Pete Hegseth.
El primer Donald Trump presidencial era una criatura pesada, torpe, algo irresoluta y a veces dubitativa. El Partido Republicano no era aun plenamente trumpista y el propio multimillonario había elegido como parte de su equipo a profesionales que sirvieron de freno a sus más turbias (y peligrosas) extravagancias. Para muchos parecería que para deshacerse de Trump solo había que esperar cuatro años.
Y así ocurrió efectivamente en las elecciones de 2020, cuando Joe Biden lo mandó de regreso a sus campos de golf. La carrera política de Trump parecía acabada y la institucionalidad estaba salvada. Trump había sido una pesadilla ridícula y fugaz, un paréntesis grotesco. Es realmente sorprendente.
Al parecer, que en sus últimas semanas como presidente promoviera un golpe de Estado a través de un asalto al Capitolio era un detalle menor. Trump debiera estar detenido, procesado y muy probablemente condenado. Que ahora, en cambio, duerma en la Casa Blanca ya evidencia la crisis patológica de la democracia estadounidense. Una crisis que viene cociéndose hace décadas y ahora tiene un catalizador excepcional, cuyo objetivo es desmontar pieza a pieza la democracia republicana aprovechando su control absoluto de la Corte Suprema y el rigor mortis del Congreso, con ambas cámaras con mayoría (muy) conservadora.
En el ámbito de sus nombramientos para su segunda presidencia hay machangadas tan prodigiosas como irresponsables. El gabinete es en su mayoría un grupo de frikis designados para confrontar con la propia naturaleza de sus respectivos departamentos. Malignas chifladas como Krit Noem, secretaria del Departamento de Seguridad Nacional, que sueña con desplegar a la Guardia Nacional, apoyada por marines, en las principales ciudades de los Estados Unidos, como hizo en Los Ángeles por órdenes directas de Trump. O conspiranoicos como Robert F. Kennedy, un antivacunas furibundo que ha llegado a decir (y escribir) que el covid-19 fue un invento de Bill Gates en retortas subterráneas. ¿Quién mejor que este memo para asumir la Secretaría de Salud y Servicios Humanos?
Sin embargo, en este listado de indeseables oligofrénicos tal vez Pete Hegseth se lleve la palma, que fue confirmado por los pelos por el Senado. Hizo falta el voto del vicepresidente J.D Vance –el vicepresidente es presidente del Senado– para que la Cámara Alta emitiera por fin su plácet.
Aunque Hegseth, de 44 años, fue oficial de la Guardia Nacional, Trump lo conoció como presentador de Fox News. Le encantaba y le ofreció el cargo. El presentador de mandíbula cuadrada había participado en campañas en Afganistán e Irak, pero su hoja de servicios, aunque honorable, no es particularmente brillante. Es al fin y al cabo un hijo de la élite: estudió en la Universidad de Princeton y en la muy exclusiva Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard. Sus calificaciones académicas fueron tan mediocres como se permite a quien puede pagar las matrículas y estancias en ambas instituciones. Cuando abandonó la Guardia Nacional, con el grado de capitán, se volcó hacia 2007 en el activismo político y doctrinal desde el ala más conservadora del republicanismo. Ya desde entonces le persigue una sombra de sinvergüencería al trucar las cuentas de un comité de acción política.
Muy pronto Hegseth se convirtió en un reaccionario de inspiración fascistoide. Ya lo era cuando entró a trabajar en Fox News. Es difícil seleccionar unas pocas perlas de esta acémila. Estados Unidos no es una democracia, sino «una república constitucional«. Los asaltantes al Capitolio «son unos patriotas indignados por las mentiras de la izquierda». El covid fue inventado por los demócratas para ganar las elecciones. Las dos terceras partes, como mínimo, de los soldados estadounidenses investigados por crímenes de guerra son militares de valor excepcional y merecen el agradecimiento de su país. Las universidades son centros de putrefacción cultural y control ideológico. La libertad no puede ser para las izquierdas, la libertad es patrimonio de los que creen en la Patria, en el Orden y en Dios. Estados Unidos debe expulsar como agua sucia a los migrantes y meter varias divisiones militares en México. Canadá es nuestra. Israel está guiado por Dios Nuestro Señor.
Acusado de borrachín, de agresor contra su primera esposa y su excuñada y convencido de que las mujeres no deberían votar y que las políticas de diversidad e inclusión en las Fuerzas Armadas han sido un error «destructivo», este sujeto es el quinto en la línea de sucesión si fallece el presidente. Felicidades a todos.