Suele decirse en el rugby que «puedes perder un partido, pero no salir derrotado del campo». Y eso ocurre cuando dejas todo en el césped y el rival te gana porque es mejor. La celebración de las españolas en el ensayo que anotaban en la jugada final ante Nueva Zelanda confirmaba que esta derrota ante Nueva Zelanda es la más dulce de la historia del rugby español. Un partido histórico para el oval español. Por el rival, las hexacampeonas del mundo, y por el desempeño de las Leonas ante un equipo superior que tuvo que trabajarse cada ensayo porque la defensa española fue heroica.
Las jugadoras saltaron al césped olvidándose del marcador y centrándose en las pequeñas batallas que debían librar ante las todopoderosas ‘Black Ferns’. Aún emocionadas tras recibir enfrente la haka, las de Juan González Marruecos comenzaron fijando su atención en la defensa. Un arma que debe hacer a España competir con Irlanda y puede permitirlas ganar a Japón. Entrega y compromiso que frenó con solvencia las estampidas kiwis. El primer fallo de placaje, que tuvo más que ver con el talento evasivo de Julia Miller, la estrella del rugby 7, se produjo en el minuto 13 y terminó con el primer ensayo sureño. Cinco minutos después llegó la segunda marca, esta vez generando superioridad por fuera.
Pequeños objetivos
Pero España, lejos de venirse abajo, siguió trabajando. Las Leonas se hicieron fuertes en las melés, bien trabajadas con Óscar Durán para este Mundial. Donde no llegaba el oficio, mucho mayor en las neozelandesas, llegaba el corazón. Como el de Nerea García, que salvó otro ensayo con un placaje decisivo y levantándose posteriormente para pescar la pelota. El tercer ensayo kiwi llegó en un pick and go en el que las isleñas castigaron la defensa española hasta encontrar a la poderosa Mikaele-Tu, que cargó posando otro ensayo. Pero en ese momento España pareció sacudirse la presión y una buena patada llevó a las Leonas a campo rival. Corría el minuto 25 cuando España pisaba por primera vez la zona de 22 local y el cuarto de hora que restaba se jugaría en su mayoría en campo neozelandés.
España trasladó la presión defensiva a territorio rival y sacó un par de melés que luego terminaron transformándose en golpes tras el buen trabajo del XV del León. Dos touches de la factoría de Miguel Velasco ‘Miguelón’ terminaron con Nerea García recogiendo la almendra muy arriba e iniciando un maul que las kiwis supieron colapsar metiendo manos a veces poco heterodoxas. Pero España siguió trabajando y en una jugada frente a palos la placadora neozelandesa no se retiró, lo que permitió a Amalia Argudo anotar los tres primeros puntos de España. Antes de acabar la primera parte Claudia Peña dejó la impronta de su calidad pescando una bola a escasos metros del ingoal español y sacando un obús con su derecho que mandó el partido de nuevo a la 22 de las Black Ferns. Las Leonas se habían soltado en ataque cuando la australiana Elia Goldsmith mandó a las jugadoras al vestuario con un 21-3 honroso, digno, reconfortante, ilusionante… 94 placajes, 94 batallas ganadas en una primera parte para la historia de las Leonas y del rugby español.
Nueva Zelanda sube el ritmo
Regresó Nueva Zelanda con más ritmo, subiendo las revoluciones y haciendo sufrir a la cortina defensiva española. Llegó un ensayo por fuera, pero las Leonas no rebajaron ni un gramo su compromiso para seguir cumpliendo los pequeños objetivos marcados por el seleccionador. Nerea García salvó otro posado kiwi en el último metro y el quinto ensayo sureño llegó en un maul que confirmó que las Black Ferns habían salido con el turbo del vestuario (35-3). Momento en que entró su majestad, Portia Woodman. Una figura del rugby, tanto femenino como masculino, que las Leonas se dieron el gusto de enfrentar. Una leyenda oval. Se venía el momento más crítico, con el banquillo neozelandés refrescando los pulmones y las piernas de su equipo, y con las españolas acumulando el cansancio de los esfuerzos continuos que exigía el choque. España logró enfriar el arreón isleño y con paciencia llevó el choque a campo contrario, donde las fases estáticas (melé y maul) españolas se hacían respetar sacando golpes que le volvían a acercar al pasillo de touch dentro de la 22 rival.
La exigencia física comenzó a pasar factura en forma de calambres que mordían los gemelos de Nerea y Lea Duscher. España se soltaba en campo rival con la pelota en las manos y obligaba a las kiwis a buscar por fuera el desequilibrio ante la fiereza del muro defensivo español en el eje. En defensa las Leonas negaban los espacios con subidas inteligentes que complicaban la fluidez del juego kiwi, con una buena aportación del banquillo español. Woodman colocaba el (47-3) a la hora de partido. Restaban veinte minutos para coronar una notable actuación, pero eran los minutos más complicados porque las neozelandesas que entraban al campo eran aún más destacadas que las kiwis. Pese a la inferioridad física, las españolas mostraban una gran disciplina concediendo solo tres golpes, por las seis faltas de disciplina sureña.
Sentaron bien los cambios a España, que alejó a las Black Ferns de camo propio y desplegó ataques interesantes que rondaban el ensayo. Pedía el seleccionador descaro e intención por la juventud de su plantilla, la más joven del Mundial, y se comenzó a ver cómo las Leonas se crecían con el oval en las manos. Pudo España pasar dos patadas sencillas frente a palos, pero la ambición llevó a elegir patada a touch para armar el maul y ganar también esa pequeña batalla. El ensayo llegó en la jugada final, en un golpe sacado a la mano con una carga final de las Leonas que posó Antolínez y sus compañeros y todo el estadio de York celebraron como si hubieran ganado el Mundial. Lo que habían logrado es ganarse el respeto de sus rivales y la admiración de esas niñas que ahora ven el rugby como un deporte atractivo para jugar.