Este 2025 iba a ser el año del cambio, el arranque de una era de prosperidad en Hungría. Así lo prometió el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, en un discurso en febrero a los diez millones de ciudadanos. Sin embargo, los indicadores económicos revelan una historia muy diferente: Hungría se ha embarcado en la resbaladiza pendiente de la recesión, marcada por una inflación galopante, un florín en caída libre y unas perspectivas de crecimiento muy dudosas. El PIB per cápita con paridad de poder adquisitivo (48.600 dólares) es inferior al de Rumanía (49.200 dólares) o Rusia en guerra (49.300 euros). De Polonia queda aún a más distancia.
El ultranacionalista Viktor Orbán lleva dominando la escena política húngara desde 2010. Ha aprovechado sus sucesivas mayorías parlamentarias para acaparar poder y crear un aparato de propaganda a su servicio. Controla los medios de comunicación, salvo excepciones, y ha estrujado el Estado de derecho aunque ello le ha llevado a perder el acceso a fondos de la UE, unos 18.000 millones de euros siguen bloqueados, vitales para impulsar la economía.
Su dominio político también lo ha utilizado para repartir prebendas procedentes del sector público entre sus acólitos. De igual forma, reparte beneficios sociales a sus eventuales votantes.
Los sondeos en contra de Orbán
Pero el viento sopla en su contra. Por primera vez desde que volvió al poder en 2010 (ya fue primer ministro entre 1998 y 2002) su partido, el Fidesz, se sitúa por debajo de Tisza, la formación de Péter Magyar, que dio la sorpresa en las últimas europeas al lograr casi el 30% de los votos (siete representantes). Magyar, que formó parte del círculo de Orbán ya que su ex mujer, Judit Varga, era ministra de Justicia, es ahora eurodiputado.
En apenas un año Magyar ha pasado de ser un desconocido a disputar el poder a Orbán con opciones reales de vencerle en las urnas. Tisza cuenta con el 45,9% de los votos y el Fidesz el 36,6%. Las elecciones legislativas se celebran en abril así que nada está aún decidido.
Orbán dará la batalla y tiene muchas armas a su alcance, pero como se ha visto en el éxito de la convocatoria de la celebración del Orgullo en Budapest, que quiso impedir, hay una sociedad que está harta del primer ministro y sus tejemanejes. Especialmente se aprecia este rechazo entre los jóvenes y la población con mayor educación. Muchos están dispuestos a apoyar a cualquiera que acabe con el poder de Orbán. Sería clave si realmente se movilizan y votan.
Al nivel de Bulgaria
El bolsillo va a ser clave a la hora de votar. La caída del poder adquisitivo, junto con el constante aumento del coste de la vida, amenaza la vida cotidiana de miles de hogares, especialmente los jubilados o la gente que vive en zonas rurales. Pero también notan el impacto de la inflación, la mayor de la UE, los húngaros de clase media. En su momento álgido, en 2023, los precios subían a un ritmo anual del 26 %. En los últimos meses de 2024 se estabilizó en torno al 3% pero a partir de enero volvió a aumentar hasta el 5,7%.
«Hungría es el país de la UE con peor nivel adquisitivo. Estamos al nivel de Bulgaria. La sociedad húngara es cada vez más pobre y no hay esperanza de cambio», señala István Hegedűs, director de la Hungarian Europe Society. «A su vez Hungría es probablemente el país más corrupto de la región. No se trata de pequeñas corruptelas. Es una economía capturada por el Estado. No hay competencia real», añade Hegedűs.
Según la Comisión Europea, Hungría debería crecer a un ritmo de apenas el 0,8 %, cuatro veces menos que Polonia. Además, el país está endeudado hasta las cejas (75 % del PIB); tiene que destinar el 5 % del PIB al servicio de la deuda. Es la tasa más alta de la UE. Esto se debe a que la rentabilidad de los bonos húngaros a 10 años es de hasta un 7%: eso es lo que exigen los inversores por el riesgo de comprar instrumentos de deuda húngaros.
Ni favores de Trump ni de Putin
«La economía húngara no va a ninguna parte», confiesan los economistas. Muchas de las fuentes de crecimiento en las que apostó Orbán no han dado los resultados esperados. No ha logrado beneficiarse de las buenas relaciones con Rusia: nadie sabe cuánto paga Hungría por el petróleo y el gas pero no lo compra a precio de saldo. Tampoco ha recibido ningún trato de favor por parte de Donald Trump, a quien siempre ha defendido. Los aranceles de EEUU a la Unión Europea afectarán a Hungría, no habrá excepciones.
Otra forma de lograr el crecimiento era atraer fábricas de baterías de China y Corea del Sur. Pero las empresas automovilísticas alemanas no quieren comprarlas. Ellas mismas tienen graves problemas de ventas. Hungría, además, está sufriendo por su dependencia del sector automovilístico alemán, en grave crisis.
Como escribe Ilona Gizińska, investigadora del OSW de Varsovia, «en el contexto actual, el principal problema del Fidesz es la precaria situación económica del país, que el gobierno intenta achacar a la situación internacional. Sin embargo, la población empobrecida parece cada vez más consciente de que el nivel de vida en Hungría está empezando a ser inferior al de los países vecinos«.
El mayor apoyo al Fidesz se alcanzó durante la prosperidad económica de 2013-2019, cuando la clase media húngara se desarrollaba rápidamente. Mientras tanto, el gobierno lleva un año y medio antes de las elecciones haciendo promesas de campaña de exenciones fiscales y prestaciones sociales, que será complicado cumplir por el estado actual de las finanzas públicas y la falta de perspectivas significativas para descongelar los fondos de la UE bloqueados por el mecanismo de condicionalidad.
Oligarcas en el entorno de Orbán
El declive económico, que impacta en gran parte de la población, contrasta con el lujo estratosférico en el que vive el entorno del primer ministro. No es casualidad que Lőrinc Mészáros, el hombre más rico de Hungría, proceda de Székesfehérvár, la cuna de Orbán. Su fortuna, impulsada gracias a los contratos públicos, está ligada a la construcción y los medios de comunicación.
István Tiborz, yerno de Orbán, figura entre las diez mayores fortunas del país. Empezó suministrando iluminación a gobiernos locales y ahora posee acciones en el sector inmobiliario, turístico, bancario. En marzo pasado el presidente del Banco Nacional, György Matolcsy, a quien Orbán consideraba su mano derecha, tuvo que dejar el cargo. Han desaparecido mil millones.
Péter Magyar está haciendo girar su programa político en torno a esta frustración. No solo promete luchar contra la corrupción omnipresente de Orbán, sino que también señala el dramático estado de la educación y la sanidad, partidas presupuestarias que el régimen húngaro ha descuidado, como todo aquello que no se traduce en resultados a corto plazo.
En su manifiesto, el líder de la oposición, Péter Magyar, señala: «Miles de millones han desaparecidos en fundaciones, concesiones, compañías offshore, y bancos de amiguetes… El papel del estado es proteger los bienes públicos y protegerlos de los oligarcas y de los regímenes corruptos».
Magyar ha anunciado que, de resultar vencedor, trabajaría para desbloquear los fondos de la UE y plantearía un límite constitucional de dos mandatos para el primer ministro, aumentará el salario mínimo y mantendrá los beneficios familiares. También aboga por congelar la deuda pública, suspender la venta de activos nacionales y hacer que los ricos paguen más impuestos.
Un sistema electoral desproporcionado
Sin embargo, hemos de tener en cuenta que el sistema electoral ha sido rediseñado por el Fidesz para su beneficio. El sistema electoral es muy desproporcionado y favorece considerablemente al ganador. De esta forma, el Fidesz pudo lograr una mayoría parlamentaria de dos tercios, con un apoyo del 44 % (en 2018) y del 53 % (en 2022). Incluso puede hacer más modificaciones para perjudicar a Tisza.
La proximidad de las elecciones probablemente impulsará al gobierno a utilizar métodos probados para mantener el apoyo mediante prestaciones sociales. Entre los anuncios para el próximo año se incluyen la introducción de prestaciones adicionales de vivienda para familias, la devolución del IVA en diversos productos alimenticios para personas mayores y exenciones vitalicias del impuesto sobre la renta para madres con dos o más hijos.
El Parlamento acaba de aprobar una ley que elimina el límite de gastos para la campaña electoral. Todo el aparato del Estado se pondrá al servicio de la victoria del Fidesz. Orbán presentará a su rival como un político sin experiencia y combinará las prebendas con el recurso al miedo, o la difamación del contrincante.
Lo que parece improbable es que Tisza logre una mayoría de dos tercios. Y el sistema está tan rediseñado a la medida iliberal de Orbán que hay un gran número de leyes relativas a las esferas más importantes de la actividad estatal que requieren dos tercios para ser modificadas. De este modo, Orbán, incluso derrotado, podrá obstaculizar las acciones de un gobierno de Magyar.
Es el problema al que se enfrentan los países donde se ha dinamitado el estado de Derecho. La vuelta a la normalidad democrática es muy compleja. También suelen fundarse sobre la polarización de modo que el rival político pasa a ser el enemigo acérrimo. Gobernantes como Orbán se juegan tener que rendir cuentas de sus abusos cuando dejan el poder.
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