La Región de Murcia alberga pequeños municipios que conservan la esencia de lo rural, el sabor de la tradición y paisajes que más bien parecen espectáculos naturales. Si quieres escapar del bullicio urbano, estas son diez propuestas que, a veces, se pasan por alto en las guías turísticas.
Ubicado en pleno Valle de Ricote, Ojós es conocido como un ‘Museo Vivo del Agua’ por la abundancia de manantiales, acequias y obras hidráulicas. Pasear por sus calles es también un recorrido por la huerta tradicional murciana.
Con su imponente torre árabe dominando el horizonte, Aledo combina historia medieval y naturaleza. Desde su casco antiguo se accede fácilmente al Parque Natural de Sierra Espuña, por lo que es un destino ideal para los amantes del senderismo.
Pliego ofrece un conjunto urbano de callejuelas estrechas y empedradas, al abrigo de una antigua fortaleza islámica. En sus cercanías se encuentra el yacimiento de la Almoloya, uno de los enclaves argáricos más importantes de Europa.
Con una arraigada tradición vinícola, en Bullas no podía faltar un Museo del Vino y rutas por bodegas familiares. Además, cuenta con uno de los ‘monumentos naturales’ de la Región: el Salto del Usero.
A casi 1.200 metros de altitud, la pequeña localidad de El Calar de la Santa, en Moratalla, ofrece un espectáculo natural único: la floración del espliego, que cada vez se deja ver más por redes sociales, tiñe de morado los campos de su entorno y deja un aroma embriagador.
Espliego ecológico en Zaén. / Ana Martínez
Alejado del bullicio y envuelto por montañas, Benizar conserva un ambiente sereno y hospitalario. En sus alrededores se pueden visitar restos de fortalezas y disfrutar de rutas senderistas.
El casco antiguo de Cehegín, declarado conjunto histórico-artístico, es uno de los mejor conservados de la Región. Iglesias, casas señoriales y plazas empedradas configuran un recorrido donde el tiempo parece detenido.
Ricote es uno de los pueblos que mejor conserva la huella morisca del valle que lleva su nombre, con casas encaladas, cultivos en bancales y el río Segura a sus pies.
Sede de la Fundación Pedro Cano, Blanca combina arte contemporáneo con tradición. Su entorno natural, entre sierras y el cauce del río, es perfecto para deportes de aventura como el descenso en kayak.
La Zarza, en Abanilla, es un rincón fronterizo con la provincia de Alicante que guarda una de las postales más singulares: un desierto de tonos ocres que contrasta con los verdes oasis de palmeras y cultivos que recuerda a escenarios del viejo oeste.