Javier (nombre ficticio) es un hombre de 33 años con acondroplasia (enanismo) que trabaja en la noche desde que tiene 20 años. Al ser contactado telefónicamente por EL PERIÓDICO, declina de inmediato dar la entrevista y pide: «Por favor, no digáis que hemos hablado, que no salga por ninguna parte mi nombre ni el lugar donde trabajo. Tengo miedo a que me denuncien y me quede en paro». Es una constante. Tres de las cuatro personas con acondroplasia contactadas por este diario para llevar a cabo este reportaje no se han prestado a participar. Al menos de forma pública. Aceptan hablar fuera de cámara, pero no a ceder fotos o a que se utilice su nombre real. Y mucho menos a que se revele su lugar de trabajo.
Los cuatro han trabajado casi toda su vida en la noche. Espectáculos de discotecas o pubs. Animación, bailes o striptease. El mismo perfil que los que contrató el futbolista del FC Barcelona Lamine Yamal para la fiesta de su 18 cumpleaños. Ha sido esa circunstancia la que ha vuelto a poner a las personas con enanismo en el foco mediático.
«Yo hago un espectáculo cómico y la gente se ríe conmigo, como se reiría con cualquier cómico sin acondroplasia»
Ahora, el futbolista se enfrenta a posibles sanciones económicas que van de los 600.000 al millón de euros. El motivo es que podría haber incurrido en un delito que vulnera la Ley General de Personas con Discapacidad. La disposición adicional decimotercera de dicha ley señala que «quedan prohibidos los espectáculos o actividades recreativas en que se use a personas con discapacidad o esta circunstancia para suscitar la burla, la mofa o la irrisión del público de modo contrario al respeto debido a la dignidad humana». Aún se desconocen los entresijos de lo acontecido en aquella fiesta, pero el asunto ya ha escalado al Gobierno: el Ministerio de Derechos Sociales ha pedido a la Fiscalía, al Defensor del Pueblo y a la Oficina de Lucha contra los Delitos de Odio que investiguen si en dicho festejo se vulneró esa ley.
«Para este fin de semana tenía un bolo contratado: una fiesta de cumpleaños privada en el reservado de una discoteca. El lunes me llamó el chaval para decirme que lo anulaba porque le daba miedo que le metiesen medio millón de euros de multa», nos cuenta por teléfono Sergio (nombre ficticio), uno de los testimonios que trabaja en el mundo de la noche por la Costa del Sol y que tampoco ha consentido dar su nombre o imagen.
«Es una mier**. Yo solamente sé hacer esto. Siempre me ha ganado muy bien la vida. Y esa ley nos discrimina. No nos han preguntado a nosotros. Lo único que hace es impedirnos trabajar en un determinado sector. Ya trabajamos a escondidas porque nos da miedo que nos denuncien. O me escondo para trabajar o me voy a morir de hambre, porque tampoco es que nos den soluciones. Nos ofrecen 700 euros. ¿Cómo voy a vivir yo con eso?», cuenta a sus 38 años, casado y con una hija.
La interpretación de la ley
Pero, ¿tienen realmente prohibido las personas con enanismo trabajar en el mundo del espectáculo? ¿qué dice exactamente esa ley? Se trata de una disposición adicional de la Ley General de las Personas con Discapacidad aprobada en mayo de 2003 y dice lo siguiente: «Quedan prohibidos los espectáculos o actividades recreativas en que se use a personas con discapacidad o esta circunstancia para suscitar la burla, la mofa o la irrisión del público de modo contrario al respeto debido a la dignidad humana».
Es la interpretación de la norma la que pone a estos trabajadores en jaque: «¿Dónde está la burla o la mofa en mi espectáculo cómico? Porque yo hago un espectáculo cómico y la gente se ríe conmigo, como se reiría con cualquier cómico sin acondroplasia. Para eso se supone que está un cómico, ¿no? Para hacer reir». Es el argumento de Juan Torres, más conocido como Misterpeke. Es el único que ha aceptado dar su nombre.
«Llevo 30 años trabajando y sé lo que tengo que hacer. Las asociaciones que dicen representarnos no lo hacen. Ellos no nos representan, pero hablan en nuestro nombre. Y no deberían. Tengo voz propia para decidir lo que hago con mi vida personal y profesional«, concluye.
Misterpeke durante una de sus actuaciones en discotecas y salas de fiesta / Cedida
Román es un empresario de Madrid que contrata este tipo de espectáculos. Y reconoce que «cada vez hay más miedo. Tanto entre la gente que los contrata como entre los propios artistas. Porque son artistas, aunque les fastidie a algunos. Y muchos con los que trabajo me dicen que antes hacían espectáculos de calle. Nada raro, cosas aptas para todos los públicos, shows para niños. Pues ahora se esconden; ya no hacen nada en la calle por si los denuncian. Sería humillante, además de discriminatorio», acaba.
EL PERIÓDICO también se ha puesto en contacto con ALPE, la mayor fundación de personas con acondroplasia de España. Su patrono y asesor, el abogado gijonés Felipe Orviz (también afectado de acondroplasia), ha declinado hablar con los medios hasta que pase la vorágine: «Estamos a la espera de conocer los pronunciamientos de las posibles denuncias que se han presentado. Lo único que podemos decir es que no nos gusta el circo mediático que se ha montado con esta polémica».
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