Francia busca reimpulsar su energía nuclear. El más nuclear de los países europeos se muestra dispuesto a seguir siéndolo como una forma de blindar su autonomía energética frente a las incertidumbres crecientes desde la invasión militar de Ucrania por parte de la Rusia de Putin. El presidente Emmanuel Macron anunció hace más de tres años un plan para lanzar el “renacimiento” de la energía nuclear gala. Tras un duro debate, la Asamblea Nacional francesa da carta de naturaleza al programa para redoblar la apuesta nuclear.
Una mayoría de diputados apoyó el pasado junio reactivar la energía nuclear en el país votando a favor de volver a incluir un artículo fundamental en el proyecto de ley respaldado por el Gobierno para una nueva programación energética y simplificación de la regulación del sector. La Asamblea respaldó ampliar la vida de las centrales nucleares operativas en el país y también la construcción de hasta 14 nuevos reactores de nueva generación hasta 2050.
Francia cuenta con 56 reactores operativos repartidos en 19 centrales nucleares que aportan casi el 70% de la electricidad que produce el país. El texto avalado por la Asamblea Nacional apuesta por mantener en funcionamiento a largo plazo al menos 63.000 megavatios (MW) de potencia nuclear ya existente y la construcción de 27.000 MW nuevos en los próximos veinticinco años. El plan pasa por levantar seis nuevos reactores con 10.000 MW a partir de 2026 y decidir a finales de ese año si se construyen otros ocho reactores más con la potencia restante.
Los diputados de la Asamblea dejaron fuera del redactado final algunos de los aspectos que sí apoyó previamente el Senado francés, en los que se comprometía el objetivo de que las centrales nucleares siguieran aportando más del 60% de toda la electricidad del país en 2030 y más del 50% más allá de 2050, así como el plan de iniciar la construcción de un pequeño reactor modular (SMR) para 2030.
El plan nuclear de Macron
Fue en febrero de 2022 cuando el presidente Emmanuel Macron anunció su plan para un “renacimiento” de la energía nuclear francesa, con el objetivo de años en que la apuesta nacional por nuevas nucleares había decaído. Durante la presidencia del socialista François Hollande, el gobierno galo apostó por reducir la dependencia de la energía nuclear del 75% al 50% para 2035, ante la presión de los grupos ecologistas para impulsar la transición hacia las energías renovables. Con la llegada del presidente Emmanuel Macron, los primeros años siguieron bajo la misma filosofía de reducir el peso de esta energía, pero la invasión rusa y la guerra en Ucrania sirvió al nuevo Gobierno para agarrarse a una nueva postura de apuesta por la energía nuclear.
La estrategia pasa por la combinación de ampliación de la vida de los reactores actuales y la construcción de otros nuevos. La idea que respalda el Gobierno, ahora comandado por François Bayrou, pasa por prolongar la vida de estos reactores el máximo tiempo posible, pero eso supone una costosa inversión de modernización de las infraestructuras. Según los cálculos del grupo energético estatal EDF, esto podría obligar a inversiones de unos 50.000 millones de euros en los próximos cinco años. La compañía ya gastó en 2024, cerca de 5.000 millones de euros solo en el mantenimiento y operación de sus 19 centrales nucleares en el país.
El plan se completaría con la puesta en funcionamiento reactores de nueva generación (EPR y EPR2). En 2022, el presidente Macron ya anunció un programa para construir seis nuevos reactores y la posibilidad de otros ocho antes de 2050. Sin embargo, este proyecto presenta algunos contratiempos: el posible retraso de las obras (como ha sucedido con la central de Flamanville) y su elevado coste final.
Inversiones disparadas
Los nuevos reactores EPR2 propuestos por Emmanuel Macron deberían empezar a construirse en 2027 para entrar en funcionamiento en 2038. El coste del programa inicial se estimó en 51.700 millones de euros, y el Ejecutivo ya revisó sus previsiones de inversión hasta los 67.400 millones de euros. Una cifra que no se detendrá ahí y que algunas voces del sector alertan de que la factura podría alcanzar los 100.000 millones de euros, el doble de la estimación inicial, y que tendría que asumir en un 50% el gobierno francés mediante préstamos a la compañía EDF.
Y todo ello en un momento en que el Gobierno de Bayrou ha lanzado un durísimo plan de recortes económicos y sociales para tratar de cuadrar las cuentas públicas francesas que arrastran un enorme déficit y una colosal deuda. El Tribunal de Cuentas galo pone en duda que Francia pueda acometer actualmente el costoso programa de reimpulso de su nuclear.
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