Felanitx ha amanecido hoy con resaca de una noche que quedará escrita en las páginas doradas de sus Fiestas de Sant Agustí. Anoche, en pleno corazón del municipio mallorquín, Amaral desplegó su ‘Dolce Vita Tour’ ante 5000 personas que abarrotaron el Parc Municipal Sa Torre, convertido por unas horas en soplos de brisa, tormentas de verano y lirios del campo. Eva Amaral y Juan Aguirre, como siempre, eternos.
El ambiente ya se encendió desde temprano. Felanitx, que estos días se transforma en un hervidero de actividades y conciertos por el centenario de sus fiestas, acogió a una multitud que llegaba no solo de los pueblos vecinos, sino también de otras partes de Mallorca. La promesa de escuchar himnos como Sin ti no soy nada o Marta, Sebas, Guille y lo demás, junto con las nuevas canciones de Dolce Vita, atrajo a devotos de todas las generaciones.
La encargada de abrir la velada fue Maria Hein, que jugaba en casa. Su propuesta, a medio camino entre el pop atmosférico y la intimidad cantada, encandiló a un público que la recibió con respeto y curiosidad, y que pronto se dejó arrullar por su voz y su propuesta únca.
Pasadas las diez de la noche, un murmullo colectivo recorrió el recinto. Eva vestida de negro, Juan con su inseparable guitarra, recordando a la última visita del dúo en la isla, el verano pasado en Calvià. Desde el primer estribillo, la multitud coreaba a pulmón abierto, en una especie de rito de comunión que ya no se rompería en toda la noche.
La velada no estuvo exenta de momentos de memoria y compromiso político, marca de la casa en Amaral. Sonó Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara, que puso un nudo en la garganta a más de uno. Eva agradeció a la Fundación Jara la cesión de las imágenes “que cada noche nos hacen acercarnos a él”, y el silencio respetuoso con el que fue recibida demostró la vigencia de su mensaje. También en Rompehielos o Revolución resonó esa mirada crítica, coreada con fuerza por un público consciente de lo que significa cantar esas palabras en pleno 2025.
“Mallorca es un lugar donde tenemos muchos amigos, de donde ha salido mucha música increíble. Muchos músicos muy cracks de los que hemos aprendido mucho. Cuando volvíamos a Zaragoza siempre nos imaginábamos Mallorca como una especie de tierra prometida, igual era una idealización, pero cuando conocimos a la gente nos dimos cuenta que tenéis algo especial. No se qué es. Es un sitio en el que nos quedaríamos un tiempo”, sentenció Aguirre.
No faltaron los himnos de siempre. Cómo hablar sonó como si cada asistente la cantara por primera vez en su vida. Resurrección, puso a saltar a todos los asistentes.
Cuando las luces se encendieron y los músicos se despidieron entre abrazos, la sensación era unánime: se había vivido una de esas noches que quedan grabadas en la memoria colectiva de un pueblo. Amaral no solo ofreció un recital impecable en lo técnico y desbordante en lo emocional, sino que también supo conectar con el espíritu festivo y comunitario que identifica a las Fiestas de Sant Agustí.
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