Los municipios del Pla siempre serán los últimos de la fila. Hay numerosos hechos que así lo confirman, pero el modo en que las administraciones afrontan ahora la escasez de agua, es la gota que colma el trato ofensivo y discriminatorio. Ni siquiera los proyectos de «turismo sostenible» que se manejan ahora para la comarca han contemplado en serio que para ello también se necesita beber, regar y limpiar.
La isla de la muralla turística en su litoral ha dado la espalda a su antiguo granero y proveedor de hortalizas y el Govern le hace la ola. Dado que la Mancomunitat se ha atrevido a llorar un poco, a lo mejor le hacen el favor de declarar el Pla zona de emergencia para que así paguen justos por pecadores y se pueda hacer el regalo «sin precedentes» de pagar los camiones cisterna a cargo del Impuesto de Turismo Sostenible. Visto que el problema de la sequía es grave particularmente en su municipio, ni siquiera el conseller muntuïrer, Jaume Bauzá, se ha mojado.
Limosna es la asignación más digna que se puede otorgar al goteo de agua en camiones cuando la red de abastecimiento clama reseca. El problema del agua en el Pla no es sobrevenido. Existe porque el Govern, anterior y actual, no ha querido saber nada de pozos y cisternas y porque los ayuntamientos, digámoslo todo, no se han puesto fuertes y exigentes en el momento oportuno. En el carrer Forà de Ariany existe el mismo derecho y necesidad de tener agua potable que en Jaume III de Palma.
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