No por viejo conocido molestaba menos. El calor apretaba en la penúltima semana de agosto y la sombra, la playa, el paseo a partir de las 20 horas y la horchata eran los remedios más socorridos en aquella Alicante de 1975. A ese tema central, tan manido cada verano pero tan molesto y cada vez más preocupante, dedicaba el genial humorista Enrique una de sus viñetas para INFORMACIÓN tal semana como ésta pero de hace 50 años.
Aquella subida permanente de los termómetros afectaba a toda la provincia, aunque en algunos municipios la coyuntura era más preocupante. Benissa las pasaba canutas por la situación del pozo de Benidoleig, afectado por la sequía, que era el que le suministraba el agua. Aquél era un gravísimo problema para la zona, copada de residenciales turísticos y donde se estimaba que vivían unos 7.000 vecinos y otros 2.000 residentes en chalés diseminados. El suceso transcendió la comarca, la provincia e incluso el país. «El escándalo del agua en Benissa», titulaba la prensa extranjera tras haber alzado la voz muchos de sus compatriotas que vivíann, como mínimo un par de meses al año, en esas playas paradisíacas. Los jardines y las piscinas tenían prohibido usar agua en aquel mes de agosto donde el pozo de Benidoleig había menguado su caudal en 3.000 litros por minuto. Benissa, principal afectada, recibía algo menos de 1.000 cuando tenía derecho a 1.800.
En la ciudad, los alicantinos eran testigos del cambio de iluminación de la Rambla y de la avenida Costa Blanca; las antiguas farolas irían destinadas a otros barrios, conformados con recibir material de segunda mano. Esa otra Alicante, la que no salía en las postales turísticas, clamaba por cambios y poco a poco sus reivindicaciones iban pesando en la mesa consistorial. En aquel agosto era el turno del barrio de Los Ángeles, cuya urbanización, alcantarillado y pavimentación iban a costar 20 millones de pesetas. También nacía una nueva avenida, la de Catedrático Soler, en Babel, que se estimaba que estaría en funcionamiento en unos dos meses. El impedimento más firme, algún que otro propietario remiso con la expropiación de sus terrenos. En su derecho estaba. En la cola de peticiones figuraba también San Blas, que imploraba una zona verde toda vez que la ciudad había acabado de engullir el barrio sin apenas dejar espacio para un parque.
Con la intención de estirar los días de vacaciones, la playa del Postiguet acogía aquella semana la decimoséptima edición del concurso nacional de castillos de arena. En la final provincia se volvía a imponer el niño de 12 años Vicente Verdú, de Guardamar del Segura, que ya había ganado el mismo certamen el año anterior. A final de semana un temporal de levante dejaba en muchos municipios de la provincia 22 litros por metro cuadrado, una tormenta que calmó en buena medida la sensación de calor asfixiante. En Elche el termómetro bajó incluso hasta los 18 grados y tuvieron que lamentar algún que otro daño material por culpa de unas inoportunas bolas de granizo.
Desde Estados Unidos llegaban unas declaraciones de un sacerdote jesuita alicantino que había sido asesor para la película El exorcista. Pero no era ésa la noticia sino que el religioso explicaba que en New Britain había una colonia de unos 3.000 alicantinos que era la sensación de la zona. «No hablan español ni inglés, sino una especie de ‘valencianinglis’, hacen un arroz buenísimo con un agua que traen de Orba y todas las semanas hacen una obra de teatro en valenciano», confesaba.
El Hércules recibía aquel fin de semana al desconocido Home Farm, ganador de la Copa irlandesa y que en la temporada a punto de estrenar disputaría la Recopa. Los de Arsenio se impondrían por 3-1 en el último ensayo antes de abrir fuego oficial.