Este martes, un terremoto de magnitud 8,8 ha sacudido las profundidades del océano Pacífico, frente a las costas del sur de la península de Kamchatka, en Rusia. El seísmo, uno de los más potentes jamás registrados en esta región del planeta, se ha sentido a cientos de kilómetros del epicentro y ha activado las alertas de tsunami en varios países del cinturón de fuego del Pacífico. A falta de una evaluación completa de daños, los sismólogos coinciden en que se trata de un «megaterremoto» que podría pasar a la historia por su intensidad y por las características geológicas que lo han provocado. Los registros confirman que podría ser el sexto más potente jamás registrado en el planeta.
El terremoto se ha producido en una de las zonas con mayor actividad sísmica del planeta: el límite entre la placa del Pacífico y la placa de Okhotsk, un segmento de la gran placa Euroasiática. En este punto del mapa, la placa del Pacífico se está hundiendo lentamente por debajo de la de Okhotsk, en un proceso conocido como subducción. Este movimiento ocurre a un ritmo de entre 8 y 9 centímetros por año, más o menos la velocidad a la que crecen las uñas humanas. Pero lejos de ser un desplazamiento suave y constante, la fricción entre ambas placas impide que se deslicen con normalidad y esto provoca que la tensión se va acumulando bajo tierra durante décadas, incluso siglos, hasta que finalmente se libera de forma abrupta en forma de un terremoto. Y eso es, precisamente, lo que ha ocurrido este martes.
El temblor ha sido provocado por un tipo de ruptura en la que una de las placas tectónicas empuja con fuerza hacia arriba a la otra, generando así movimientos de gran violencia
Lo que ha hecho que este terremoto sea especialmente violento no es solo su magnitud, sino la forma en que se ha producido. Según los primeros análisis del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el temblor ha sido provocado por una falla inversa, un tipo de ruptura en la que una de las placas tectónicas empuja con fuerza hacia arriba a la otra. Este movimiento vertical desplaza grandes bloques de la corteza terrestre en cuestión de segundos. En este caso, todo apunta a que la fractura ha sido amplia y profunda, lo que ha liberado una enorme cantidad de energía. Se sabe que este tipo de terremotos no solo generan sacudidas más intensas, sino que también tienen un mayor potencial destructivo debido al tamaño del área afectada.
Un terremoto con riesgo de tsunami
Los terremotos de subducción como este, en los que una placa oceánica se hunde bajo otra, son los más propensos a generar tsunamis en cuestión de horas. ¿Por qué? Porque el levantamiento repentino del fondo marino puede desplazar enormes cantidades de agua desde el fondo del mar, que se traduce en olas gigantes que pueden viajar a gran velocidad por todo el océano. En este caso, el violento empuje vertical de la corteza bajo el lecho marino podría haber desplazado varios metros cúbicos de agua en cuestión de segundos. El fenómeno ha obligado ha activar alertas por tsunami en varios países bañados por el océano Pacífico, entre ellos Japón, los territorios estadounidenses de Hawái y Alaska, Canadá y en varios países de Latinoamérica.
Tras un terremoto de esta magnitud es altamente probable que se produzcan réplicas de gran magnitud en los días e incluso semanas siguientes. Los expertos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) advierten que algunas de estas réplicas podrían superar la magnitud 7, lo que las convertiría en terremotos significativos por sí solos. En este sentido, los geólogos advierten que aunque estos fenómenos suelen ser de menor intensidad que el evento principal, las sacudidas pueden seguir causando daños en infraestructuras debilitadas y aumentar el riesgo de corrimientos de tierra o nuevos tsunamis si se producen en zonas cercanas al lecho marino. La región deberá mantenerse en alerta hasta que la actividad sísmica se estabilice.
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