En nuestra historia, el abuso del privilegio –disfrazado de perdones, amnistías, cupos y conciertos– sigue lastrando, con perseverancia, la igualdad, al aventajar a unos en detrimento de otros.
La «financiación singular»
Esa pretensión busca más financiación y fragmentar la Administración Tributaria para disponer de «las llaves de la caja». Es otra cesión de soberanía, esta vez fiscal, que vulnera la equidad territorial, la igualdad tributaria y el principio democrático.
Inspirado en los conciertos vasco y navarro –blindados por la Constitución– el acuerdo Gobierno-Generalitat dinamita la cohesión del Estado. Aumentar la financiación catalana implica que otros contribuyentes asuman el coste vía impuestos o recortes.
Aunque se maquille con circunloquios el concierto da continuidad a una deriva: indultar primero, amnistiar después, suprimir la sedición y rebajar la malversación…
A quienes –adeptos a la secesión– sostienen al Gobierno, esta entrega allana la construcción de estructuras de Estado. Primero fue el relato, luego la impunidad. Ahora, el dinero. Mañana, la justicia.
El Gobierno consiente que una de las regiones más ricas de España se autodetermine en un ámbito exclusivo del Estado. La promesa de que todos ganan es un artificio: lo singular no puede universalizar sin dejar de serlo. Es como si el Presupuesto funcionara por sortilegio.
El cupo es un privilegio sin precedentes, aspiración a una Hacienda privativa que recaude todo y aporte al Estado solo por los servicios no transferidos. Es incongruente que quien más tiene aporte menos. Un fenómeno que rompe la igualdad.
La igualdad ante la ley es esencial en democracia. La Constitución la proclama, pero los hechos la desmienten. Basta observar quién paga impuestos, quién los reparte, y quién los elude, para sospechar que la equidad tributaria es un consuelo para ingenuos.
Tocqueville escribió que «La igualdad es una pasión que arrastra incluso a los pueblos que no son libres». En España, ni libres del chantaje ni iguales ante el fisco.
Los territorios con privilegio por gracia recaudan con deleite, pagan al Estado un cupo–simbólico y negociado– y se reservan el derecho a decidir cuanto y cómo contribuir. Si alguien sugiere revisar el modelo, alzan la ceja. Todo en nombre de una tradición elevada a dogma constitucional.
Europa mira…y calla
Tal vez Europa no entienda el cupo. «Spain is different». La UE se basa en: la no discriminación y la transparencia fiscal. Aunque el concierto vasco se declaró compatible con el mercado único, siguen sin respuesta cuestiones clave:
¿Es compatible el cupo con el Derecho de la UE?
¿Puede un Estado permitir competencia fiscal entre regiones?
¿Dos empresas iguales pueden pagar impuestos muy distintos solo por su ubicación?
¿Encaja el concierto con la armonización fiscal europea?
El problema no es si el concierto es legal –que lo es– sino si es justo. ¿Puede una democracia fiscal moderna tolerar paraísos interiores bajo el embozo del autogobierno?
La fiscalidad no es solo contabilidad: es moral y política. No puede haber lealtad si unos pagan por ley y otros por pacto. Lo que está en juego es si el Estado puede seguir consintiendo privilegios vintage en un sistema que presume de modernidad.
Cupo catalán: privilegio blindado
Ajeno a la Constitución, el «cupo catalán» pretende tener Hacienda propia. Vuelven los adjetivos: ni constitucional, ni generalizable, ni federal. La idea de que lo singular pueda ser universal es una trampa saducea.
No hay federalismo cuando se impone un modelo confederal que destruye la solidaridad. No hay transparencia en un sistema bilateral. Tampoco hay mercado único si las condiciones fiscales son desiguales.
Corresponderá al Tribunal Constitucional y al TJUE decidir si este blindaje amenaza la democracia fiscal. Y a España plantearse si las comunidades autónomas deben estar protegidas del poder o sometidas a él.
El régimen de cupo, negociado bilateralmente, suscita preguntas incómodas:
¿Es transparente y auditable el cálculo del cupo?
¿Compiten en igualdad de condiciones las empresas radicadas en Cataluña con las del resto de España?
¿No rompe la unidad de mercado permitir regímenes fiscales autonómicos que funcionan como paraísos legales?
Una parte de las pensiones se paga con impuestos (40.000 millones) procedentes del régimen común. En el caso vasco, su déficit (5.000 millones) triplica el cupo «oficial», mal calculado y demasiado bajo. La magia del privilegio.
Por encima de lo ideológico, confluyen los intereses minoritarios de quienes buscan destruir el modelo de convivencia con los que solo desean vivir de su arbitrariedad. Rara vez coincidieron tanto el poder y la sumisión.
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