En el lado correcto de la historia no debe de caber un alma más. Es tal la cantidad de políticos y opinadores de todo pelaje que sostienen que ellos se encuentran en ese lugar utópico, que si existiera, ya habría completado su aforo y colgado el cartel de «completo». Si a menudo no somos capaces de discernir el lado correcto del presente, difícilmente podemos fantasear, desde el presente, sobre el juicio futuro de la historia.
No sé si es cosa mía, pero cada vez que oigo o leo la expresión, me entra un escalofrío. ¿Cómo alguien puede ser tan arrogante, tan soberbio, tan engreído? Autoadjudicarse una plaza en ese lugar de privilegio es una demostración de desprecio a quien no opina igual, un síntoma inequívoco del peor maniqueísmo de quien se considera en posesión de la verdad y osa convertirse en juez de la humanidad.
La división del mundo entre buenos –los míos– y malos –los demás– es la mejor prueba para detectar al polarizador. Es decir, aquel quien saca provecho del enfrentamiento, de la colisión, del conflicto. Estoy seguro de que Trump, Putin, Netanyahu o los líderes de Hamás se consideran en el lado correcto de la historia, por eso su estrategia es liquidar a los pobres desgraciados que, equivocadamente según ellos, han decidido situarse en el lado malo.
El mismísimo Hitler, o los muchos que le siguieron, creían estar en el lado correcto de la historia, lo que no disculpa sus atrocidades. O Stalin, pero cabría preguntarse en qué momento de su trayectoria: ¿cuando pactó con el Führer el reparto de Europa en 1939?, ¿cuando combatió contra el nazismo junto con los aliados? ¿o cuando encendió la mecha de la Guerra Fría?
Decía antes que el lado correcto de la historia es un lugar utópico. Pero ni siquiera es un lugar. Es una entelequia, creada desde el presente, para decidir qué dirá la historia de nuestro mundo y de nosotros. Una misión imposible, propia de megalómanos y tiranos cuya obsesión es, precisamente, pasar a la historia y, a poder ser, decidir ellos mismos de qué manera.
Hace ya cinco años que el escritor y activista conservador Ben Shapiro rescató la expresión con la publicación de «El lado correcto de la historia. Cómo la razón y la determinación moral hicieron grande a Occidente» (Ediciones Deusto, 2020). El título lo dice todo. Shapiro explica «su» particular lado correcto de la historia. Con el que se podrá estar de acuerdo, o no.
Pedro Sánchez seguro que disiente y detesta las ideas del muy influyente judío ortodoxo norteamericano, autor de «Cómo debatir con los izquierdistas y destruirlos». Sin embargo, coincide con él en el uso de la manida expresión. El presidente español ha redoblado, a raíz de la masacre de Gaza, el recurso a la citada locución en diferentes versiones: «Ser socialista es estar en el lado correcto de la historia», «quiero que los españoles digan que estuvieron en el lado correcto de la historia», «España está y estará en el lado correcto de la historia» o «España se va a mantener en el lado correcto de la historia».
Nuestro presidente siempre ha sido muy aficionado a echar mano de la historia en sus discursos. Hace seis años proclamaba que «una de las cosas por las que pasaré a la historia es por haber exhumado al dictador del Valle de los Caídos». Ya entonces daba por supuesto que pasaría a la historia y que el viaje en helicóptero de los restos de Franco era sólo una de las razones.
Uno puede pasar a la historia por hacer lo correcto, pero lo más habitual es pasar por las atrocidades cometidas. No hay más que consultar los anales. Porque es la propia historia la que acaba juzgando. De ahí expresiones como aquella del desafiante Fidel Castro: «Condenadme, la historia me absolverá». Pero, en realidad, lo que más aterroriza a los megalómanos ya no es tanto que la historia les ignore, sino que los relegue a una nota a pie de página. Eso sí que duele.
Vivimos en una sociedad en la si uno no se posiciona sobre cada asunto es un tibio cuando no un cómplice del enemigo de turno. Dejemos que la historia, si es que se acuerda de nosotros, decida dónde nos sitúa, que bastante tenemos con lo que tenemos.
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