«El centro de la pista estaba tomado por criaturas que no parecían seguir ninguna regla», afirma al principio de ‘Superestar’ (Netflix, viernes, día 18), en un programa al estilo ‘Salvados’, un trasunto de Xavier Sardà llamado Joaquín Sardana. El veterano ‘entertainer’, al que da vida el propio creador y codirector de la serie, Nacho Vigalondo, se refiere a aquellos salvajes primeros dosmil en que personajes como Tamara, Leonardo Dantés o Tony Genil se adueñaron del ‘prime time’ y el imaginario colectivo en España. Vigalondo revisita esta época desde la fantasía en una serie inspirada e inclasificable de la que Claudia Costafreda (‘Cardo’) dirige la mitad de los capítulos; «y no los siento más lejos que los míos», dice el autor de ‘Los Cronocrímenes’.
¿Cómo surge la idea de retratar a Tamara, o mejor dicho, el tamarismo? Porque Tamara es el centro de una constelación de personajes.
Los Javis, o Suma Content, vinieron con esa propuesta. Me preguntaron cómo haría una serie con este tema. Siempre tuve claro que no quería plantear algo que fuera un punto intermedio entre lo que albergo, digamos, aunque suene pomposo, y lo que doy por hecho que puede esperar una televisión. Si empiezas a pensar en esos términos, ‘game over’. Llevo ya tiempo sin negociar de antemano, aunque tenga que padecer después las consecuencias. Y creo que va bien, creo que funciona.
¿Hablaría de Tamara, Leonardo Dantés o Arlekin como personajes infravalorados, o simplificados bajo el paraguas de lo friki? ¿Qué dimensión quería darles?
La dimensión que le doy a cualquier personaje con el que llevo adelante una ficción. No puedes hacer ficción siendo condescendiente o despectivo con los personajes con los que trabajas, a no ser que estés haciendo ‘Aterriza como puedas’. No existe nadie sobre la faz de la Tierra que no merezca ser ficción. A partir de esa idea, me meto dentro de ellos e intento comprenderles y fantasear junto a ellos, que es lo que merece todo personaje.
¿Cómo se investiga para una serie como esta? ¿Hay viejas ediciones de ‘Pronto’ en las hemerotecas? ¿Es fácil recuperar programas de ‘Crónicas marcianas’?
Hubo un esfuerzo de documentación, como es habitual en estos casos. Hubo gente buscando documentos y haciéndonos a otros el trabajo fácil a la hora de encontrar fuentes de inspiración. Hemos rascado en la medida de lo posible, pero no con intención de completar un ejercicio documental ni ninguna clase de puzle. Simplemente, cuanto más material tuviésemos con el que jugar, mejor. Era como sumar platos al banquete.
Más una búsqueda de inspiración que un intento de resolver cualquier enigma.
Claro, además… Usted piense que hemos entrevistado ex profeso a todos los implicados, pero las historias que cuentan no encajan entre ellas. Por suerte, en nuestra serie tampoco buscábamos que los episodios encajaran entre ellos. Con lo cual, miel sobre hojuelas.
La serie tiene el punto de comedia ‘trash’, un poco John Waters, por momentos, pero también tiene un punto alucinado y lunático que la conecta directamente con ‘Twin Peaks: The return’. ¿Se dejó empapar de ese espíritu de Lynch última época, de genio desatado sin nada que perder?
Todas las obras merecen querer ser la última. Porque así no condicionas tu discurso a la posibilidad de obtener ciertos beneficios posteriores. No le puedo decir que haya tenido ‘Twin Peaks 3’ como si fuera una Enciclopedia Espasa, ahí a mano, al lado. Pero teniéndola tan fresca, tan reciente, y siendo para mí el mejor objeto que se ha apropiado del lenguaje audiovisual en la historia de la humanidad, debe haber un momento en que su espíritu ayuda a calibrar las libertades que tienes a mano. Yo me sentiría avergonzado si la serie no exhibiera la libertad que se me ha concedido, o que han ganado Los Javis para mí. Si no se notara eso en la serie, me sentiría un traidor.
En esta serie hace de un trasunto claro de Xavier Sardà (desdoblado, por otro lado, en narrador introductorio a lo Rod Serling, o Balbín o Garci, si quiere). Y en ‘El otro lado’ era un presentador muy Iker Jiménez. Además, fue presentador de ‘Los felices veinte’. ¿De dónde viene esa fascinación suya por la figura del ‘entertainer’ televisivo?
No lo sé, no lo sé. La vida me ha llevado por ahí. ‘Los felices veinte’ era un rincón donde yo era feliz. Feliz y sano. Por primera vez en mi vida había un ejercicio físico e intelectual constante. Cuando volvía a casa me sentía como un miembro de la Liga de la Justicia. De haberse prolongado aquello, no habría echado de menos el cine. Para mí hacer de Sardà era, sobre todo, una excusa para volver a divertirme con [los colaboradores del programa] Aníbal Gómez y Paula Púa. Sabía que si los convertía en Boris Izaguirre y Rocío Madrid, el tono que la serie necesitaba se iba a alcanzar en cero coma. Íbamos a estar ahí disfrutando. Y así fue.
Yo me sentiría avergonzado si la serie no exhibiera la libertad que se me ha concedido, o que han ganado Los Javis para mí
¿Cómo se complementa con Claudia Costafreda? ¿Qué trae ella al proyecto que no traiga usted?
Si vieras los capítulos sin nuestros nombres puestos ahí, igual no sabrías decir de quién es cada uno. En lugar de haber dos hemisferios, es como si hubiera seis directores, uno por capítulo. Cada uno debía tener un halo de independencia respecto al resto, aunque en unos casos sea más nítido que en otros. Me resulta muy gracioso que el capítulo más lynchiano sea el tercero, el de la ‘Carretera podrida’, y que no lo haya hecho yo, sino Claudia. Creo, además, que es mejor que no lo haga yo, porque eso sería como recalentar el cocido.
Últimamente tenemos a Vigalondo por todas partes. Hace poco se estrenaba en cines ‘Daniela forever’, ahora llega ‘Superestar’, en septiembre lo hará su documental sobre el videojuego español ‘Tribute’… ¿Cómo se ha dado esta ubicuidad?
Es curioso tener autorías simultáneas. Para mí la película y la serie son completamente continuistas. Estoy satisfecho con mi búsqueda como director. Sin ser un cineasta validado por la taquilla ni los premios, poder no solo sobrevivir, sino poder afilar el discurso, es algo que me parece un lujo. Y un privilegio que no puedo dejar de agradecer. No lo doy por sentado ni asumo que ha de ser así porque lo merezco.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Tengo una cosa de la que no puedo hablar y, además de esto, me gustaría mucho volver a trabajar con Berto Romero en su serie [‘El otro lado’], algo que para mí no está por debajo del cine.
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