una espectacular noche de rock, lucha y poesía en el ópera

Había un ambiente distinto en el Teatro Real: más camisetas y vaqueros estrechos de lo habitual, más melenas en las cabezas de ellos y bisutería en los cuellos de ellas, más desarreglo en general del que se suele ver en las funciones de ópera, al menos en el patio de butacas y los primeros pisos. Y no es que la estrella de la noche no mereciera los mismos honores, más incluso, que las grandes divas de la lírica. Simplemente, el ‘dress code’ era distinto. No todos los días se ve a un icono, a un nombre fundamental de la historia de la música, o del arte con mayúsculas, como Patti Smith, la primera mujer que consiguió hacerse respetar entre los hombres del rock y la que casi se inventó todo un género musical, el punk, sin siquiera saberlo. Un público intergeneracional, los que fueron modernos en los 80, en los primeros 2000s y ahora, se hacía selfies con el sobrio escenario de fondo para recordar, algún día, que a Smith se la vio celebrando en directo el cumpleaños del más célebre de sus hijos, un álbum tan endiabladamente mítico como ‘Horses’.

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