Suena la música en las calles de Toulouse. No circula un coche por el centro, metros y metros de vallas, llega el Tour y es imposible no enterarse. La ciudad goza de cierta tranquilidad. No se oye un ruido de motor. Todo parece en calma, como si la capital occitana quisiera anunciar la llegada de los Pirineos antes de tiempo.
Toulouse se matrimonia con el Tour el mismo día en el que Miguel Induráin cumple 61 años, por siempre el más grande entre los ciclistas españoles que se han lucido en la ronda francesa. Escenificaba otra época de ciclismo, un líder que como un rey generoso repartía parte de su botín entre los súbditos: a él, prácticamente, ya le bastaba con llegar de amarillo a París y que el resto se repartiera las etapas. De paso, con el gesto, se ganaba el respeto y las ayudas para su equipo más allá del Tour y en otras carreras del calendario.
Aficionados extranjeros
Ahora uno piensa en lo aburridos que debieron resultar aquellos Tour para todos los que no disfrutaban de Induráin, sobre todo aficionados extranjeros. De antemano sabían que el campeón navarro controlaría en la montaña y luego ejecutaría a todos los contrincantes al son de las contrarrelojes, en unos tiempos en los que este tipo de etapas superaban los 50 kilómetros de recorrido. Ciertamente, la estructura actual en las grandes vueltas no jugaría favor del ciclista de Villava.
Induráin creció en el Tour poco a poco. No llegó de golpe como Tadej Pogacar para ganar la prueba en la primera experiencia. Miguel corrió con paciencia y hasta se le recuerda en su estreno francés, cuando abandonó, llevando en la mochila los carretes de las fotos que le había hecho un diario de Pamplona para que pudieran revelarse al llegar a España.
Inimaginable, ahora
Algo así ahora sería inimaginable. Nadie vería a Pogacar dejando el Tour y llevando la documentación gráfica a los enviados especiales de Eslovenia, los que lo siguen a todas partes compartiendo atenciones con Primoz Roglic, su compatriota.
Los inicios de Induráin representaron una época del Tour en la que todavía sonaban las máquinas portátiles de escribir en las salas de prensa, donde funcionaban los faxes para pasar las crónicas que muchas veces, ante las dificultades de comunicación, se dictaban de buena voz. Ahora, con todos los recursos, con la compañía imprescindible de internet, trabajar en las condiciones del pasado resultaría impensable.
El Tour avanza poco a poco
Este año los enviados especiales han ganado una batalla al Tour, sobre todo a la compañía encargada de las comunicaciones. Después de años cobrando precios altísimos por disponer de internet han ofrecido el servicio de forma gratuita y, la verdad, funciona igual de bien como cuando había que pagar una pasta y dejar la tarjeta de crédito ardiendo.
Son pequeñas victorias para un Tour que avanza poco a poco y que ahora se acerca a los Pirineos mientras suena sosegada la música que ameniza en las calles de Toulouse antes de la llegada del pelotón. El Tour entrará a los Pirineos donde Induráin consiguió las dos únicas victorias en etapas de montaña, primero en Cauterets (1989) y luego en Luz Ardiden (1990), un año antes de que empezase a dominar la prueba. En este 2025 se cumple el 30º aniversario de su última victoria en París que ya llegó con teléfonos móviles y los primeros conatos de internet. En 1996 se torció el asunto y ya nada volvió a ser igual hasta la aparición de Alberto Contador.
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