Una tradición hoy prácticamente desaparecida en los pueblos de Zamora, símbolo de cortejo, o de unión entre dos enamorados: extender por las calles un carril de paja desde la casa de él hasta la puerta de ella. Un gesto realizado en la intimidad de la madrugada, normalmente entre dos casas del mismo pueblo, aunque se dieron casos en los que el carril se extendía por carreteras y caminos hasta el pueblo de al lado, si la pretendida era de allí: una hazaña nada fácil para la que el mozo, a buen seguro, habría necesitado la ayuda de varios compinches.
Aunque llevaba décadas sin practicarse, los jóvenes de Brandilanes, en la comarca de Aliste, decidieron rescatar esta costumbre popular para sorprender a una pareja de la localidad. Al despertar, los vecinos pudieron contemplar cómo la puerta de los enamorados quedaba unida por un camino dorado de paja, evocando recuerdos de antaño y reforzando el sentido de comunidad.
Con esta iniciativa, la juventud del pueblo demuestra que la recuperación de las tradiciones no solo mantiene viva la memoria colectiva, sino que también fortalece los lazos entre generaciones. El carril de paja de Brandilanes no solo ha unido a dos enamorados, sino que también ha reavivado en la comunidad el orgullo por sus raíces culturales.
Carril de paja. / Cedida