Los concejales José Luis Moreno y Paula Llobet con los primeros asistentes a la «Ruta Hemingway». / L-EMV
Hace exactamente cien años, un joven Ernest Hemingway llegó por primera vez a València. Aunque su nombre todavía no resonaba en las tertulias literarias de entonces, el periodista estadounidense ya tomaba notas febriles de su experiencia en España, semillas que germinarían poco después en su célebre novela Fiesta (The Sun Also Rises). La popular vitalidad de las calles de la ciudad y su cercanía al mundo taurino, cautivó al autor por el resto de su vida.
El Ayuntamiento aprovecha, muy bien, la efeméride creando la «Ruta Hemingway». Con dos itinerarios, uno por Ciutat Vella donde el Premio Nobel se contagió del ambiente intelectual de la época, y el segundo por los poblados marítimos. Es sabido el componente hedonista que acompañó a Hemingway, pero no fue un visitante espontáneo. València siempre ha sido una ciudad de acento literario. Si recurrir al Segle d’Or, Antonio Machado también recorrió sus calles, dejando constancia de su complicidad por la ciudad, que definió como “una patria de acogida para la poesía comprometida”.
El momento culmen fue el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en 1937, cuando València era capital de la República. En medio de los bombardeos, nombres como Pablo Neruda, César Vallejo, Octavio Paz, André Malraux, Rafael Alberti o Iliá Ehrenburg se reunieron aquí en un encuentro único donde la literatura y la libertad compartieron trinchera contra el fascismo. València ofreció entonces no solo sus teatros y ateneos, sino su espíritu solidario y resistente, como plataforma de expresión cultural.
El Cap i Casal ha seguido siendo punto de encuentro de letras libres desde las primeras ediciones de la Feria del Libro, que este año ha celebrado sus sesenta cumpleaños, hasta los actuales premios literarios, festivales poéticos y su actividad editorial. Un siglo después de la primera visita de Hemingway, València sigue mirando a la literatura como parte esencial de su personalidad. El recuerdo de aquel joven estadounidense escribiendo sus primeras impresiones sobre España se une a una tradición que va mucho más allá de los libros: la de una metrópolis abierta, dialogante y profundamente literaria.