Relata José Carlos Llop (Palma, 1956) cómo un verano en los iniciales 90 del siglo pasado una frase acudió a su mente mientras se bañaba en una cala del norte de Mallorca. Con ese regalo del mar que rodea su extenso universo literario (poesía, dietarios, ensayo, narrativa, artículos) arranca ‘El informe Stein’, libro que este año cumple tres décadas y que fue escrito en dos semanas en un estado de febril felicidad por un autor singular en su refinamiento, tesón y profundidad. Alfaguara lo ha vuelto a editar en el volumen ‘Cuarteto de la memoria’, junto a ‘La cámara de ámbar’, ‘Háblame del tercer hombre’ (novela que integra en su estructura la célebre película de Carol Reed) y ‘El mensajero de Argel’.
El título de este gran mural cosmopolita de la segunda mitad del siglo XX rinde homenaje a Lawrence Durrell, «que nos abrió el discurso narrativo», y explicita la militancia del escritor por preservar la memoria «que nos construye y nos fortalece», desde una primera persona que es el espacio donde ocurren las cosas. Misterios, secretos familiares, pasiones, guerras, intrigas y biografías de seres a menudo rotos que transitan el paso de una época a la siguiente, perfilados con maestría por un escritor que añade a las historias su alma de poeta, para dibujar con elegancia y calma una civilización extinta, para retener el tiempo del que procedemos.
La edición de un volumen con cuatro libros suyos, ¿le convierte en un clásico en vida?
Como suelo escribir novelas breves, cuando vi este tomo de casi 600 páginas pensé que no era mío, sino de Tolstoi. Lo de clásico en vida no te lo puedes creer nunca, pero sí ves que el trabajo de tantos años ha sobrevivido.
Son cuatro historias escritas en dos siglos distintos, ‘El informe Stein’ y ‘La cámara de ámbar’ en el XX y ‘Háblame el tercer hombre’ y ‘El mensajero de Argel’ en el XXI, pero hablan del mismo momento, la segunda mitad del siglo pasado. ¿Por qué ama ese tiempo?
Es el lugar donde me he hecho. No sé si por gusto o por una cuestión de destino, estoy ligado a la segunda mitad del siglo XX de una manera mucho más intensa de lo que lo estaré a la primera mitad del XXI, que ya no la veré toda. Pero además, los cuatro libros están empezados en el XX, por eso este ‘Cuarteto’ recoge la memoria del siglo pasado.
Eran otros tiempos, otra literatura.
Que eran otros tiempos es indudable y que la literatura o la concepción de la literatura en la sociedad ha cambiado mucho en los últimos años respecto al siglo XX, también. Basta ver los suplementos literarios, a quiénes se dedican. Hay como un esfuerzo compensatorio que yo no entiendo. Mi generación estaba acostumbrada a leer autores y autoras de la misma manera. Lo importante era el libro. Leíamos a Emily Dickinson, a Marguerite Yourcenar, a Karen Blixen o a Carmen Martín Gaite, y no pensábamos que estábamos leyendo a una mujer en el sentido feminista. Estábamos leyendo literatura y la literatura era algo que nos igualaba a todos.
[Ahora] Hay como un esfuerzo compensatorio que yo no entiendo. Mi generación estaba acostumbrada a leer autores y autoras de la misma manera. Lo importante era el libro. No pensábamos que estábamos leyendo a una mujer en el sentido feminista
El título del volumen es un manifiesto, ‘Cuarteto de la memoria’. «Soy el hombre que regresa para recuperar la memoria», escribe en ‘La cámara de ámbar’; «La memoria es un disparo de salida», afirma en ‘El tercer hombre’, y en ‘El mensajero de Argel’ lamenta «nuestra civilización de la desmemoria».
La memoria, más que un asunto recurrente, es una cuestión civilizatoria. Sin memoria no somos lo que deberíamos. Hemos entrado en una fase de la historia donde prima la desmemoria ligada a un cierto sentido de irresponsabilidad: lo que hice ayer no cuenta para hoy. La desmemoria se ha instaurado en el corazón de nuestra sociedad y nos encontramos con la paradoja de que el exceso de información satura por completo el conocimiento. Lo que prima es la información inmediata, que no hace a la persona, no la construye. El conocimiento es lo único que nos fortalece, pero se le merma desde la desmemoria y la amnesia generalizada.
¿Y qué diferencia memoria de nostalgia?
Me acuerdo del título de José Luis de Vilallonga ‘La nostalgia es un error’. La nostalgia no permite avanzar al individuo. Uno se puede regalar un ratito de nostalgia, como quien se toma una píldora tranquilizante, pero no sirve para nada más. Conviene tenerla apartada porque lo que importa es el momento en que vivimos y cómo llegamos a ese momento.
La nostalgia no permite avanzar al individuo. Conviene tenerla apartada porque lo que importa es el momento en que vivimos y cómo llegamos a ese momento
¿Qué queda del poeta que usted fue antes que novelista?
Confío que quede todo. En mis libros de narrativa se nota que hay una cierta poesía detrás. Son distintos los narradores a secas de los narradores que antes han sido poetas. Este mes último habré escrito tres poemas, pero ya estoy satisfecho. Saber que aquel grifo no se ha cerrado me da toda la satisfacción del mundo. Y si tengo que elegir, siempre me decantaré por la poesía, más que por la narrativa.
Tanto en una como en la otra está la música.
El paso de la poesía a la novela va ligado, como toda mi literatura, a la música. Siempre. Cuando era adolescente quería tener un conjunto de rock y me quedé en letrista, que es lo que es un poeta. A finales del bachillerato nos hacían unos test para saber por dónde ir y a mí me salió dos veces director de orquesta. Creo que la narrativa, con todos los personajes, las historias, los ambientes distintos, ha sido una forma de ejercer aquella dirección de orquesta a la que no llegué nunca.
¿De qué otras formas se conectan las historias del ‘Cuarteto’?
‘La cámara de ámbar’ es una novela sobre la derrota. Háblame del tercer hombre, de vencedores, pero que también han perdido. Y en ‘El mensajero de Argel’ toda una sociedad ha perdido porque habita un mundo que ya no comprende. Igualmente hay misterio en todas, ahora que el misterio ha desaparecido de la vida de las personas, expuesta y falseada en las redes sociales.
Su obra, además, está atravesada por el sentido del humor.
Sin sentido del humor yo no sé tratar las cosas serias. El sentido del humor enseña el envés del tapiz, la otra cara de la realidad. Te hace ser más tolerante y comprensivo con distintos personajes que no se merecerían, a lo mejor, la tolerancia o la comprensión que se les da, y abre mucho más el arco de acción.
El misterio ha desaparecido de la vida de las personas, expuesta y falseada en las redes sociales
«Una isla es una frontera frente al mundo», también ha escrito. ¿Se entiende su obra sin Mallorca?
No. Mallorca, la cite o no la cite, está prácticamente en todos mis libros. Está en mis diarios, en mi poesía, mucho, y en mi narrativa. Hay libros míos, por ejemplo, ‘Solsticio’ y ‘Si una mañana de verano, un viajero’, donde aparece de forma más evidente.
Una isla maravillosa que ya no existe.
Obviamente los escritores somos unos seres enfermos que creamos una realidad distinta a la que hay. Pero todo depende de la manera de mirar. Quizá llegue un momento en que no podamos seguir mirando igual, no lo sé, pero le ocurra lo que le ocurra a la isla donde he nacido, yo seguiré buscando aquello que me ha iluminado y fascinado. Luego para protestar tengo otras vías.
Cuando cerré ‘Si una mañana de verano, un viajero’, sufrí la certeza del paraíso perdido.
Es que los paraísos son perdidos, lo decían Marcel Proust, Llorenç Villalonga y lo repetiremos todos los que nos dediquemos a la memoria como forma de escritura. Los paraísos son perdidos o no son paraísos. Sin expulsión no hay paraíso. No nos podemos resistir a no perder el paraíso, que además lo llevamos dentro si lo hemos sabido ver en paisajes, en lugares y en personas.
¿Cómo podemos defender el legado cultural europeo que hoy día algunos poderosos minusvaloran?
Hemos tenido mala pata, nosotros pertenecemos a una generación que queríamos entrar en Europa, ser Europa. El XIX ya nos separó prácticamente por completo de ella; la única Europa donde nos sentíamos bien era el Prado. Pero nos ha durado poco esta Europa porque está dando señales de que es una causa finita. Hemos tenido mala suerte con las clases dirigentes, que no solo son los políticos.
Europa está dando señales de que es una causa finita. Hemos tenido mala suerte con las clases dirigentes, que no solo son los políticos
La voz de la intelectualidad ahora mismo flojea…
Las voces que me importan siguen hablando, el discurso que me interesa sigue existiendo, lo que pasa es que se oye muy bajo. Hay demasiado ruido, somos una civilización del ruido, no puedes escapar de él. Las voces que cuentan son voces que no gritan; están pero no se les oye. Pasamos demasiado tiempo escuchando a gente que realmente no nos importa nada, a la gente que hace ruido.
¿Qué opina de la cancelación a personalidades de la cultura?
Yo estaba en contra de la censura durante la dictadura, y en democracia sigo en contra de todo tipo de censura. Solo faltaría. Y más cuando se trata de censura sobre el libre pensamiento. ¿Quién tiene autoridad moral para cargarse la obra de alguien porque lleva un sombrero que no le gusta? Porque la cancelación se reduce a esta tontería, aunque con una agresividad insoportable. Tal vez convendría que los escritores y los artistas serios no estuvieran en las redes sociales, ¿para qué? Se ha dado pie a que el odio sea una moneda de cambio habitual en la vida cotidiana. Y no lo era.
¿Se siente profeta en su tierra?
Me siento bien tratado, sí. Quiero decir, soy leído en mi tierra, mis libros funcionan en mi tierra, y profeta no me atrevería a serlo ni en mi tierra ni en ninguna.
¿Y en España? Porque en Francia es un hecho que sí.
No sé si decirte que me han entendido muy bien, pero por lo menos me han querido muy bien. En España ha sido más lento. Aquí hay un cierto desconocimiento ambiente. Pero si funcionan tus libros fuera, por lo que sea, sí que de repente se produce un ejercicio, no te diré de patriotismo, pero reivindican ‘este es nuestro’.
Usted se ha mantenido al margen de camarillas, pero ha sufrido el hecho de ser etiquetado como ‘escritor en castellano’ cuando primaba la literatura en catalán, pese a que en su obra ha utilizado también esta lengua. ¿Qué le parece que ahora se esté produciendo lo contrario, que se vaya contra el catalán por cálculo político?
Me parece de una torpeza empobrecedora, lo de antes y lo de ahora, y esto no acabará nunca. Haber nacido en un lugar con dos lenguas es una fortuna mucho más grande de lo que se creen los monolingües, y los que no quieren ser bilingües pudiendo serlo. Cualquier regalo material extraordinario me parece una tontería comparado a tener dos lenguas. Todo desprestigio de una lengua supone un error, cuando no mala fe, y el resultado es una situación empobrecedora que va en contra de todos.
Haber nacido en un lugar con dos lenguas es una gran fortuna. Todo desprestigio de una lengua es un error
Las personas ya no quieren leer, prefieren mirar vídeos cortos. ¿Es leer una manera de bajar pulsaciones?
Leer es una forma de la felicidad que nos ha dado nuestra civilización. Una forma muy antigua que no solo nos enseña el mundo y nos hace ser más sabios, sino que además nos reconcilia con nosotros mismos y con las personas que tenemos alrededor, permitiéndonos viajar a lugares donde no hemos estado nunca antes. Despreciar la lectura equivale a despreciar el amor, o el erotismo, o el arte.
Estilo, belleza, libertad, ¿con qué se queda?
Las tres cosas derivan en lo mismo. Estilo sin belleza no es estilo. Y sin libertad no hay campo de acción. Van muy unidos. Me quedo con aquella frase de Monsieur Buffon: «El estilo es el hombre». Cada uno cuando escribe sabrá qué tipo de hombre quiere ser. Pero el estilo es importante.
¿Qué le ocupa en la actualidad?
Artículos largos, las letras para una ópera [un proyecto con el músico Joan Valent], una novela en la que entro y salgo… También estoy con la edición de todos mis diarios en un solo volumen que saldrá en Alfaguara el año que viene. He de desbrozar para que quede bien. Y escribo poesía cuando ella viene. La poesía es muy caprichosa, hay que dejarlo todo cuando se presenta.
Cuarteto de la memoria
José Carlos Llop
Alfaguara
552 páginas
24,90 euros