas a su paso por el último Cannes. Como de costumbre, el tiempo colocará todo en su lugar, y no premiará los extremismos.
Epidemia sobrenatural
En lo que parecen los 90, la adolescente titular (excelente Mélissa Boros) llega a casa de una fiesta con un tatuaje hecho con una aguja usada. Su madre doctora (Golshifteh Farahani) teme que pueda haberse contagiado de un virus que transforma lenta y dolorosamente a las personas en estatuas de mármol. Uno de los afectados es Amin (físicamente consumido Tahar Raim), tío drogadicto de Alpha, que acaba de encontrar refugio en casa de su hermana.
Tan solo el rumor de la posibilidad convierte a Alpha en una paria social en su instituto. Es decir, el primer síntoma del virus es el rechazo. «Para mí, la enfermedad que se propaga en la película es el miedo», explica Ducournau a EL PERIÓDICO. «Disecciono cómo funciona el miedo, su forma de generar rechazo y odio, algo que en este momento estamos sufriendo. De hecho, el mundo actual ha alimentado mi forma de describir el miedo en el filme».
Pero este drama de terror poético y esquivo, de alternancia entre tiempos a veces algo confusa, tiene base sobre todo en los recuerdos personales de Ducournau de la epidemia de VIH durante los 80 y 90. «El modo en que se humilla a Alpha es el modo en que el mundo entero humilló a los infectados. Se los abandonaba, se los aislaba y se los humillaba. Ya es doloroso ver cómo sufre esta chica en una película de ficción. Pero es peor aún imaginar que esto pasó realmente y que le sucedió a miles y miles de personas y familias en aquellos días».
‘Alpha’ haría buen programa doble con ‘Romería’, de Carla Simón, como Ducournau no duda en reconocer. «Creo que Simón y yo compartimos la misma rabia y el mismo dolor por lo que pasó en los 90 y el estigma asociado todavía hoy al VIH, a pesar de que, gracias a Dios, se ha encontrado medicación para que la gente infectada pueda tener vidas satisfactorias».
100% Ducournau
Nuestra entrevistada observa ‘Crudo’, ‘Titane’ y ‘Alpha’ como una especie de tríptico en el que vuelve una y otra vez sobre figuras, temas o perspectivas similares. Y, a la vez, en las dos últimas se ha preocupado por romper de algún modo con lo anterior. Aquí el choque del terror corporal está teñido de una extraña belleza: «No quería que la gente se sintiera repelida por los enfermos. Eso me habría parecido horrendo. Escogí el mármol porque es un material muy noble, que se usa para reproducir a santos en catedrales e iglesias. Para mí era una forma de elevar a esa categoría a los pacientes que fueron tratados como parias por la sociedad. Creo que la idea era construir un monumento a los que perdimos y darles la dignidad que la sociedad les negó en el momento«.
Cierta memorable escena de biopsia evoca los sentimientos simultáneos de pánico y tristeza de ‘La mosca’, de David Cronenberg, autor que forma parte del ADN de Ducournau. «Es alguien que está presente en mi día a día, que me hizo sentir menos sola en mi forma de ver el mundo en un momento tan importante como la adolescencia. ‘La mosca’ es una película increíble sobre la pérdida de alguien, una obra conmovedora que rechazo etiquetar como ‘body horror’. Lo rechazo por completo».
Jornada de precalentamiento
La 58ª edición del festival de Sitges tuvo como pistoletazo de salida la inauguración de la escultura Kong, creación en piedra caliza de Antoni Parera Buxeres, de unos tres metros de altura, destinada a convertirse en punto de reunión para festivaleros y habitantes y turistas de Sitges en general. Encontrarán al depurado simio en la intersección de las calles Ramon Planes y Punta de les Mabres, entre el Hotel Meliá y la playa de Sant Sebastià.
El ambiente era tranquilo este jueves dentro y en las inmediaciones del Meliá, sede principal del festival, pero la calma no durará. Aquí y en el pueblo van a pasar muchas cosas. Para ser precisos, 252 largometrajes, 143 cortos, 28.841 minutos de metraje en total, defendidos por 604 invitados en 14 ruedas de prensa y 19 encuentros con fans y periodistas, según datos ofrecidos por la organización.
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