Carlos Alcaraz normaliza la anomalía que supone jugar diez finales en un año, nueve de ellas de manera consecutiva. Otra vez, este martes (11.00 horas) en Tokio, se presentará el número uno del mundo en un partido para ganar un título. Taylor Fritz (4º del mundo) será su oponente tras una semifinal en la que el murciano se sobrepuso a un mal arranque, derrotando a un Casper Ruud (12º) que hizo todo lo que buenamente pudo para evitar el previsible desenlace (3-6, 6-3 y 6-4).
La de este martes fue su victoria número 66 del año, lo que convierte 2025 en el año más exitoso de su historia, todavía con dos Masters 1000 (Shanghái y París-Bercy) y la Copa de Maestros pendientes de disputa en el calendario. No falla en una final Alcaraz desde su eliminación en segunda ronda de Miami, en el ya lejano mes de marzo. Una barbaridad que sigue sin tener fin.
Carlos Alcaraz celebra un punto ante Ruud. / Louise Delmotte / AP
Primer set perdido en el torneo
Llegaba Alcaraz a esta semifinal pletórico, sin haber perdido un solo set, aunque habiéndose enfrentado hasta ahora a rivales de un nivel muy inferior. Circunstancia que quizá le llevó a un exceso de confianza que pagó en una primera manga en la que cometió 15 errores no forzados, una barbaridad que tiene un coste a este nivel. Por mucho que la temporada de Ruud, con la excepción de su triunfo en el Masters 1000 de Madrid, esté siendo decepcionante.
Pese a su falta de finura con la derecha, el murciano dispuso de cuatro bolas de ruptura en el quinto y el séptimo set. Parecía Ruud a punto de ceder su servicio cuando, de repente, hizo lo contrario, ganar el octavo al resto, colocándose 5-3. El juego definitivo de esa manga sirvió de resumen, con Ruud muy serio y Alcaraz romo y desconcertado en su tenis.
Reacción furiosa de Alcaraz
La reacción del número uno del mundo, tras un primer juego trastabillado, fue de furia. Rompió el servicio de Ruud en el segundo y se apuntó el tercero con tres ‘aces’. Los saques directos se repetían, magistral al servicio el español, prácticamente sin dejar jugar a un rival al que se le nubló el cielo de repente sin poder hacer casi nada para despejarlo.

Casper Ruud, durante el partido contra Alcaraz. / RODRIGO REYES MARIN / EFE
Las bolas que antes se escapaban ahora botaban donde debían. El Alcaraz de hace un año se habría dejado devorar por la frustración, pero este es otro Carlos, más maduro, más sólido, mejor tenista. No se exigió demás al resto y amarró al servicio el triunfo en el segundo set, en blanco el juego decisivo, que condujo el partido a la manga de desempate.
El murciano decide en el tercero
Amagó Ruud con la resurrección, disponiendo de dos bolas de ‘break’ en el cuarto juego del tercero, pero Alcaraz respondió salvándolas y rompiendo el servicio del noruego en la siguiente oportunidad y anotándose en blanco el siguiente para transformar un 1-2 y 15-40 en el 4-2.
La apretó el noruego, no entregó la cuchara fácilmente, poco o nada se podrá reprochar sobre su rendimiento en la pista dura de Tokio, pero Alcaraz hacía tiempo que tenía el duelo bajo su absoluto control, abrazado a sus buenos saques y la calma en los peloteos. Normalizando la anomalía de alcanzar su décima final, en busca de su octavo título, de un año, al que todavía le quedan varios capítulos.
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