El hambre y la malnutrición en el mundo siguen teniendo cifras de espanto. Entre 638 y 720 millones de personas, es decir, entre el 7,8 % y el 8,8 % de la población mundial, no tuvieron suficiente comida en 2024. La cifra supone una ligera mejora respecto a 2023, sobre todo gracias a avances en el sur y sudeste asiático y en América Latina. Sin embargo, la situación es particularmente preocupante en África, donde el hambre martirizó el año pasado a unas 307 millones de personas, el 20 % de la población africana.
La información ha sido divulgada este lunes en el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2025 (SOFI, por sus siglas en inglés), el principal análisis anual de la FAO, PMA, FIDA, OMS y Unicef.
En 2024, la inseguridad alimentaria ha aumentado «en África y ha caído en América Latina y el Caribe; ha disminuido gradualmente en Asia a lo largo de varios años consecutivos, mientras que, según nuevas estimaciones, en Oceanía y en América septentrional y Europa se registró un leve descenso de 2023 a 2024 tras varios años de crecimiento», ha constatado el informe. «A escala mundial y en casi todas las regiones, la prevalencia de la inseguridad alimentaria es mayor en las zonas rurales que en las urbanas, y afecta más a mujeres que a hombres», ha añadido.
En este contexto, siempre en África, el número de personas que no han podido permitirse una dieta saludable subió de 864 millones a algo más de 1.000 millones en este período (del 64 % al 66,6 %); y más en general, en los países de ingresos bajos, el número aumentó de 464 millones en 2019 a 545 millones (72 % de la población) en 2024, ha señalado el informe.
África, en la diana
De hecho, las previsiones para el futuro de África tampoco son buenas. «Si las tendencias actuales continúan, para el año 2030, el número de personas crónicamente desnutridas será de alrededor de 512 millones, y el 60 % de todas las personas desnutridas en el mundo vivirá en África», ha señalado Máximo Torero, economista jefe de la FAO, en unas declaraciones difundidas por la organización.
En esta línea —además de la volatilidad de precios globales, que afectan especialmente a muchos países africanos importadores de alimentos—, Torero también ha explicado el porqué de los malos datos del continente. «En primer lugar, las presiones demográficas siguen siendo altas en África, mientras que las mejoras en la productividad agrícola son limitadas. La producción de alimentos simplemente no puede seguir el ritmo del crecimiento poblacional en muchas zonas», ha precisado Torero.
«En segundo lugar, estas regiones se ven afectadas por factores de choque: conflictos, fenómenos climáticos extremos y recesiones económicas. Estos impactos se interrelacionan y refuerzan entre sí, debilitando sistemas agroalimentarios ya frágiles. Las zonas en conflicto, como Sudán y el Sahel, enfrentan desafíos especialmente graves. […] Además, el clima representa una amenaza seria» en el continente, ha agregado el experto.
Precio de los alimentos
De hecho, entre las causas de la situación ha estado la inflación y, sobre todo, los aumentos de precios de los alimentos, una tendencia en alza desde 2021. Por ello, «la inflación de los precios de los alimentos ha ralentizado el proceso de recuperación posterior a la pandemia de la COVID-19 en términos de seguridad alimentaria». Algo que ha afectado —de nuevo— más a las economías de ingresos bajos. «Esta tendencia ha mermado el poder adquisitivo de los hogares, lo cual probablemente tenga consecuencias para la seguridad alimentaria y la nutrición», han destacado.
Como consecuencia, de hecho, también se ha registrado un retraso en la recuperación de los salarios, «especialmente en los países con conflictos». Un reflejo también de cuán lejos está el mundo de la Agenda 2030, que tenía como objetivo la erradicación del hambre y la malnutrición en el mundo.
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