Eran las 9 de la mañana de este miércoles, cuando un alumno de 14 años apuñalaba a su profesora de música en el colegio Robert-Schuman de Benfeld, al sur de Estrasburgo. La mujer de 66 años con graves heridas en el rostro fue trasladada al hospital y su vida no corre peligro.
Inmediatamente, el centro escolar desalojaba a los 800 alumnos que se encontraban en clase, y hasta el lugar se desplazaban numerosos efectivos de policía en busca del autor de los hechos, quien había huido tras el ataque. Una hora después, los agentes le encontraban intentando escapar de la región. En el momento de su arresto, el adolescente se apuñaló en la garganta provocándose una parada cardiorrespiratoria, según informaron medios locales.
Este ataque ha reabierto el debate sobre la violencia en las escuelas francesas, ya que no es el primer caso de este 2025. En abril, un alumno atacó con un cuchillo a varios estudiantes provocando un muerto y tres heridos. Lo mismo sucedió en junio, cuando otro estudiante de 14 años apuñaló hasta la muerte a una supervisora encargada de revisar las mochilas a las puertas del centro, precisamente, para evitar la entrada de armas y elementos punzantes.
Ahora, este nuevo suceso obliga a las autoridades a hacer frente a un problema creciente en las escuelas francesas, a pesar de que el alcalde de la ciudad afectada, Jacky Wolfarth, insiste en que se trata de un «incidente aislado». «Es un colegio tranquilo con un personal ejemplar. No tenemos ningún incidente especial. Este es un incidente aislado. (…), Veremos qué determina la investigación en función del perfil psicológico del autor del ataque», expresó el alcalde ante la prensa.
La Fiscalía Antiterrorista, por su lado, no descarta que se trate de un acto terrorista y se encuentra supervisando la investigación, y tras las conclusiones de esta, se decidirá si asume o no el caso.
Aumento de la seguridad
Después de los últimos ataques con arma blanca, las autoridades francesas habían aumentado la seguridad en las escuelas con controles de mochilas en las entradas de los centros escolares, con una mayor presencia de supervisores en las horas de descanso de los alumnos, y protocolos antiviolencia. Además, algunos establecimientos con antecedentes conflictivos se habían planteado la posibilidad de instalar arcos de seguridad, como ya sucede en Estados Unidos. Una medida apoyada incluso por el ex primer ministro François Bayrou, quien también prometió aprobar una ley exprés para prohibir la venta de cuchillos y cutters a menores. Sin embargo, todas estas acciones no han conseguido erradicar el problema, y parece que 2025 va camino de postularse como el peor de los últimos tiempos en materia de violencia juvenil.
Durante el curso escolar 2022-2023, la Inspección Nacional de Educación reportó 4,6 incidentes graves por cada 1.000 escolares, y solo en 2024, Francia registró más de 10.000 agresiones con arma blanca en entornos escolares.
Estas cifras obligaron a las autoridades a organizar una comisión de investigación parlamentaria a principios de este año para detectar los fallos y encontrar la solución. Tras dos meses de comisión, y cerca de 140 personas entrevistadas, los resultados pusieron de manifiesto una serie de disfunciones que perjudican la detección y gestión de la violencia. «El Estado no ha estado presente. Ahora le corresponde hacerlo plenamente», reconoció la ministra de Educación Nacional, Élisabeth Borne, el pasado mayo tras la última audiencia de la investigación.
Además, el estudio reveló la importancia de la cultura del señalamiento. Cada vez son más los jóvenes que se atreven a hablar y señalar problemas en el entorno escolar. Sin embargo, la falta de enfermeras escolares, trabajadores sociales y psicólogos educativos dificulta la recopilación de estos testimonios que ayuden a mejorar el ambiente escolar y dar seguimiento los casos más conflictivos.
Los datos contradicen la violencia
Los últimos acontecimientos han generado una gran inquietud entre los padres. Según una encuesta publicada por Elabe; 8 de cada 10 padres (79%) están «a menudo» preocupados por la seguridad de sus hijos durante las horas escolares, y la gran mayoría (87%) cree que estos ataques «reflejan un aumento real de la violencia contra menores en nuestro país».
Sin embargo, los últimos datos lanzados por el Ministerio del Interior desmienten el aumento de la delincuencia juvenil en Francia, puesto que muestran una caída del 25% respecto a 2016. Entonces, ¿es real el aumento de la violencia entre los jóvenes franceses o simplemente es una percepción creada por la exposición en los medios como sugieren las autoridades?
Más allá de la mediatización de los casos, los datos presentados por las autoridades cuentan con una letra pequeña, y con un problema de sesgo y de lectura de cifras. En 2016, 274.000 menores estuvieron «implicados en delitos resueltos por la policía o la gendarmería», mientras que en 2024 fueron 228.000, es decir, una caída del 16%. Aunque, sí es cierto que si se desglosan las cifras se puede apreciar un ligero aumento en los incidentes graves: Durante el curso escolar 2023-2024, se registraron 16 incidentes graves por cada 1.000 estudiantes en las escuelas secundarias, según un estudio de Depp, la división de estudios estadísticos del Ministerio de Educación Nacional.
«Los jóvenes participan cada vez más en estos procesos extremadamente violentos, utilizando cada vez más armas blancas. En uno de cada dos casos de extrema violencia, se utilizan armas blancas», señaló el prefecto de la policía de París, Laurent Nuñez el pasado junio.
A esto se suma otra problemática mediatizada: la violencia sexual cometido por menores. Si bien se ha disparado un 59,7% entre 2016 y 2021, según varios expertos, esto no significa que sea algo nuevo, sino que actualmente este problema se mide mucho mejor y se denuncia más que antes.
Aunque los datos generan discrepancias y diferentes lecturas, las autoridades se muestran preocupadas ante el aumento de los casos de «violencia extrema» que involucran a menores. El propio presidente Emmanuel Macron señaló, tras el asesinato de la supervisora Mélanie, la «desinhibición» de este tipo de violencia entre los menores, que «sin duda proviene de las redes sociales«, con empiezan por «acoso» e «insultos» en redes y que «acaban en enfrentamientos callejeros».
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