Memoria y fiesta se dan la mano estos días en Orihuela para celebrar la reconquista de la ciudad con unas celebraciones que son de Interés Turístico Nacional y que aspiran a subir un peldaño más hasta el reconocimiento internacional. Cinco días ininterrumpidos de Moros y Cristianos que tras la Ofrenda de Flores del domingo, que dejó una media luna y una cruz repletas con los ramos de las comparsas embajadoras, blanco para los J’Alhamed y rojo para los Contrabandistas, en la puerta principal de la catedral, le tocó el turno este lunes a la pólvora. Los arcabuces, los estruendos y el fuego tomaron las calles oriolanas en la tradicional Guerrilla que recrea la refriega entre los dos bandos por retener el castillo.
Este año 134 tiradores, perfectamente caracterizados, arrancaron con un kilo de pólvora por cabeza, superando los 118 y los 125 kilos de 2023 y 2024. Como novedad, la guerrilla la encabezó una comitiva compuesta por los cargos festeros y miembros de la junta directiva central de la Asociación escoltada por tiradores de todas las comparsas participantes y un ballet, luciéndose incluso en un directo del programa de TVE Aquí la tierra.
La Toma del Castillo
Los comparsistas alzaron los cañones al vuelo, se coordinaron para lanzar salvas conjuntas de artillería y hasta se pegaron carreras durante todo un espectáculo de arcabucería que comenzó en el Paseo Calvo Sotelo, recorriendo las calles Ballesteros Villanueva, Alfonso XIII, Loaces, Puente de Levante, Calderón de la Barca y San Gregorio, para terminar en la Glorieta de Gabriel Miró, donde se escenificó la Toma del Castillo por el Bando Moro con la lectura de los parlamentos escritos por Joaquín Mas Nieves y la tradicional representación de La puerta de la traición, de Atanasio Die, a cargo de Teatro Expresión, que celebra sus 50 años de historia.
Basándose en la leyenda de la Armengola, que encarna Ana Belén Navarro, participan los embajadores de 2024 -José Francisco Rocamora (Negros Egipcios) y Francisco Ruiz (Seguidores de Arún y Ruidoms)- y los de este año: Francisco Javier López Fabregat, de los Moros J’Alhamed, y Vicente Calderón Muñoz, de Contrabandistas.
Después, el Alcaide del Castillo, Juan Carlos Sola Leyva, se dirigió al público expresando que ser festero es algo más que desfiles, pólvora, música y trajes. En otros tiempos, recordó, esta figuraba la encarnaba aquel que protegía las murallas de Orihuela, velando por la seguridad de sus vecinos, y quien conocía cada rincón del castillo, con el deber de defenderlo a cualquier precio y frente a cualquier amenaza.
Hoy, sin murallas físicas, habló como guardián y custodio de unas tradiciones y una identidad que es la esencia misma de las fiestas de Moros y Cristianos: «Una herencia colectiva que hemos recibido de generaciones anteriores y que ahora nos toca proteger, cuidar y engrandecer», dijo un emocionado Sola Leyva, que dio sus primeros pasos en la fiesta siendo un niño en la comparsa de los Infantes de Aragón y siguió hace más de tres décadas en los Moros Beduinos Bedawies.
«La figura del Alcaide no defiende ya un castillo de piedra… pero sí defiende una fortaleza mucho más importante: la fortaleza de nuestra identidad como pueblo, como ciudad y como festeros«, prosiguió, para concluir con una petición: «Sigamos transmitiendo a los más jóvenes ese espíritu de hermandad. No olvidemos nunca que lo importante no es cuánto brillan los trajes, ni cuánto suena la pólvora… sino cuánto late el corazón de cada festero en cada paso, en cada nota de música y en cada abrazo después de una entrada».
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