Tres neveras portátiles, un parking, un hotel y los dos perritos de Tom Pidcock, los que tantas veces pasea por el Tarter andorrano. Sólo tuvieron que pedir a la organización uno de los paneles donde figuran los patrocinadores de la Vuelta, un altavoz, un par de rotuladores, una suscripción de música online y todo listo para el podio final de la Vuelta, el que setuvo que cancelar en Cibeles a causa de la manifestación propalestina que paralizó la última etapa.
Eran las neveras que el equipo Visma, el de Jonas Vingegaard, ganador de la prueba, utiliza para refrescar a los corredores en carrera. Con un par de rotuladores los auxiliares del conjunto neerlandés pintaron los números 1, 2 y 3 para distinguir a los tres primeros clasificados de la prueba. Como el famoso “pásalo” de otros tiempos fueron llamando al resto de protagonistas, a los ganadores de todos los ‘maillots’, incluido a Matthew Riccitello, el ciclista estadounidense del Israel-Premier Tech, vencedor de la clasificación de los menores de 25 años.
El improvisado podio. / VISMA TEAM
Al compás que servía en sus tiempos a Rocky para preparar los combates cinematográficos fueron llegando todos los ciclistas. La cita era en el aparcamiento del hotel Marriott de Madrid, donde pernoctaba buena parte de las escuadras de la Vuelta, adonde llegaron los corredores, en los coches de los equipos -y con las neveras que sirvieron como podio- después de que se anulara la etapa a la entrada a Madrid.
Como Contador en 2009, en París
Sonó hasta el himno de Dinamarca, el que le pusieron por error a Alberto Contador en los Campos Elíseos de París después de ganar el Tour de 2009. Vingegaard ya había recibido el trofeo como vencedor de la Vuelta, con el jersey rojo a cuestas, y entre las risas y los aplausos de sus compañeros de pelotón. Se quitó la gorra y se puso respetuoso mientras sonaba la música en honor a su país.
Vinieron también Joâo Almeida, segundo de la general, y Pidcock, tercero de la tabla, con sus dos perros, moviéndose y oliendo las neveras, posiblemente con el recuerdo de algún alimento, y el riesgo a un pipí de última hora.

Vingegaard con sus compañeros y equipo. / VISMA TEAM
Todo se improvisó, en la intimidad, en la noche madrileña, cuando las calles de la capital empezaban a abrirse al tráfico después de que los servicios de limpieza de la capital española acondicionaran el centro de la ciudad.
El príncipe Alberto
La fiesta continuó de noche. No se sabe si llegaron al hotel la decena de seguidores de Vingegaard que a media tarde, antes de que se cortara la carrera, se querían acercar a la zona del podio con banderas de Dinamarca.
Quien no estuvo fue el príncipe Alberto de Mónaco que se había acercado hasta Cibeles para recoger el testigo como organizador de la salida de la Vuelta 2026. Los servicios de seguridad lo desalojaron de la zona de llegada cuando empezaron las manifestaciones en favor de Palestina.
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