En marzo de 1972 mandaba Franco, la canción más escuchada en España era ‘El chico de la armónica’, de Micky, y Richard Nixon hacía campaña para ser reelegido. En la plaza Catalunya de Manresa, con 17 años, Maria Carme Subirana Boadella abría el centro de estética Mayka. En 1997 lo amplió con un servicio de bronceado en el Olímpia y, en 2001, con un segundo local en el Paseo Pere III de Manresa donde, desde 2003, ha concentrado el negocio, que ahora dirige su hija, Emma Aloy.
¿Qué hacía una esteticista hace cincuenta años?
Depilar, masajes, limpiezas de cutis… poca cosa más. Un centro de estética solo no podía funcionar, debía ir acompañado de peluquería, así que me puse de acuerdo con una peluquera amiga mía y durante unos años ofrecimos las dos cosas.
¿Evolucionó con el poder adquisitivo?
Sí, sobre todo a partir de los años ochenta. Ahora todo el mundo se cuida, en la medida de lo que puede. Evidentemente, cuando hay problemas económicos se nota: la gran crisis de 2008 nos llegó un poco más tarde, pero la sufrimos mucho. Cuando falta dinero, una mujer siempre irá antes a la peluquería que a hacerse un tratamiento corporal, que se ve menos. Quedó claro durante la pandemia: la peluquería se consideró muy importante, tanto para mujeres como para hombres.
Hombres: ¿qué piden?
Tenemos, pero las mujeres siguen siendo el 80%. Piden depilación, eliminar barriga, limpiezas de cutis y tratamiento de arrugas. Son un poco más metódicos y normalmente acaban más los tratamientos que las mujeres.
¿Qué es lo que ha cambiado más?
La edad de las clientas. Ahora empiezan muy pequeñas. Y además, muchas vienen con una idea sacada de las redes y creen que entienden mucho. A veces les dices que lo que quieren no se puede hacer, o no les conviene, y se lo quieren hacer igualmente. Hay algunas que ya quieren bótox y cirugía a los 15 años. Me parece un problema muy grave porque, además de que les puede perjudicar, pueden caer en adicciones a este tipo de cosas. Es horroroso. Yo creo que es culpa de las influencers, que muchas no saben nada de nada.
«Los hombres piden depilación, eliminar barriga, limpiezas de cutis y tratamiento de arrugas»
¿La llegada de establecimientos muy económicos ha cambiado mucho el sector?
Sí, pero la mitad ya no están. Solo han quedado las que hacen uñas muy baratas. Si no trabajas bien, la gente lo nota. Yo aguanté el tipo sin cambiar ni precios ni servicios y estoy muy contenta. Sufrimos, pero según qué hubiéramos hecho, nos habríamos cargado el negocio.
En realidad, ¿lo que ofrecéis no es sobre todo ilusión?
En nuestro caso, no lo creo. La gente quiere resultados. A quien tiene más expectativas de la cuenta le avisamos. Queremos ser muy legales, no prometemos milagros. A veces tienes que decirle a la gente cosas que no les gusta oír.
«No debes querer parecer lo que no eres. Se trata de estar lo mejor posible con la edad que tienes»
¿El enemigo es el envejecimiento?
Sí, pero no debes querer parecer lo que no eres. Se trata de estar lo mejor posible con la edad que tienes. Yo tengo 70 años y me gusta estar bien, pero con los años que tengo.
Ahora en su sector todo tiene un aire científico y hay mucha tecnología.
Sí, los aparatos cada vez hacen más cosas, más rápido y con más precisión. Son la versión para estética de la tecnología médica. Pero la base de todo es la misma que cuando trabajábamos con ventosas y electricidad: hay que mover los tejidos, drenar y activar la circulación.
¿Estar guapo o guapa ahora es lo mismo que cuando empezó?
No, es muy diferente. Antes una mujer se cuidaba un poco hasta que tenía hijos. Después podríamos decir que renunciaban a tener el cuerpo bien. Se limitaban a hacerse manicuras o limpiezas de cutis. Ahora, en cambio, una mujer de 40 años quiere estar tan bien como una de 20. No había el culto al cuerpo que hay ahora a todas las edades. Eso sí: las expectativas son diferentes. Una mujer mayor no espera de un tratamiento los mismos resultados que tendrá una joven.
¿Y este culto al cuerpo cómo se satisface?
Pues cada cual a su manera. A cierta edad es muy importante el efecto del parto o de la lactancia, y cuando eres más mayor hay quien sufre mucho por los brazos flácidos… Hay quien quiere mejorar los pechos que tú los ves bien y en cambio no otras cosas que le ves peor… Cada uno tiene sus prioridades y sus manías.
Una mujer le dice que le haga todo. ¿Qué le haría?
Pedicura, manicura, cejas, bigote, tonificar la cara, reducir arrugas, reducir bolsas, reafirmar glúteos y brazos y reducir grasas en cualquier parte del cuerpo. Todo solo con tratamientos.
¿Y todo esto, para gustar a quién? ¿A los hombres?
Yo creo que no. Yo creo que a ella misma. Y si acaso, a las otras mujeres.
¿La propietaria debe dar ejemplo?
Hombre, yo procuro estar bien, y las cosas las pruebo yo antes de ofrecerlas. No estoy obligada, pero me ha motivado a cuidarme.
¿Ve a sus nietas contentas con su aspecto?
No. Pero, de hecho, yo tampoco lo estaba. Ni mi hija. Si eres exigente contigo misma nunca te gustas del todo.
¿No seríamos más felices si no nos importara nada de todo esto?
Supongo. Pero no somos así. Nos importa. De lo que se trata es de encontrar el equilibrio.
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