Al periodista, al despedir el día, se le pregunta dónde duerme y responde que en una ciudad con un río y una avenida dedicada al Mariscal Foch, que por el caso habría sido igual si hubiese citado los nombres de De Gaulle, Gambetta o Lafayette, que hasta da nombre a una de las cadenas de grandes almacenes más conocidas de Francia.
El nombre de De Gaulle, casi siempre, equivale a la principal plaza del centro de la ciudad, aunque muchas veces los vecinos la conozcan por otro nombre y no por tirria a uno de los grandes héroes franceses sino por la costumbre de citarla como se había llamado toda la vida hasta que la bautizaron en honor del general de los generales del país.
Los grandes ríos
A muchos ríos los denominan en femenino y no hay gran ciudad que no sea regada por el Sena, el Loira, el Garona, que nace en el Vall d’Aran, o el Ródano, sinónimo, a la vez, de grandes vinos, en color tinto o rosado principalmente.
A quien nunca haya visitado Francia o simplemente conozca París, que no es lo mismo, le sorprenderá la cantidad de agua que llevan los ríos franceses, sean los principales o los afluentes, que cambian de color en los Alpes. Son lugares donde muchos habitantes aprovechan para refrescarse, en improvisadas playas, ahora que el calor agota en el principal mes de vacaciones que dispone el país. Esta es la razón por la que el Tour se disputa en julio y no en agosto, o en otro mes del año.
El cambio climático
Ya hay algunas alertas preocupantes y que hablan de que por culpa del cambio climático en algunas décadas comenzará a ser complicado que los ciclistas puedan soportar las altas temperaturas que habrá en Francia, sobre todo en el sur, o lo que es lo mismo, en los territorios vecinos con el norte de España.
De momento hay que acostumbrarse a admirar los ríos y las catedrales; esta es otra, el pueblo más pequeño tiene una catedral y las grandes capitales presumen siempre de que la suya es la mejor de Francia, que generalmente iluminan con música y sonido todas las noches de verano, esté o no el Tour entre los deberes de la ciudad.
Desbordados por el Tour
La llegada del Tour, o mejor dicho de los admiradores de la carrera, lo transforma todo, como se vio el sábado por la noche en Bagnères de Luchon donde se hablaba más catalán y castellano que francés, con las antenas de la telefonía móvil desbordadas por tantas llamadas a la vez y con los bares abiertos hasta pasada la medianoche, como si se tratase de cualquier pequeño pueblo en fiesta mayor en el otro lado de los Pirineos. Los camareros de los restaurantes apuntaban en una libreta el orden de entrega de mesas, con varios turnos, aunque ya en algunos establecimientos comunicaban que no habían comprado suficiente género, que estaban desbordados y que no podían atender a la clientela.
Y es que este año se han sobrepasado todos los límites en los Pirineos, con más gente que otras veces y con muchos vecinos llegados desde el lado sur de la frontera entre los que no quisieron perderse alguna de las tres etapas del Tour programadas en la cordillera.
Llegada a Carcasona
Así, que de repente, el Tour cambió de destino y en vez de un río buscó el Canal del Midi para acercarse hasta Carcasona, una ciudad que ya de por sí, cualquier mes de julio, exhibe el cartel de que no caben más turistas paseando por el interior de su famosa Cité medieval, declarada patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y cuya imponente imagen volvió a dar la vuelta al mundo gracias a la televisión francesa que acostumbra, mientras pedalean los ciclistas, a mostrar los monumentos del país y con ellos esos ríos por donde siempre baja mucha agua cerca de ciudades con avenidas Foch, Gambetta, Lafayette o una plaza en honor a Charles de Gaulle.
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