Leer ‘Backlash’ hoy, publicado en 1991, resulta trágicamente profético. Mucha gente le habrá dicho que es usted como una pitonisa con una bola de cristal. ¿En qué se diferencia la ola reaccionaria de los 80 de la actual?
La de los 80 al menos pretendía estar del lado de las mujeres, era una contra ola con guante de seda. La de hoy va hasta las cejas de esteroides. En los 80 las fuerzas reaccionarias actuaban como si vinieran al rescate de las mujeres. Nos decían: “Oh, todos tus problemas se deben al feminismo. Eres infeliz porque las feministas te animan a estudiar y a conseguir un trabajo. Estás sentada en casa, sola, comiendo una sopa de lata, nunca encontrarás el amor, nunca te casarás ni tendrás hijos y la culpa es del movimiento feminista”. La derecha actual, en cambio, no ha venido a rescatar a las mujeres de nada ni de nadie. Buscan castigarnos.
¿Es más ultra?
Es un ataque frontal. En Estados Unidos se está privando a las mujeres de sus derechos reproductivos básicos. Están siendo expulsadas del mercado laboral. El porcentaje de madres trabajadoras ha disminuido significativamente desde la investidura de Trump. Han destrozado todas las leyes, políticas e iniciativas creadas para defender los derechos de las mujeres. Todo el tejido del movimiento feminista se está desmoronando. Se están redactando proyectos de ley para que las mujeres que aborten en un estado que lo prohíbe puedan ser condenadas a muerte. Es casi inimaginable. Ha ido más allá de oponerse a los avances feministas. Parece estar en contra de las mujeres, y punto. Vivimos una época muy oscura.
La derogación de Roe vs Wade en 2022 llegó después de la explosión del MeToo y del intento de Hillary Clinton de convertirse en la primera presidenta. ¿Cuanto más avanza el progreso feminista, mayor es la reacción negativa?
No creo que las mujeres hayan progresado tanto entre la última ola reaccionaria y esta. Los grandes avances se dieron en los años 70, cuando se aprobó legislación importante y tuvimos demandas colectivas masivas que obligaron a las grandes corporaciones a cambiar sus políticas de contratación. Roe vs Wade es de 1973 y Title 9, que nos protege de la discriminación sexual, se aprobó en el 72. Lo que vivimos ahora proviene de un lugar diferente, de una transformación económica sin precedentes y de una revolución tecnológica que ha trastocado por completo el orden social. Sobre todo ha tenido un profundo efecto en los hombres.
En su ensayo apunta a que cada ola contra el feminismo llega con una nueva crisis de la masculinidad, ¿cómo es la actual?
La masculinidad solía definirse en términos utilitarios: si eras hombre tenías que mantener a tu familia, servir a tu comunidad. Toda esa idea de la masculinidad se ha evaporado. En el nuevo mundo de las redes sociales consumistas y visualmente hipersaturadas en las que la gente vive ahora, la masculinidad se codifica como la feminidad: valoras, te valoran y te valoras a ti mismo en función de tu comercialización, de cuánta gente te mira, de tu popularidad. Todo se basa en la apariencia, la fama y la atención. Muchos hombres buscan eso y se sienten avergonzados al hacerlo. Y esa vergüenza se expresa como rabia. Es un tipo de rabia performativa que estamos viendo por todas partes, en la manosfera y en la administración Trump, que es en sí misma una especie de masculinidad ornamental.
¿Trump es un hombre ornamental?
Existe una razón por la que apareció en la Convención Nacional Republicana con maquillaje y un juego de espejos y luces, deletreando su nombre. Su masculinidad es pura apariencia. La intimidación y la arrogancia visual forman parte de esa presentación. Se puede ver en miembros del gabinete de Trump como Pete Hegseth, el secretario de Defensa. Parecen todos muñecos Ken hinchados. Apenas se mueven dentro de sus trajes por todo el tiempo que pasan en el gimnasio. Es una idea adolescente de la masculinidad. Es como si viviéramos en una especie de ‘El señor de las moscas’ infantil, sin adultos, con una mentalidad de matar o morir.
Hace un par de años escribió un artículo muy comentado denunciando el “pacto fáustico” del feminismo con la cultura de la celebridad. ¿Por qué deberíamos desconfiar de las camisetas con lemas y de ‘Barbie’? ¿Es malo que Beyoncé se autoproclame feminista en sus conciertos?
En cierto modo es genial, yo también me entusiasmé cuando vi los carteles gigantes de Beyoncé, sentí que el feminismo se había vuelto popular de nuevo. No hay nada de malo en que se refleje en la cultura popular. El sufragio femenino también se valió de la cultura pop, idearon mucho merchandising y lograron que las estrellas de Hollywood de la época apoyaran el derecho al voto de las mujeres. Pero se mantuvieron enfocadas en su objetivo. Creo que lo que nos pasó en el capitalismo consumista profundo, tardío e hipersaturado de la década de 2010, es que el feminismo pop se convirtió en un fin, en vez de ser un medio para lograr un objetivo mayor. La idea de Sheryl Sandberg de conseguir que el 5% de las mujeres ejecutivas más importantes ocuparan puestos de alto nivel, o de un Hollywood feminista no tenía nada que ver con la experiencia de una mujer normal.
El tipo de yugo, el arnés que se impone a las mujeres con los roles de género, es igual de opresivo, si no más, para los hombres. La solución es más feminismo
¿Cuál fue la experiencia de la mujer normal?
El feminismo pop llegó justo tras la crisis de 2008. Hubo despidos, muchas mujeres estaban atravesando problemas económicos básicos a los que el feminismo debería haber respondido y en lugar de eso, ya sabes, en los Premios MTV se escuchaba: «¡Hurra, el feminismo es genial!». Hubo una enorme desconexión. Hacer del feminismo algo consumible conlleva inevitablemente su despolitización. A mediados de la década de 2010, una encuesta a mujeres jóvenes reveló que el 80 % estaba de acuerdo con la afirmación de que el feminismo se trata de elección personal, no política.
¿Qué le diría a los que opinan que el feminismo ha ido demasiado lejos y hace sentir incómodos a los hombres? Se le culpa incluso del auge de la extrema derecha.
La derecha lleva décadas insistiendo en la idea de que el feminismo menosprecia a los hombres. Cuando estaba investigando para ‘Backlash’ descubrí a todos estos think tanks de derecha que financiaban a escritores de derecha para hablar sobre la crisis entre los chicos. Y sí, los hombres jóvenes están sufriendo, al igual que las mujeres jóvenes, pero no tiene nada que ver con el feminismo. De hecho, el feminismo es clave para la liberación masculina. Este es un argumento que las feministas solían plantear y necesitamos revisar. El tipo de yugo, el arnés que se impone a las mujeres con los roles de género, es igual de opresivo, si no más, para los hombres. La solución es más feminismo.
Taylor Swift, las entrevistas de Oprah, los memes del Brat Summer…Kamala Harris se aferró en su campaña a un feminismo que parecía centrarse en la cultura pop, pretencioso y preocupado por el progreso de las mujeres de clase alta
En las últimas elecciones el 47% de las mujeres blancas en Estados Unidos votaron por Trump. ¿Por qué?
Aquí hay una confusión entre las políticas de género y clase. Ha habido un aumento en el número de mujeres blancas de clase trabajadora sin estudios universitarios que votan por el presidente republicano desde el año 2000. Tanto Hillary Clinton como Kamala Harris se aferraron en sus campañas a un feminismo que parecía centrarse en la cultura pop, pretencioso y preocupado por el progreso de las mujeres de clase alta. Sucedió con Kamala Harris: cuando pasó a tener el apoyo de Taylor Swift, las entrevistas de Oprah, los memes del Brat Summer… Todo este tipo de comportamiento performativo no le habla a las mujeres cuyo principal problema es la equidad salarial, acceder a una vivienda y una guardería asequible.
En ‘El cuarto oscuro’ relató, también de forma pionera, la transición de género de su padre, ¿cómo está viviendo la reacción, también ultra, contra las personas trans?
Mi padre hizo su primera transición en 2004. Fue algo bastante exótico. Escribir sobre él y el tema trans, igual que sucede con el feminismo, está lleno de complicaciones y sutilezas. No es tan rígido como la gente cree. Detesto que se haya convertido en un nosotros contra ellos, en las TERF contra las trans. Con ese enfoque no se resuelve nada. Los insultos y las acusaciones mutuas de intolerancia no nos llevan a ninguna parte. Lo que más necesitamos las feministas y los defensores de las personas trans es tener conversaciones honestas que profundicen en los matices y la complejidad, y que reconozcamos que hay áreas con necesidades contradictorias en las que podemos no estar de acuerdo. ¿No es eso parte del placer de la vida? Las cosas son complicadas, ¿cómo podemos resolver esto en lugar de gritarnos? Pero para lograrlo, tienes que ser abierto, honesto y estar dispuesto a ceder. Para mí, lo más inquietante es que esta polarización ha llevado a algunas feministas a la incalculablemente mala decisión de alinearse con organizaciones de derecha, las mismas que arrebataron el derecho de las mujeres al aborto. Eso sí que es un pacto fáustico.
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