Desestiba y estiba en el Servicio Canario de Salud

Las tardes de la primera jornada plenaria suelen ser más tranquilas, pero en la era Astrid Pérez conviene no fiarse. Para empezar el particular estilo de gestión de la presidenta, y el gamberrismo un punto desidioso de los grupos parlamentarios, casi han acabado con los plenos tranquilos. Ocurre algo muy sencillo y ya comentado aquí: la debilidad de la presidencia, aliada con su tradicional despiste, da alas a los grupos y acaba teniendo efectos indeseables. El cronista está seguro que pocos lo crearán, pero en los dos últimos años muchos diputados -en algunas ocasiones la mayoría- solo tenían una idea muy vaga de lo que estaban votando. A fuerza de atender bien, mal o regular los anhelos de unos y otros, se reajustan como en el reloj del Sombrero Loco las comparecencias, las interpelaciones y las proposiciones de ley, y el orden del día queda irreconocible. En general para entender las votaciones sobre las proposiciones no de ley -desmenuzadas para que todo el mundo pueda pronunciarse desde el preámbulo hasta la última frase-, o te encomiendas a la Virgen más cercana -siempre hay alguna por ahí subiendo o bajando- o te aprendes el Tractatus logico-philosophicus de Wittgenstein.

Fuente