«No estábamos muertos, nos habían escondido», le dicen sus padres a la protagonista de ‘Romería’ en una escena onírica. ¿La frase resume la clave colectiva de la película?
En el guion inicial creo que la frase era ‘no estábamos muertos, solo nos habíamos escondido’, que salía de un sueño que tuve una vez en el que me encontraba a mi madre y me decía ‘no estaba muerta, me había escondido’. En el proceso de edición se hizo evidente que tenía que ser ‘nos habían escondido’. Es lo que hizo la familia de ‘Romería’ con su hijo, pero también es lo que ha hecho la memoria de todos. El estigma de la heroína y del sida ha hecho que no se hable de todas esas pérdidas y del dolor que causaron. De alguna manera, los tenemos escondidos.
¿Considera que hay un silencio social y cultural sobre la crisis de la heroína de los 80 y los 90, que se encabalgó con la del sida?
Y oficial también. Hay tantas cosas que aún no se saben. De ahí las teorías que dicen que mientras esos jóvenes estaban en las drogas, no estaban en política. Pero más allá de eso, hay un silencio, a lo mejor involuntario, causado por el dolor y el tabú. Cuando yo siento que es una generación clave para entender dónde estamos ahora, que rompió absolutamente con los valores de una sociedad muy conservadora y con una dictadura larguísima, y que intentó abrazar la libertad y aportar ideas más progresistas. Llegó la heroína, que vivieron desde la inocencia de no saber qué resultados podía tener, y luego el sida, que fue tratado como si los enfermos hubieran hecho algo malo. En realidad, básicamente, tuvieron la mala suerte de no saber nada sobre todo eso. Algunos salieron, muchos no. Siento que a esa generación no se la ha valorado como se debería.
Las drogas me dan mucho miedo y no he probado nunca nada, por todo lo que probaron mis padres
¿Contactó con amigos de sus padres? Porque de algunas cosas suelen saber más que las familias.
En este caso, sin duda, sobre todo de la época de la que yo tengo dudas, que es de cuando estaban juntos. La familia me ha podido contar cosas de después y de antes, pero ese momento de, bueno, la fiesta que vivieron, solo me la han podido contar amigos. Lo que pasa es que muchos están muertos.
¿Eran reticentes a hablar?
Con los que hablé, no, pero se les hacía extraño hablarlo conmigo de repente. Era como abrir una parte de su memoria que no están acostumbrados a revisitar. Hubo quien no quiso hablar.
¿En qué ambiente se movían sus padres?
Tengo la sensación de que eran modernos. Creo que mi madre cuando era muy joven era más ‘hippy’, pero ya luego entró en la movida moderna, que en Vigo era potente. Incluso hubo una especie de campaña loca de hermanamiento de las movidas de Madrid y Vigo.
El abordaje artístico de la heroína suele ser tremendista y sórdido o, más antes, idealizador. ¿Qué acercamiento ha buscado usted?
Un punto medio. Una vez me dijeron que nací vacunada con el tema de las drogas y es verdad. Me dan mucho miedo y no he probado nunca nada, por todo lo que probaron mis padres. Por experiencia propia estoy muy lejos de entender la adicción. He leído mucho y he visto muchas pelis, y es verdad que en casi todas es una especie de descenso a los infiernos del que no sale nadie. Son películas crueles y sórdidas. Pero, por ejemplo, mi madre lo dejó y me tuvo a mí, aunque luego llegó la putada del sida. Creo que hay otras maneras de vivir la heroína. Hablé con gente que estuvo enganchada poco tiempo e incluso hay gente que funciona consumiendo cada día. Para mí siempre será un enigma, y si mis padres estuvieran vivos lo seguiría siendo porque tampoco me contarían una verdad absoluta. Lo importante, y eso lo hablamos mucho con el equipo, era encontrar un punto que no fuera demasiado cruel ni idealizado. Y que no juzgara y que fuera desde un sitio lúdico que siento que es desde donde todo empezó para mis padres. Luego la heroína se carga muchas cosas. Pero la cosa lúdica de abrazar el momento, el vivir, el probar cosas, me interesaba mostrarla.
De repente, ‘Bailaré sobre tu tumba’, de Siniestro Total, cobró todo el sentido del mundo para ‘Romería’
La canción ‘Bailaré sobre tu tumba’, de Siniestro Total, da pie a un número musical que refleja las caras A y B de la relación entre modernidad y heroína en los 80, una especie de lotería siniestra. ¿Cómo fue a parar a ‘Romería’ esa canción, que no tiene nada que ver con la heroína?
Siempre, cuando escribo, me pongo música para entrar en ambiente, y para ‘Romería’ escuché bastante música de los 80. De repente, esa canción, que ya había oído, cobró todo el sentido del mundo para ‘Romería’. Yo estaba buscando una imagen que resumiera de manera gráfica que la película no es solo la historia de dos personajes, sino la de toda una generación, y que lo hiciera un poco de manera poética. La canción me pareció perfecta. Además, es de un grupo de Vigo.
Carla Simón, en la coctelería de Soho House, esta semana / Jordi Otix
Asumamos que la joven que va a Vigo en busca de sus raíces paternas es representativa de su generación, y que los padres a los que ‘desentierra’ lo son de la suya. ¿Qué diferencias ve entre ambas generaciones?
De joven pensaba que la rareza éramos nosotros, criados en la responsabilidad de formarnos y pensar en el futuro. Qué distinta era la generación de mis padres. Claro, luego me di cuenta de que en realidad la generación anterior a la de mis padres era mucho peor en cuanto a planificación de todo, y de que el momento único fue el de mis padres. Se permitían vivir el momento sin pensar en las consecuencias de nada. De ese fluir tengo nostalgia a pesar de no haberlo vivido. ¿Cómo debía ser? Lo entiendo como lo más parecido a cuando uno viaja, pero de manera continuada. Ahora me quedo aquí y curro tres meses en este sitio que he encontrado y luego… No era toda esa generación, por supuesto. No sé si se va a repetir. Siento que queda lejos, también por el tema de las comunicaciones. Me decía una amiga de mis padres: ‘Nos pasábamos el día esperando’. A lo mejor alguien tardaba dos días en llegar, o dos meses. Me parece poético, porque esperando surge una posibilidad de reflexión, de introspección, de pensarse a uno mismo.
¿Tenía pensada ‘Romería’ cuando hizo ‘Estiu 1993’?
Tenía ya la preocupación, o la frustración, por la falta de memoria sobre mis padres, en ‘Estiu’ sobre mi madre. Me pasé toda la promoción de ‘Estiu’ diciendo que los recuerdos no se pueden generar, que te puedes apropiar del relato de otros pero no puedes generar tus propios recuerdos. Esto, claramente, ‘Romería’ lo quiere desmentir. En realidad, sí que se pueden generar recuerdos. Yo tengo el cine para crear imágenes que no tengo y resucitar a los muertos de alguna manera.
En las cartas de mi madre veo su manera de entender la vida, su relación con las drogas y con el trabajo, esa cosa que decía antes del fluir
¿Existen unos diarios de su madre?
Ya me gustaría, pero no. Existen unas cartas que son lo más preciado que me han podido ofrecer de ella. Tengo fotos, algún fragmento de vídeo, pero en las cartas está su manera de hablar, con ese catalán de la época. En las cosas que escribe, siento que hay un retrato generacional. Veo su manera de entender la vida, su relación con las drogas y con el trabajo, esa cosa que decía antes del fluir. Muchas las escribió desde Vigo, describiendo paisajes y el clima.
¿España falló como país en las crisis de la heroína y el sida?
Creo que fue el país con más casos de sida de Europa en ese momento, muy relacionados con la heroína. Quizá no se hizo mucho para pararlo. Tenemos a todas esas madres gallegas reclamando que se parara el narcotráfico, y hay mil historias así. Tuvo un impacto muy fuerte. Mis tíos me decían que todas las semanas tenían un entierro.
La heroína acabó asociada a un estereotipo marginal, pero ‘Romería’ muestra que no fue así.
Me parece que entró por clases medias y altas. Y afectó a todo tipo de gente, como el sida, eso hay que entenderlo. Luego las clases más altas se fueron alejando, pero empezó por ahi.
Le dicen a la protagonista de ‘Romería’ que no es que su padre no quisiera ir a verla, es que no podía ir a verla. En una historia con vuelo colectivo, parece una clave muy íntima.
Me ha ayudado a entender muchas cosas. Mi padre murió cuando yo acababa de cumplir dos años y mis padres estaban separados porque él no llegó a dejarlo, cosa que me permitió entender su historia de amor y el fin de su historia de amor. No pudo dejarlo. Parece que mi padre quería vivir así, que la heroína era una elección, pero llega un momento en que ya no es una elección. Comprender eso fue reparador.
Mi memoria está saciada y me siento libre
Diría que hay tres niveles en ‘Romería’: el tiempo presente de la película, la reconstrucción imaginada de la vida de los padres de la protagonista y una dimensión onírica que conecta ambos planos.
Esa dimensión onírica que dices es como una manera de entrar en el pasado. Añadiría el material que ella graba con la videocámara, que para mí es el cuarto nivel, con imágenes con otra textura y que resuenan en la parte imaginada. Siempre trabajamos con esos cuatro enfoques. Filmamos a la familia de manera diferente a las otras dos películas porque necesitábamos sentir la distancia de la protagonista que acaba de llegar a esa familia. En cambio, la parte del diario que ella imagina es una cosa más de cámara en mano y cercana a los personajes. Proponemos una película dentro de la película. Para mí la protagonista no sueña esa otra película, sino que la imagina, pero imaginar y soñar están muy cerca.
¿Ha tenido reacciones por parte de miembros de su familia paterna que hayan visto la película?
Bueno, en general, bien. Para mí es una película reparadora y creo que para ellos también un poco, aunque les haya devuelto una memoria incómoda.
¿Da por cerrado el ciclo de ficciones autobiográficas?
Al menos de mirar hacia el pasado, sí. Mi memoria está saciada y me siento libre. Ahora que ya he creado mi propia familia, a lo mejor les tocará algún día en un futuro.
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