el peso psicológico de seguir en casa

La emancipación en España se retrasa cada vez más: vivir con los padres hasta los 30 años ya no es una excepción, sino la norma. Pero este fenómeno, más allá de lo económico, tiene consecuencias psicológicas profundas. Muchos jóvenes crecen con la expectativa, heredada de sus padres, de alcanzar la independencia en torno a los 25: tener trabajo, casa, pareja o al menos un rumbo propio. Cuando la realidad no cumple con ese guion, se activa un conflicto entre el yo ideal (quien creían que serían) y el yo real (quien todavía son). Esta distancia emocional no solo genera frustración y ansiedad en los jóvenes, sino también malestar, culpa e impotencia en los padres. Comprender esta disonancia es clave para entender el malestar que habita muchas casas hoy.

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