Los vecinos y vecinas de Mos están conmovidos por la historia de Maximino Alonso, de 77 años, y su esposa Carmen Pereira, de 76. Tras casi medio siglo de vida en común, concretamente 48 años, ambos han fallecido el mismo día, este pasado sábado 30 de agosto, con apenas unas horas de diferencia, como si la vida no pudiese entender a uno sin el otro.
El funeral, celebrado en la iglesia parroquial de Santa Eulalia de Mos, fue presenciado por cientos de vecinos, familiares y amigos que quisieron acompañar a Maximino y Carmen en una emotiva despedida, donde hubo lágrimas pero también mensajes de cariño y admiración hacia la pareja.
Ambos cónyuges llevaban tiempo enfermos, incluso llegando a compartir habitación durante esta última temporada en el hospital Meixoeiro. Los dos habían dedicado su vida al trabajo y a la familia. Maximino empleó la mayor parte de su vida como mecánico en Danone y Carmen compartía su sabiduría en la fábrica de costura Regojo, en Redondela, y después en Dayfer, en Mos.
Los dos venían de familias humildes y compartían claros objetivos en sus vidas: el amor por su familia y la disciplina en el trabajo. El uno y el otro poseían un corazón bondadoso que demostraban en todos los momentos en los que era necesario ayudar, fuese a familiares, vecinos o amigos. Así lo recuerdan sus dos hijos, Francisco Javier y José Ignacio Alonso.
El cáncer, un diagnóstico común
Maximino y Carmen eran naturales de la misma zona, entre Mos y Peinador, y tal y como relatan sus descendientes «siempre se cuidaron, siempre tiraron el uno por el otro». «Mi madre tuvo que dejar de trabajar hace 24 años cuando le detectaron un cáncer», recuerda su hijo, Francisco Javier. «Y mi padre cuidó en todo momento de ella, incluso cuando la situación se puso muy complicada», añade.
Por aquel entonces, Carmen superó su enfermedad. Fue hace aproximadamente tres años cuando a Maximino le dieron el mismo diagnóstico. Poco a poco, con medicamento y terapia, mantuvo la enfermedad a raya hasta hace poco. Por su parte, Carmen recibió en enero de este mismo año la noticia de que el cáncer había vuelto a su cuerpo.
Desde ese momento, ambos comenzaron a empeorar su estado de salud y fueron ingresados, uno en el Hospital Álvaro Cunqueiro y otro en el Meixoeiro. Hace dos semanas, atendiendo a la gravedad de la situación, el equipo médico decidió juntarlos en una misma habitación en este último complejo, donde pasaron el resto de sus días bajo el abrigo de su familia.
Sus hijos, José Ignacio y Francisco Javier, cuentan a FARO lo agradecidos que están con todo el personal médico de la séptima planta y recuerdan que «nos hicieron sentir, tanto a ellos como a nosotros, como si estuviésemos en casa». Al tiempo, los descendientes muestran su inmensa gratitud a familiares, amigos y vecinos, que aseguran «nos echaron una mano en todo».
El ejemplo de Maximino y Carmen quedará en la memoria colectiva de Mos, no solo como una historia de pérdida, sino como una lección de vida: la de dos personas que caminaron juntas durante casi cincuenta años y se despidieron, como siempre estuvieron, de la mano.
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