Mientras las miradas del mundo se dirigen a Gaza, la bahía de Palma amanecerá mañana con un visitante tan imponente como incómodo. El USS Gerald R. Ford, el mayor portaaviones del mundo, hará escala durante varios días en la isla. Su llegada no es la de una embarcación militar más, sino la de una ciudad flotante de guerra que transporta más de 4.500 militares, cerca de 90 aeronaves y dos reactores nucleares bajo cubierta.
El Ford llega al Mediterráneo en un momento en que la región es todo menos estable. Desde el estallido de la nueva ofensiva israelí en Gaza, con miles de víctimas civiles, Washington ha reforzado su despliegue militar en la zona. El portaaviones se ha convertido en pieza clave para disuadir a Irán y a sus aliados regionales, mostrando que la Casa Blanca puede reaccionar de inmediato si el conflicto se extiende.
Este despliegue no solo busca proteger a Israel, sino también enviar un mensaje a Turquía, Rusia y otros actores con intereses en el Mediterráneo oriental. Que el Gerald R. Ford eche el ancla en Palma significa que Mallorca se convierte, aunque sea brevemente, en parte de ese tablero geopolítico marcado por el genocidio en Gaza.
Fascinación y rechazo en la isla
La noticia ha despertado reacciones encontradas. Mientras los comerciantes ven la llegada de miles de marines como una oportunidad económica y algunos ciudadanos muestran su curiosidad por ver esta embarcación de cerca, partidos como Més y Esquerra Unida rechazan abiertamente la visita y denuncian que “Mallorca no puede ser usada como escaparate militar en plena guerra en Oriente Medio”. Para los colectivos pacifistas y ecologistas, la imagen de un portaaviones nuclear fondeado en plena bahía es un recordatorio inquietante de los riesgos que se asumen por la subordinación a intereses militares extranjeros.
La ofensiva israelí sobre Gaza, el intercambio de misiles entre Irán y sus aliados y la situación geopolítica actual han colocado al Mediterráneo oriental en el foco de los grandes intereses militares. La presencia de este buque en aguas baleares subraya la implicación de España en la estrategia de la OTAN, aunque de forma indirecta y a menudo sin debate público.
Ruta en 2025
El portaaviones USS Gerald R. Ford inició su despliegue anual el 24 de junio de 2025, cuando zarpó de su base en Norfolk (Virginia, EE. UU.) rumbo a Europa. Tras cruzar el Atlántico y el Estrecho de Gibraltar, acompañado por destructores y la fragata española Canarias, se integró en la Sexta Flota con base en Nápoles.
En julio participó en ejercicios conjuntos de la OTAN en el mar Jónico, junto a las armadas italiana y española, dentro de la operación Neptune Strike 25-2. Poco después recaló en Marsella, en una visita oficial que reforzó los lazos con Francia.
A mediados de agosto, el grupo de combate del portaaviones navegó hacia el norte y cruzó el estrecho de Dover, operando en el mar del Norte como parte de su despliegue de presencia en aguas europeas.
Después de varios entrenamientos y operaciones aéreas en el Mediterráneo central y oriental, el coloso nuclear ha vuelto ahora al Mediterráneo occidental, donde su escala en Palma se convierte en uno de los hitos más visibles de su gira de 2025.
Una relación larga y polémica con el Puerto de Palma
La presencia del USS Gerald R. Ford en la bahía de Palma se inscribe en una historia que comenzó hace más de siete décadas. La primera vez que el puerto acogió a portaaviones estadounidenses fue en 1952, con el Taraway y el Midway. Aquella visita causó expectación en una ciudad todavía marcada por la posguerra y abrió una etapa de relaciones fluidas con la Sexta Flota.
A lo largo de las décadas siguientes desfilaron por la isla nombres que hoy son parte de la memoria naval: el Cora Sea, el Lake Champlain, el Intrepid, el Franklin D. Roosevelt, el Forrestal, el Saratoga, el Independence, el América o el Shangri-La. En los años setenta y ochenta, estas escalas se volvieron frecuentes, hasta el punto de que la llegada de un portaaviones a Palma era vista casi como rutina.
El final de la Guerra Fría, la reducción progresiva de buques de la Sexta Flota y el desplazamiento de los escenarios de tensión mundial provocaron un declive paulatino de estas visitas. A ello se sumó la competencia de otros puertos mediterráneos y las protestas ciudadanas en Mallorca, cada vez más críticas con la imagen de la isla asociada a maniobras bélicas.
El resultado ha sido una notable escasez de escalas en lo que va de siglo. Desde el año 2000, apenas se han registrado unas pocas: el George Washington (2000), el Enterprise (2001 y 2011), el Theodore Roosevelt (2005), el Dwight D. Eisenhower (2012), el Harry S. Truman (2014 y 2022) y el Abraham Lincoln (2019).
Ahora, con la llegada del USS Gerald R. Ford, el puerto mallorquín revive una tradición que parecía haberse apagado, aunque esta vez en un contexto mucho más cargado de controversia y con el conflicto en Gaza como telón de fondo.
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