En
plena temporada estival, cuando los días se alargan y las rutinas
escolares se diluyen, en Cope Navarra ponemos el foco, en nuestro
espacio «Escuela
de Familia», en
el uso o incluso, el abuso, de las pantallas.
En
Navarra, al igual que en otras comunidades, también hay preocupación
respecto al uso de las pantallas por parte de los menores. De hecho,
según el último informe de los responsables del programa Suspertu
de Proyecto Hombre, el abuso de las pantallas es especialmente
alarmante entre los adolescentes, “con
unas edades de inicio que llegan a los 11-12 años”.
Para
tratar esta problemática, hablamos con Raimon
Pelach,
desde la Asociación Navarra de Pediatría, quien advierte de que
“muchos
padres no saben hasta qué punto puede ser problemático”
un abuso de las pantallas por parte de sus hijas e hijos.
El
salvavidas que puede hundir
UN SALVAVIDAS QUE PUEDE HUNDIR
Durante
el curso escolar, los niños están ocupados gran parte del día:
colegio, extraescolares, deberes… Pero cuando llega el verano, ese
calendario repleto de actividades se transforma en un vacío que
puede ser abrumador tanto para padres como para hijos. “La
pantalla aparece como un salvavidas,
algo que calla, entretiene y ocupa. Pero si abusamos de ellas,
acabamos
desconectando emocionalmente de nuestros hijos”,
apunta Raimon.
En
lugar de convivir, muchos adultos optan por ofrecer un dispositivo
como distracción. “Los
niños no piden pantallas, piden tiempo.
Están demandando presencia, atención, compañía. Y nosotros, en
lugar de ofrecer eso, les damos una tablet o el móvil. Ese es el
gran error”, denuncia en los micrófonos de Cope Navarra.
La
pérdida del deseo y del juego
DEMASIADOS ESTÍMULOS
Raimon
explica una anécdota que ilustra cómo ha cambiado la infancia en
pocos años. “Antes un niño soñaba con tener una pelota para
jugar. Ahora tienen diez y no saben con cuál hacerlo. Hemos
saturado de estímulos y quitado el deseo”,
advierte.
De
hecho, Pelach, pone un ejemplo sobre una escena familiar reciente:
tres niñas, de cinco, seis y ocho años, pasaron una hora
completamente absortas en la lectura de un libro junto a su abuela.
“No había pantallas. Solo un libro con juegos de pistas. Ellas
mismas se sorprendieron de cuánto habían disfrutado.
Lo que marca la diferencia no es la tecnología, es el tiempo
compartido con sentido”,
asegura.
Aburrirse
es necesario
ABURRIRSE ES NECESARIO
Uno
de los mensajes clave que deja el experto es que el
aburrimiento no solo no es malo, sino que es necesario.
“Cuando un niño dice ‘me aburro’, yo respondo ‘enhorabuena,
querido’. Porque ahí empieza su imaginación. El
aburrimiento es la puerta de entrada a la creatividad”,
explicó.
Esa
falta de imaginación, precisamente, es uno de los déficits que
Raimon observa en las aulas a través de orientadores y tutores. “Los
niños se frustran con facilidad porque no saben tolerar el vacío.
Están acostumbrados a estímulos constantes. Y claro, aburrirse en
clase no es lo mismo que aburrirse en casa, donde puedes elegir
inventar algo nuevo”.
Normas
claras, mensajes firmes
NORMAS CLARAS Y SER EJEMPLO
Llegados
a este punto, te puedes estar preguntando: ¿Qué hago entonces
cuando un niño pide ver el móvil en un restaurante? ¿O insiste en
usar la tablet todos los días?
Raimon
es claro: “No
hay que tener miedo a decir que no. Si hoy no se lleva la tablet, se
explica, sin grandes discursos.
El problema es ceder. Cuando los padres ceden una vez, el niño
entiende que puede volver a conseguirlo”, dice. Y añade una
anécdota reveladora: “Un niño en consulta me confesó: ‘Yo le
pido cosas a mi madre que creo que me va a decir que no… y me dice
que sí’.
Para
Raimon, poner límites no es castigar: es cuidar. “Las normas
y límites transmiten seguridad.
Eso es lo que necesitan: saber hasta dónde pueden llegar. Lo
entienden mejor de lo que creemos”.
El
ejemplo adulto, clave para educar
Los
adultos también tienen que estar dispuestos a reinventarse. “Si
vas a comer con niños, llévate
un lápiz y un papel. Invítales a dibujar el postre o a imaginar
cómo será la comida.
No es tan difícil. Solo requiere implicación, anticipación y
creatividad. Justo lo que estamos tratando de fomentar en ellos”,
afirma.
Incluso
los gestos más sencillos pueden marcar la diferencia. “Una cuchara
puede ser una nave espacial si el niño tiene espacio para imaginar.
Pero si siempre le das una pantalla, lo condicionas a esperar
estímulos externos”.
Más
tiempo real, menos virtual
MÁS TIEMPO REAL Y MENOS TIEMPO VIRTUAL
En
definitiva, el mensaje que deja en Cope Raimon es claro: menos
pantalla, más vínculo.
“La pantalla no es mala en sí, tiene usos útiles. Pero no puede
sustituir al tiempo real, al juego, a la conversación, a la atención
compartida. Porque educar
también es estar presentes, incluso en el aburrimiento”,
concluye.
Con
el verano todavía en pleno auge, la propuesta es sencilla y
desafiante a la vez: imaginar
juntos, convivir más allá de las pantallas y confiar en que los
niños pueden mucho más de lo que parece.