Lo que hace apenas unos años parecía un sueño, hoy es una realidad incontestable: Aitana Bonmatí es la primera futbolista en ganar tres Balones de Oro consecutivos. La de Sant Pere de Ribes ya no sólo domina el fútbol actual sobre el césped cada fin de semana, sino que empieza a escribir páginas de historia que la colocan al nivel de las más grandes, si no la mejor de siempre.
«Es el tercero que podría haber sido para cualquiera de vosotras, así que si pudiera compartirlo lo haría. También recibir el premio de manos de Iniesta, uno de mis ídolos como Xavi, es un honor y gracias por todo lo que han dado al fútbol», aseguró mientras recibía su tercer galardón, momento en el que quiso dar las gracias al club de su vida, el Barça.
«Al Barça, a mi club, gracias por ser el club de mi vida, espero disfrutar de este escudo y llevarlo por el mundo durante más años. Nunca me olvido de dónde vengo, a mis padres, a mi familia, a mis amigos que gracias a ellos me acuerdo de dónde soy». Ejemplo dentro y fuera del campo.
Un año de contrastes
Ironías del destino, Aitana alzó el tercer balón en el año que perdió las dos finales más importantes de la temporada —la Champions con el Barça y la Eurocopa con España—, pero en el que volvió a demostrar que en los grandes escenarios, en los partidos que separan a las buenas de las mejores, no hay nadie como ella.
La futbolista azulgrana alzó en París su tercer Balón de Oro gracias a su peso específico en los momentos decisivos. En Stamford Bridge, en la vuelta de las semifinales de Champions frente al Chelsea, se agigantó. Fue quien dio pausa cuando lo pedía el partido pero, sobre todo, la que marcó el gol que encarriló el pase a la final. En el torneo continental con la selección repitió guion: en semifinales contra Alemania, cuando el partido se encaminaba a los penaltis, apareció en la prórroga para inventarse una jugada marca de la casa y clavar el gol que metió a España en la final. Ese tanto, al minuto 113, le valió el MVP de la semifinal… y acabaría confirmándola después como MVP de toda la Eurocopa.
Los premios individuales de la temporada —MVP de la Champions, MVP de la Euro— son un argumento más que sólido para los que solo conocen la meritocracia del Balón de Oro a través de títulos o, en este caso, premios. Pero el máximo galardón nunca se ha entregado sólo por números ni por trofeos colectivos. También se gana por la influencia sobre el campo.
Aitana ha logrado las tres cosas a la vez: guió al Barça hasta el día que se deciden los trofeos, lideró a una selección que superó el golpe de los JJOO para volver a soñar con un gran título y volvióo a demostrar que, incluso tras sufrir un contratiempo que dejó helado al mundo del fútbol como la meningitis vírica que la apartó unas semanas antes de la Eurocopa, su resiliencia está a la altura de su talento.
La competencia, además, hacen más grande este tercer Balón de Oro consecutivo. Competía contra nombres de peso: Mariona Caldentey, que cambió el Barça por el Arsenal y conquistó la Champions; Russo, campeona de Europa con Inglaterra y el Arsenal, y una Alexia Putellas que, aunque menos protagonista en el último año, sigue siendo un icono eterno. Superar a todas ellas no era tarea menor. Y sin embargo, Aitana volvió a convencer a los votantes.
Porque al final, el Balón de Oro mide también consistencia. Y desde 2023, cuando tomó el relevo en un Barça y una selección huérfanos por la grave lesión de Alexia Putellas, nadie ha sido capaz de sostener una regularidad como la suya. Con este tercer galardón, Aitana entra en una dimensión desconocida hasta ahora en el fútbol femenino: la de las dinastías. La de Sant Pere de Ribes se pone así ante el espejo de uno de sus mayores ídolos, Leo Messi.
Aunque a nivel colectivo el Barça puede lamentar la final perdida contra el Arsenal, y España la Euro que se escapó en Londres, tanto en el club como la selección pueden presumir de contar con la mejor futbolista del mundo, por quinto año consecutivo -dos Alexia, tres Aitana-. Jugadoras que no sólo ganan partidos, sino que definen épocas y un estilo futbolístico que es la envidia del mundo.