La Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó en septiembre de 2023, de que el fenómeno conocido como El Niño podría elevar las temperaturas globales hasta 1,5°C, agravando olas de calor y sequías. Este evento, junto a su contraparte La Niña, que ha vuelto este año, forma parte de un ciclo natural llamado El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), clave en el clima planetario. Pero, ¿qué son exactamente estos fenómenos y por qué su impacto es tan profundo?
El ENSO es un patrón climático que alterna entre dos fases: El Niño (calentamiento del Pacífico tropical) y La Niña (enfriamiento). Su nombre se remonta a pescadores peruanos del siglo XIX, quienes notaron aguas inusualmente cálidas cerca de Navidad y lo relacionaron con el ‘Niño Jesús’.
Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos, El Niño ocurre cuando las temperaturas superficiales del Pacífico central y oriental superan +0,5°C por varios meses, debilitando los vientos alisios. Por el contrario, La Niña surge cuando esas aguas se enfrían (-0,5°C), con vientos alisios más fuertes. Ambos alteran la circulación atmosférica global, desencadenando efectos en cascada.
En condiciones normales, los vientos alisios arrastran aguas cálidas hacia el Pacífico occidental, permitiendo que aguas frías emerjan (afloramiento) cerca de Sudamérica, nutriendo ecosistemas marinos. «Es como un balancín: cuando los vientos se debilitan (El Niño), el agua cálida retrocede hacia América, inhibiendo el afloramiento. En La Niña, el balancín se inclina más hacia Asia», explica Michelle L’Heureux, climatóloga de la NOAA.
El Niño y La Niña. / NOAA
Este intercambio modifica la Circulación de Walker, un sistema de corrientes de aire que regula las lluvias tropicales. Durante El Niño, la convección (formación de nubes y tormentas) se desplaza al centro-este del Pacífico, mientras que en La Niña se intensifica en el oeste de ese océano.
Efectos regionales
Los impactos varían según la fase del ENSO:
América del Sur
El Niño: provoca lluvias torrenciales en Perú y Ecuador. En 2017, inundaciones en Perú dejaron 118 muertos y daños por valor de más de 2.600 millones de euros. Simultáneamente, el noreste de Brasil y el Amazonas sufren sequías. «El Niño acentúa la deforestación, pues la falta de lluvias facilita los incendios», advierte el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil.
La Niña: incrementa las precipitaciones en el norte de Brasil y el Río de la Plata, pero reduce las lluvias en los Andes.
Norteamérica
El Niño: genera inviernos húmedos en el sur de Estados Unidos. y más suaves en Canadá. «En 2016, El Niño ayudó a mitigar la sequía en California», recuerda el Servicio Meteorológico Nacional de Estados Unidos. Sin embargo, reduce los huracanes en el Atlántico al aumentar la cizalladura del viento.
La Niña: favorece inviernos fríos en el noroeste y sequías en el suroeste. En 2020, coincidiendo con La Niña, el Atlántico registró 30 tormentas tropicales, un récord histórico.
Asia y Australia
El Niño: asocia con monzones débiles en India y sequías en Indonesia y Australia. Los incendios forestales de Australia en 2019-2020, que quemaron 24 millones de hectáreas, se vincularon a este fenómeno.
La Niña: intensifica lluvias en el sudeste asiático. En 2022, Pakistán enfrentó inundaciones históricas que afectaron a 33 millones de personas, exacerbadas por La Niña.
África
El Niño: aumenta la aridez en el sur (Zimbabue, Sudáfrica) y el Cuerno de África. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2016, 40 millones de personas en África oriental requirieron ayuda alimentaria por sequías ligadas a El Niño.
La Niña: mejora las lluvias en el este africano, pero puede causar inundaciones.

Incendio forestal en Australia en julio de 2020. / Agencias
Consecuencias globales
Agricultura y pesca: El Niño reduce la productividad de cultivos como el café en Brasil o el arroz en Filipinas. En 1997, el colapso de la anchoveta peruana (especie clave para la harina de pescado) dejó pérdidas de 1.700 millones de euros. La Niña, en cambio, revitaliza estas pesquerías.
Salud pública: las inundaciones propagan enfermedades hídricas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1998, el cólera en Perú aumentó un 30% tras El Niño. Las sequías, por otro lado, elevan la malnutrición.
Biodiversidad: el calentamiento durante El Niño blanquea corales, como en la Gran Barrera de Coral (2016). La Niña beneficia a especies como el atún, que migra hacia aguas más frías.
Economía global: un informe del Banco Mundial estima que El Niño 1997-1998 costó 81.500 millones de euros en daños. Los precios de commodities como el cacao o el azúcar suelen volátiles durante estos eventos.
Aunque el ENSO es natural, el cambio climático podría modular su intensidad. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) señaló en su informe de 2021 que es probable que la variabilidad del ENSO se amplifique, «con eventos extremos más frecuentes». Sin embargo, aún hay incertidumbre. «No sabemos si habrá más (número de) Niños o Niñas, pero sí que sus impactos serán más severos por el aumento del nivel del mar y las temperaturas«, advierte José Marengo, climatólogo brasileño.

Distribución de las temperaturas oceánicas. / NOAA
Actualmente, agencias como la NOAA monitorean el ENSO con boyas oceánicas y satélites, mejorando predicciones con hasta nueve meses de antelación. Para los gobiernos, este conocimiento es vital: permite activar protocolos ante inundaciones, almacenar alimentos o gestionar recursos hídricos.»Entender El Niño y La Niña no es solo ciencia: es un instrumento para salvar vidas«, resume Petteri Taalas, secretario general de la OMM.