Un sector versátil, aislado y con una venta basada en la exclusividad más que en el volumen. Así sobrevive la actividad vitivinícola en Canarias en un panorama «complicado», según explican representantes comarcales de este sector en las Islas. Las sequías son una de las principales causas de la merma de la producción, pero la disminución del consumo de vino a nivel mundial, la falta de relevo generacional para trabajar el campo y el surgimiento de plagas y enfermedades víricas suman más ingredientes al conjunto de problemas que amenazan el futuro del vino del Archipiélago.
El cambio climático es el gran señalado por los especialistas en el sector vinícola del mundo. Los eventos meteorológicos extremos e imprevisibles llevaron a la producción mundial de vino más baja en las últimas seis décadas en 2024: un total de 226 millones de hectolitros. En el caso particular de Canarias, tras dos años de sequía e inviernos con temperaturas más altas de lo normal para la época, la vid acarrea «un estrés y unas brotaciones muy escasas y débiles», explica Theo Hernando, secretario general de la Asociación de Agricultores y Ganaderos de Canarias (Asaga).
En cifras, la merma de la producción de este 2025 se estima en un 33%. Aunque en casos como el de la comarca de Tacoronte- Acentejo, según señala Mari Paz Gil, enóloga que trabaja en el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de esta zona de Tenerife, la reducción será incluso más significativa: de un 40%.
La respuesta que dan muchos agricultores ante la débil salud de las plantaciones –la mayoría cercanas al mar– apunta al traslado de los viñedos hacia las medianías y la cumbre. Esta medida, lejos de suponer una pérdida de superficie, podría recuperar terrenos hoy abandonados y garantizar mejores condiciones para la vid, que requiere ese descanso vegetativo que le darían las temperaturas más bajas de estas zonas, para así brotar con fuerza. Las condiciones térmicas son tan relevantes que tras un invierno y primaveras más regulares, las previsiones sobre la producción de 2026 son más positivas.
La superficie total de viña que se cultiva en el Archipiélago ocupa más de 8.000 hectáreas, por lo que abarca en torno al 16% de terreno dedicado a la agricultura y sitúa a la vid como el segundo cultivo de Canarias, solo por detrás del plátano. «Se producen 3.000 kilos por hectárea, muy por debajo de lo normal, que serían en torno a los 8.000 kilos», subraya Juan Jesús Méndez, presidente de la Denominación de Origen Protegida de Canarias. Una de las principales causas de esta baja productividad, según Méndez, es la falta de saneamiento vegetal, que hace que la planta «sea más propensa a contraer enfermedades víricas».
La escasa producción repercute directamente en la rentabilidad económica, lo que, junto con la ausencia de relevo generacional, culmina con el abandono del campo. En este sentido, Theo Hernando asegura que «el cultivo de las viñas requiere trabajo intensivo y horarios irregulares, incluyendo fines de semana», unas condiciones que las nuevas generaciones rechazan al preferir trabajos estables para conciliar su vida profesional y personal. En consecuencia, el mensaje de los viticultores es claro: sin mano de obra no hay producción y el sector muere.
Más allá de los factores climáticos y biológicos, los hábitos de consumo también hacen peligrar al sector. En tan solo un año, a nivel global, se registró una caída del 3,3% en la demanda de vino. Mari Paz Gil aporta un dato aun más revelador para el caso del Archipiélago: una reducción del 24% en la ingesta. «Antes se alcanzaba una media de 37 litros por persona al año y ahora apenas se consumen nueve», explica la enóloga.
En el conjunto nacional, el vino llega a más consumidores, pero con menor frecuencia y volumen por ocasión. De ahí que el vino haya dejado de ser un producto de consumo diario para situarse en momentos sociales o puntuales. Esto se debe a factores como el interés por una vida más saludable y la competencia con otras bebidas. Pero, no obstante, España sigue siendo el segundo país de la UE que consume alcohol con más frecuencia.
«Se vende todo el vino que se produce en las Islas», asegura el secretario general de Asaga. Aunque gran parte se destina al consumo local, los vinos canarios también ocupan un nicho internacional de alto valor en el segmento comercial del producto de autor o gourmet. De modo que, a diferencia de la Península, no peligran las exportaciones. Estados Unidos destacó como principal destino con 102.900 litros, el 32% del total de 321.000 litros que se comercializan en el extranjero. No obstante, las amenazas arancelarias anunciadas por el expresidente Donald Trump generan incertidumbre en el mercado, por lo que el Archipiélago ha incrementado su apuesta por el mercado asiático.
De hecho, además de EEUU, el Archipiélago lleva años optando por la diversificación de sus clientes y comercializa con Canadá, Bélgica, Noruega o Suecia. En este sentido, a través de misiones comerciales, participación en ferias internacionales, concursos y otros eventos, el Gobierno de Canarias y las empresas vitivinícolas por iniciativa privada han intensificado las labores de promoción con el objetivo de posicionar sus productos de alta calidad ante consumidores exigentes y abrir nuevas oportunidades en mercados emergentes, especialmente en Asia.
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