Los colombianos no salen todavía del asombro. Álvaro Uribe fue el hombre fuerte de ese país entre 2000 y 2008, el promotor de la política de «seguridad democrática» que asestó duros golpes a las FARC. Y fue también, fuera de la presidencia, una figura determinante al punto de promover como heredero a Juan Manuel Santos, algo de lo que se arrepentiría hasta la vergüenza, y constituirse en el gran líder y mentor de la derecha con la creación del Centro Democrático. Ese es el hombre que fue encontrado responsable de los delitos de fraude procesal y soborno en actuación penal, y absuelto por en un hecho de soborno simple. El viernes se conocerán los detalles del fallo y el alcance de la sanción. La defensa de Uribe insistirá en su inocencia en su segunda instancia. Sus seguidores han iniciado una batalla virtual en defensa de la inocencia del exmandatario. Su situación gravitará de manera especial de cara a las elecciones presidenciales de mayo venidero.
Por lo pronto, Colombia es epicentro de reacciones encontradas. No podía suceder de otra manera en un país tan polarizado. «La sentencia es un momento histórico, no solo por la importancia de la persona que ha sido procesada penalmente, sino porque la justicia de nuestro país demostró que puede actuar de manera transparente, rigurosa, juiciosa y sin apasionamientos», señaló el diario bogotano ´El Espectador` en su editorial de este martes. «En medio del ruido esperable que esta decisión genera, es justo que todas las personas, sin importar su orientación política, se den la oportunidad de escuchar la manera en que la jueza Sandra Heredia justificó su actuar. También es momento de recordar que el proceso no ha terminado, que hay espacio a apelaciones». La publicación reconoce que un juicio de esta importancia despierta enormes pasiones. «Que se juzgue a un actor político tan influyente como Uribe inevitablemente genera la tentación de leer el fallo con lentes partidistas». Sin embargo, «no hay evidencia que permita concluir que la jueza (Sandra Heredia) haya actuado fuera del derecho«. Se debe «reconocer la legitimidad de la sentencia y rechazar con firmeza las voces que, sin fundamento, intentan presentarla como una persecución política». El primero en esbozar esa hipótesis fue nada menos que el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, añadiendo en un nuevo frente a la conflictiva relación que mantiene Washington con el Gobierno de izquierdas que encabeza Gustavo Petro.
El razonamiento de ´El Espectador` es compartido, por una parte, del país después de que la fiscalía pudo demostrar que se intentó sobornar al testigo Juan Guillermo Monsalve, hijo de un mayordomo de la hacienda Guacharacas de la familia Uribe Vélez, para que cambiara su declaración. Su testimonio tenía aristas inquietantes: en esa finca de la región de Antioquia se habrían organizado grupos paramilitares de ultraderecha. El caso Uribe ha tenido una deriva paradójica desde 2012. Al principio, el expresidente embistió en los tribunales contra el senador de izquierdas Iván Cepeda por manipular testigos para enlodarlo con los paramilitares. Pero el Tribunal Supremo dio un giro sorprendente: el denunciante terminó siendo el investigado por la supuesta búsqueda de testigos falsos. De acusado, Cepeda pasó a ser víctima. El senador tomó el dictamen de la jueza Heredia con mesura. A su criterio, más que una venganza personal, habría, según el portal ´La Silla Vacía`, la posibilidad de «exorcizar todos los pecados, mentiras y falsificaciones, y afrontar la verdad».
Desconfianza o impugnación
En una Colombia acostumbrada a las divisiones políticas desde su nacimiento como nación, la suerte de Uribe no podía, sino provocar opiniones muy encontradas. Señaló al respecto José Manuel Acevedo, director de noticias de la cadena de radios RCN: «todos podemos debatir de fondo el fallo proferido por la juez del caso de Uribe, ¡claro que sí!, pero nadie puede poner en riesgo la vida de esa juez o desacatarla por muy en desacuerdo que la gente reclame estar. Sin embargo, las asimetrías hay que señalarlas cuando creemos que la justicia no está en la imposición de sanciones en contra de los que nos caen mal y la absolución de los que concuerdan con nosotros, sino cuando los desbalances son tan notorios que plantean dilemas morales de fondo que no se pueden eludir». Para Acevedo, el dictamen «deja abierta la discusión sobre estas asimetrías y la construcción de un Estado en el que el doble rasero jamás podrá ser la salida«. La revista ´Cambio` se ha preguntado si el uribismo podrá «levantarse políticamente» tras el fallo de la justicia. Tanto el Centro Democrático como otros sectores del espectro conservador se unieron en bloque para rechazar la decisión de la jueza Sandra Heredia «y pidieron a sus seguidores prepararse para buscar una victoria en las urnas que reivindique al expresidente. ¿Lo lograrán?».
El espejo latinoamericano
A escasos siete meses de las elecciones legislativas y 10 meses de las presidenciales, el nombre del adalid de la controvertida «seguridad democrática» se prepara para estar en el centro de las reivindicaciones de la derecha en calidad de perseguido político. La idea de la politización de la justicia ha campeado en otros países como Brasil, Argentina y Ecuador, donde en distintos momentos sus líderes Luiz Inacio Lula da Silva, Cristina Fernández de Kirchner y Rafael Correa, fueron objetos de causas penales. Lula estuvo en la cárcel y se anuló el juicio por enormes evidencias de manipulación. Fernández de Kirchner comenzó a cumplir una prisión domiciliaria sin dejar de reivindicar su inocencia. Correa se encuentra en el exilio. Desde las antípodas ideológicas, Uribe pasa ahora a formar parte de esa familia como integrante anómalo.
Jerónimo Uribe, hijo del expresidente, ha presentado lo que podría ser uno de los principales insumos retóricos para la indignación. «Hoy celebran: Farc y Timochenko (último jefe de la guerrilla), narcoterroristas impunes. También Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, los jefes del cártel de los Soles». También celebran «Gustavo Petro, el presidente que ha presionado a la justicia. Y, por supuesto, Juan Manuel Santos. Indultó a los primeros, fue socio de los segundos y se reeligió con la ayuda de y ayudó a elegir al tercero».