Todos cuentan que Marc Márquez Alentà era tan buen niño como extraordinario piloto. Solo pensaba en ganar, en ser el más rápido en cualquier condición. «Tenía una capacidad de entendimiento de todo lo que le explicabas y pedías que lo hacía al segundo. Era asimilar, entenderlo, recordarlo, aplicarlo y ya se quedaba en su cabeza para siempre», recuerda Guim Roda, que me muestra el video en el que el pequeño Marc, con 9 años, le enseña a Tito Rabat, de 13, cómo trazar una curva en el circuito de karting de Vic, en Osona. «El truco para que esas motitos corrieran era acertar con los desarrollos de las marchas y, en eso, Marceran también un perfeccionista y aquel día se lo enseñó al bueno de Tito».
Hace 22 años, alguien, en Catalunya Radio, decidió enviar al bueno de Marc Negre a Cervera (Lleida) para hacer un reportaje sobre los deportistas locales. Cuando Negre ya había entrevistado a un montón de ellos, el listo del pueblo le susurró al reportero la idea de entrevistar a un chavalito, que entonces apenas tenía 10 años. “Ése sí es bueno de verdad”.
Y Negre pilló a Marc Márquez Alentà paseando por Cervera, contemplando las murallas que, según le dijo el niño, era lo que más le gustaba de su pueblo. Lo que sigue es la entrevista, que, algo reducida, se escuchó en CatRàdio.
Así que tú eres Marc Márquez, ¿y cuándo dices que tuviste tu primera moto?
Cuando tenía 4 años, me la trajeron los Reyes Magos.
¿Y de dónde te viene la afición a las motos?
Del Moto Club Segre, mi padre trabajaba allí, bueno, iba por allí a pasar el rato, yo miraba las motos y no paré hasta que me compraron una.
¿Y cuál es la velocidad máxima que has cogido en una moto?
Unos 140 kilómetros por hora, en un circuito. Y no me da miedo, no, que va, que va.
¿Y qué tipo de pilotaje practicas?
Me gusta apurar en las frenadas y, sobre todo, hacer un paso por curva muy rápido.
¿Te enfadas mucho cuando alguien te pasa?
Bueno, cuando me adelantan, trato de devolverles el adelantamiento y, a veces, me sale bien y, a veces, me caigo.
¿Y cuáles son tus ídolos?
Toni Elías y Dani Pedrosa, los dos por igual, porque casi siempre ganan.
¿Y cuál es tu sueño?
Mi sueño es ser piloto. Tengo clarísimo que quiero ser piloto y también tengo muy claro que quiero ser campeón.
Bueno, Marc, muchas gracias por atendernos.
Gracias a vosotros.
Marc Márquez Alentà, ahora con 32 años, tenía clarísimo cuando empezó a jugar a las carreras que iba a terminar siendo muchas veces campeón del mundo y que protagonizaría una de las mayores gestas del deporte mundial, volviendo a recuperar el título 2.184 días después del último cetro y tras sufrir un accidente desconcertante y una recuperación, con cuatro operaciones, tremendamente sacrificada.
«Aquella época, cuando Marc tenía 10, 11 y 12 años, eran tiempos de diversión, risas y familia, tiempos de bocatas y pasarlo bien. Nunca nadie pensó que aquello iba a terminar con el sueño, con los sueños, que se han producido, ¡jamás!»
Los que vivieron la etapa de formación de nuestro héroe, cuando tenía 10, 11 y 12 años, recuerdan que Marc era ya entonces alguien muy, muy, especial. “Distinto, diría yo”, explica Guim Roda, uno de los técnicos que más le ayudaron en su aprendizaje. “La diferencia entre Marc y el resto de niños de su edad, o mayores, que también eran terriblemente rápidos, era que Marc siempre sabía por qué era rápido y los demás, no”.
Era una época en que la familia Márquez Alentà, mamá Roser y papá Juliá, acudían a los circuitos de karting o los que improvisaban en los aparcamientos de las grandes superficies, con una divertida caravana en la que preparaban merienda, comida y/o cena para todo el mundo. “Aquello era un sin parar de hacer bocadillos, macarrones y risas”, recuerda Roser. “Eran tiempos de diversión y familia. La competición era un juego, un entretenimiento, íbamos todos allí a pasarlo bien. Nadie, nadie, ni el más optimista podía pensar que aquel juego acabaría como ha terminado. Nadie”.
Papá Julia, junto a Marc y Àlex, mientras mamá Roser prepara la merienda. / EL PERIÓDICO
Esa era la idea familiar, no la de Marc. “Marc era entonces, un niño introvertido, tímido, vergonzoso, nada que ver con el desparpajo y soltura con la que maneja ahora la situación”, sigue explicando Roda. “Era muy buen estudiante, pues sacaba un montón de sobresalientes, que nosotros debíamos revisar pues, de lo contrario, no le dejaban correr”.
“Prefería vivir rodeado de adultos, que con sus compañeros de juego. Tenía muy claro lo que quería y sabía perfectamente, no solo lo que tenía que hacer, sino dónde quería llegar. Y, desde luego, jamás repetía un error. Era una esponja y, por tanto, no solo hacía lo que le decías, sino que todo lo asimilaba al instante”, insiste Roda.
Un día, hace cuatro años, Santi Hernández, el técnico con el que Marc ganó siete títulos mundiales, contó que “tú le das a Marc la mejor moto posible y te sientas a ver qué es capaz de hacer él con esa moto y descubrirás que Marc es capaz de arreglárselas, él solito, si la moto que has puesto en sus manos no es perfecta. Él siempre pone el resto que le falta a la moto, siempre”.
Un día, Marc observó que Guim Roda y Alvar Garriga, sus mecánicos de niño, discutían sobre cómo poner a punto su motito y se acercó a ellos y les dijo: «Por favor, nada de peleas, poner la moto lo mejor que podáis, que yo ya me las arreglaré si pasa algo».
Roda afirma que eso ya lo hacía Marc con 10 años. Un día, Roda y su amigo Alvar Garriga discutían cómo podían mejorar la puesta a punto de la motito de Marc. Discutían como amigos, sí, pero discutían de verdad y Marc se les acercó, como despistado, displicente, y les dijo con enorme contundencia: “Por favor, por favor, no discutáis, no vale la pena discutir por eso, poner la moto como queráis que, si no va bien, ya lo arreglaré yo en la pista, tranquilos”. ¿Perdón? “Lo juro, así fue”, dice Alvar.
Ya entonces, odiaba perder. Bueno, no sé si odiar es la palabra adecuada, pero le sabía a cuerno quemado. “Un día, en Montmeló, le ganó Pol (Espargaró), que llevaba corriendo con esa moto un año más que él. Y Marc se fue a llorar desesperado a la caravana de sus padres. Tenía una rabieta de cuidado y fui a verlo, no a consolarlo, pues eso era misión imposible. Simplemente le dije que empezase a acostumbrarse porque, en la vida, se pierde más que se gana. Y, visto lo visto, no sé si acerté mucho”, comenta Garriga, con la mayor de sus sonrisas.

Marc Márquez y Pol Espargaró, menuda pareja de campeones, ya de niños. / EL PERIÓDICO
Era la época en que dos monstruos, Ángel Viladoms y Juan Moreta, maquinaban cómo hacer cantera y otras dos bestias amantes de las carreras, Sebastià Salvadó y Carmelo Ezpeleta, soltaban su dinero y/o el que sacaban de debajo de las piedras para hacer realidad los planes de Viladoms y Moreta.
“El domingo le envié un mensaje a Marc y le dije que lo sentía muchísimo pero que no iba a poder cumplir la segunda promesa que le hice tras cumplir la primera”, cuenta Viladoms, que le dijo a Marc que subiría a Montserrat andando cuando ganase su primer GP (Alemania-2021) tras su accidente en Jerez y que repetiría la caminata cuando volviese a ser campeón del mundo. “Lo siento, Marc, pero mi cuerpo ya no puede subir a nuestra montaña, lo siento”.

El día que Marc Márquez, con 15 años, onoció a Valentino Rossi. / EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Xavier Arenas, otro de los que ha dado media vida y media cuenta corriente para ayudar a los chavales que empezaban, asegura (y habrá que creerle) que a Marc, con 8 y 9 años, se lo rifaban para que fuese futbolista. “Sí, sí, era pequeño, pero era Pedri, te lo digo yo. Tenía una visión del juego espectacular, tenía todo el campo metido en la cabeza, era prodigioso y eso que jugaban con chavales que le sacaban una cabeza. Eso, lo que demuestra es que Marc hubiese sido un fenómeno en cualquier deporte que hubiese escogido”.
“Yo no sé si, como cuenta Viladoms, Marc tiene un culo repleto de sensores que le permiten saber, al instante, qué le ocurre a la moto y cómo solucionar el problema”, insiste Arenas, “pero lo que sí sé es que su cabeza es una computadora, con un nivel de procesamiento de todo lo que ocurre a su alrededor, único. Y, sí, a los 10 años ya era así. Lo juro”.
Suscríbete para seguir leyendo