“Habrá que plantearse el realojo de la población asentada en las áreas de mayor inundabilidad, porque cuando venga la siguiente dana, el movimiento de la población se convertirá en una desbandada”. Es el pronóstico de la decana del Colegio Oficial de Biólogos de la Comunitat Valenciana, María Diago, que ha presentado este lunes el informe que el órgano colegiado ha elaborado de cara a la “regeneración” tras la dana del pasado 29 de octubre. Hablan de regeneración y no de reconstrucción porque es un concepto que “implica recuperar lo perdido, cómo no, aportar las cosas necesarias que no estaban hechas, pero también la deconstrucción de todo lo que no es mantenible”, según Diago. Y entre esas dinámicas “no mantenibles” está la de construir en zona inundable.
María Diago pone como ejemplo el parque de Canterería en Ontinyent, surgido de la demolición de las casas de un barrio inundable, constantemente amenazado por las crecidas del río Clariano. “Al lado de la rambla había casas, que se desalojaron, a cuyos vecinos se reubicó en una zona segura y en cuyo lugar se diseñó un parque que eleva la calidad de vida del municipio”, ha explicado Diago. El Colegio de Biólogos está representado en el comité de personas expertas para la reconstrucción que dirige el comisionado del Gobierno para la reconstrucción, José María Ángel, quien, de hecho, ha acudido a la presentación del informe.
La mayor parte de las 30 medidas propuestas por los biólogos valencianos van en la línea del decrecimiento o, al menos, del “desarrollo” y no del “crecimiento”. “Es de obligada reflexión preguntarnos si, dentro de este marco de cambio climático, nosotros podemos hacer algo en relación a lo que sí podemos controlar, que es nuestro modelo de desarrollo”, ha dicho la decana. El crecimiento descontrolado, “el mero crecimiento de por sí”, ha denunciado, “nos conduce a artefactos y monstruos”. “Cuando no se controla el mecanismo tope de la división celular aparecen los cánceres”, ha ejemplificado. Por eso, cree que hacen falta medidas valientes, y que es mejor tomarlas ahora. “Es el momento de planteárselo ahora que estamos en un estado de relativa normalidad, mejor que cuando ocurra la siguiente catástrofe”, ha añadido.
La decana del Colegio de Biólogos de la Comunitat Valenciana, María Diago, durante la presentación / Redacción Levante-EMV
La “obra dura” hidráulica como última opción
En este sentido, los biólogos apuestan por considerar las infraestructuras hidráulicas como “la última de las opciones a elegir a la hora de afrontar una problemática inundatoria”. En su lugar, cree que se debería apostar por “intervenciones extrahidráulicas” o incluso “transhidrológicas”, es decir, las que tienen que ver con otros aspectos biológicos, sociales o económicos más allá de la mera infraestructura. Diago es consciente de que ese posicionamiento “es lo más difícil de explicar sin que se vea como una cortapisa a ese crecimiento”, y sabe que la “obra dura”, como la construcción de diques o canalizaciones “da una sensación de seguridad”. “Pero tenemos que pensar en si realmente es necesario hacer infraestructura, en cómo deben ser las infraestructuras y en si serán capaces de protegernos” , ha destacado.
Muchas de las propuestas, además, tienen que ver con los entornos de los cauces, sobre todo con las zonas de aguas arriba. Por ejemplo, se propone la recuperación de la cubierta vegetal en áreas forestales, además de la reforestación de todos los terrenos de las vertientes de las cuencas abandonados por el cultivo, o la reintroducción del paisaje arbóreo tradicional del secano valenciano -especies como el algarrobo, el olivo y el almendro- que son especialmente importantes para moderar la escorrentía y la erosión.
Transporte y replanteamiento del urbanismo
Además, apuestan por reacondicionar bancales y terrazas, reparando sus desperfectos y plantándolos con variedades arbóreas o arbustivas, la reinstauración de la vegetación propia de riberas fluviales y ramblas por su papel de frenado de la velocidad del agua y favorecimiento de la sedimentación y, sobre todo, el restablecimiento de la red de drenaje natural.
Diago ha considerado, además, que se deberá “replantear la movilidad y el transporte en general”, y eso incluye la relocalización de las infraestructuras de transporte que no sea factible remodelar y que tengan “un notable efecto barrera”. Lo mismo con los servicios públicos imprescindibles (emergencias, bomberos, policía o centros sanitarios) para evitar que potenciales próximas riadas los inutilicen cuando más necesarios son. Y la decana de los biólogos ha incidido en la urgencia de replantear el modelo urbanístico de la ocupación actual del suelo en zonas inundables. “Unos meses antes de la dana un montón de ayuntamientos se preguntaban qué era eso de que no les dejaban edificar en zonas inundables”, ha recordado. Y luego, la catástrofe.
“Cada km² recibió 7.000 toneladas de cemento”
“Todo lo que pasa en esa cuenca, todo el territorio donde cae ese agua, funciona como una sola unidad y, para su buen funcionamiento, todos los elementos que la componen tienen que estar alineados”, ha subrayado María Diago. Es decir, que para entender lo que ocurrió el día de la dana aguas abajo -los muertos, los destrozos- hay que entender qué pasaba aguas arriba. Y lo que pasaba aguas arriba, era, en general, el predominio de masas forestales o de parcelas dedicadas a la producción agrícola o ganadera “abandonadas en gran parte”. Por su parte, aguas abajo, donde la función principal de los cauces es de zona de amortiguación de impactos y de infiltración de las aguas, esa extensión “está toda impermeabilizada”.
“Pensemos que durante 20 años se depositaron en cada kilómetro cuadrado unas 3.500 toneladas de cemento pero, como la mitad del terreno es forestal y agropecuario, calculamos que cada kilómetro cuadrado recibió 7.000 toneladas de cemento: eso no hay territorio que lo aguante”, ha concluido.
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