Cuando, a mediados de los noventa, a los amantes de las telecomedias se nos obligaba a elegir entre ‘Seinfeld’ y ‘Friends’, algunos nos preguntábamos: ¿acaso hay que elegir? Dicho de otro modo: era natural sentir las mismas simpatías por un neurótico como George Costanza y otro como Chandler Bing, aunque el segundo fuera odiosamente joven, atractivo y carismático.
Matthew Perry surgió de la casi nada (roles episódicos en ‘Los problemas crecen’, ‘Sensación de vivir’ o ‘Sigue soñando’) y, de repente, cualquiera de sus leves titubeos como Chandler era todo lo que muchos necesitábamos para partirnos de risa. Supo elevar a alturas estratosféricas aquella mezcla de profunda inseguridad con implacable sarcasmo, esto último una simple coraza para lo primero. Su ‘timing’ cómico era siempre impecable.
Durante diez años, entre 1994 y 2004, la combinación de Perry/Chandler con el (aún más) atolondrado Joey de Matt LeBlanc, el (aún más) perdido Ross de David Schwimmer, la perfeccionista Monica de Courteney Cox, la impulsiva Rachel de Jennifer Aniston y la neo-hippie Phoebe de Lisa Kudrow funcionó a una explosiva perfección e insistió en poner muy alto el listón de risas garantizadas por capítulo en una telecomedia. Los actores eran conscientes de su poder e imposible popularidad; en la novena y décima temporadas llegaron a cobrar un millón de dólares por episodio.
Problemas de adicciones
Según explicó el propio Perry en su libro de 2022 ‘Amigos, amantes y aquello tan terrible’, memorias de sus problemas con alcohol y opioides, aquella novena temporada fue la única que rodó en un período de completa sobriedad. Empezó a beber con catorce años y a los veintiuno reconoció señales de alcoholismo. A finales de los noventa se enganchaba a la Vicodina tras consumirla para calmar los dolores por un accidente de moto de agua. En algunos momentos de su vida había caído en el consumo simultáneo de metadona, Xanax, cocaína y casi un litro entero de vodka al día. En 2019, cayó en coma durante varias semanas después que el colon le explotara por abuso de opioides.
Cuando escribió aquella autobiografía llevaba sobrio año y medio, después de gastarse siete millones de dólares en curas y programas de desintoxicación. Por el camino había perdido, según explicaba, la capacidad para disfrutar en todos o casi todos los aspectos de su vida: esa anhedonia es un efecto secundario del Suboxone, medicamento utilizado para tratar la dependencia de narcóticos.
No solo Chandler
Acabada la serie que le dio fama interplanetaria, Perry no tuvo problemas para encontrar trabajo, pero sí nuevas series con la misma resonancia: ‘Studio 60’ (creación de Aaron Sorkin), ‘Mr. Sunshine’ y ‘Go on’ no duraron demasiado en antena, a pesar de su interés; algo más lo hizo el ‘remake’ de ‘La extraña pareja’, aunque tampoco lo mereciera del todo. También le vimos en ‘The good wife’, y más adelante ‘The good fight’, como el escurridizo abogado Mike Kresteva.
En el apartado cinematográfico, logró vender entradas con ‘Falsas apariencias’ o, sobre todo, ’17 otra vez’, en la que era ese tipo de 37 años que despertaba un día en su yo adolescente, con la cara de Zac Efron. En teatro, escribió y protagonizó una obra, ‘The end of longing’, inagurada en el West End londinense y trasladada después sin gran éxito al Off-Broadway.
La última vez que le vimos en pantalla fue en el especial televisivo con el que los actores de ‘Friends’ se juntaron en una misma habitación solo por segunda vez desde 2004. Lugar de reunión icónico: el plató donde se rodó la serie, el Stage 24 del estudio de Warner Bros. en Burbank (California). Algunos de sus viejos compañeros parecían emocionarse con la situación, pero no tanto un Perry algo ausente. Recordémosle mejor como el alma de esa fiesta llamada ‘Friends’.