Harta de las pseudoterapias que prometen que “si quieres, puedes”, la psicóloga Sarah Belén Olarte asegura que muchos de los problemas que revelan los pacientes en las consultas se podrían resolver, o al menos mitigar, si su economía les permitiera llegar a fin de mes o disfrutaran de mejores condicionales laborales.
Convencida de que la meritocracia responde, en realidad, al poder adquisitivo de cada cual, la terapeuta y docente acaba de publicar ‘El cortisol no sube solo, sube con el alquiler’ (editorial Grou, Penguin), un ensayo que disecciona la salud mental y que dedica varios capítulos a los jóvenes para recordarles que la hormona del estrés se dispara cuando no sabes si vas a poder pagar el alquiler.
El libro de Olarte arroja luz a una realidad puesta de manifiesto en el último estudio de Fad y Pfizer, que revela que la precariedad laboral, sumida a la presión por las notas, pasan factura a la juventud española. Casi tres de cada diez (29%) asegura que padece estrés laboral o académico de manera continua y uno de cada cuatro (25%), ansiedad. Además, el 20% duerme mal casi todos los días y están quemados; es decir, son víctimas del ‘burn out’. La psicóloga atiende a las preguntas de EL PERIÓDICO en un descanso de su jornada laboral.
-Está convencida de que muchos de los problemas que los profesionales de la psicología ven en terapia se podrían resolver o al menos mitigar si pudieran llegar a fin de mes o aspirar a mejores condiciones laborales. ¿Por qué?
-Muchas veces pensamos que el trastorno es una cosa que surge de la nada. Esta idea desencadena la ilusión de control. Es decir, si el problema está dentro de mí, entonces yo puedo solucionarlo (spoiler, no necesariamente). Según esta corriente, si tú tienes ansiedad no hace falta mirar tu contexto porque solo es un problema de falta de serotonina. Nos centramos en la etiqueta y en la idea de que, de manera directa o indirecta, algo malo está dentro de ti. Pero la etiqueta, por sí misma, no está dando una explicación a las causas de ese comportamiento. La verdadera psicología entiende la conducta como una interacción entre la persona y su contexto. Los jóvenes, la generación Z, se han visto forzados a entrar en un mercado laboral completamente incierto, algo que no ocurrió con generaciones anteriores.
«Aquellos que dicen el dinero no importa es porque nunca han tenido problemas económicos»
«Pensamos que el trastorno es una cosa que surge de la nada. Es decir, si el problema está dentro de mí, entonces yo puedo solucionarlo. Spoiler, no necesariamente»
-¿El poder adquisitivo influye directamente en la salud mental?
-Es imposible negarlo. Aquellos que dicen el dinero no importa es porque nunca han tenido problemas económicos. La realidad es otra, el dinero importa porque te da acceso a las cosas que importan. Si no sé si podré pagar el alquiler de mi casa, ¿cómo no voy a tener ansiedad?
-Afirma que compartir piso con tus padres hasta los 40 empieza a aparecer una opción viable, pero no sale gratis porque lo pagas con salud mental. ¿Por qué es tan dura?
-Incluyo esta frase en el libro como guiño humorístico hacia las personas que tuvimos infancias traumáticas porque quiero, básicamente, normalizar el hecho de que muchos no nos llevamos bien con nuestros padres. La familia como institución está bien, pero a veces no tenemos esos cuidados en el seno de la familia y se tiene que hablar de ello. Para otra mucha gente no hay ningún problema con vivir con los padres. La cuestión es que, a veces, no es una elección libre sino que no hay otra opción y es la única viable.
-Como psicóloga, ve en consulta muchos pacientes que trabajan 10 horas al día. ¿Cree que el estrés laboral está bien visto socialmente?
-Existe una línea difusa entre lo que es trabajo y lo que no, especialmente si tu oficina está en casa y el móvil personal es el mismo. Al final, nunca dejemos de trabajar. El otro día, una amiga me decía que tenía un buen sueldo y trabajaba pocas horas. “Puedo ir al gimnasio al mediodía y me siento mal porque creo que no estoy trabajando lo suficiente”, me comentaba. En realidad, lo que le pasa es que no está llegando a los niveles de estrés que nos han dicho que son normales. Si no llegas a estos niveles, eres una vaga. “No me da la vida” es la frase que más escucho en los 10 años que llevo viviendo en Madrid.
-En terapia, ustedes enseñan a saber estar mal, no a saber estar bien. Hay situaciones que es imposible que no nos afecten.
-Esto es muy importante porque adaptar una persona a su entorno no es hacer que esté feliz todo el tiempo sino que reacccione acorde. Hay sensaciones que son desagradables y las llamamos negativas cuando, en realidad, no lo son. Es más, nos han ayudado mucho. No habría absolutamente ninguna lucha social a día de hoy si alguien no hubiera sentido rabia. Efectivamente, la terapia sirve para aprender a estar mal y a convivir con ese malestar.
-Como muchos psicólogos, usted defiende la idea de que no todo el mundo debe ir a terapia.
-Esa frase responde a un intento de normalizar la idea de ir a terapia, algo que, como sociedad y como psicólogas, nos viene bien. Pero se nos vende la idea de que el malestar es algo que se tiene que tratar y quitar siempre y nos estamos volviendo un poco intolerantes al malestar. Además, a veces, los problemas no se solucionan del todo en la consulta sino con un sindicato. Uno no va a terapia simplemente a ver qué tal. Se va por una demanda concreta y para cumplir unos objetivos. Y una vez cumplidos, recibe el alta. Hay algunos sectores de la psicología que se lucran un poco de las terapias eternas porque tenemos que ser ‘la mejor versión de nosotros mismos’.
Suscríbete para seguir leyendo