Por carriles bici, a través de Francia, anda la cosa. Y es que buena parte de las principales ciudades del país comienzan a adquirir el tono deseado, circular pedaleando, mientras los coches ven limitados los dominios que tenían hasta ahora. En un año, del Tour de 2024 al de 2025, el crecimiento es espectacular, quizá también porque en esta edición se está durmiendo mucho más en localidades importantes que en pequeños pueblos como acostumbraba a ocurrir los últimos años.
El Tour 2025 no sale de Francia, no hay visitas al extranjero, después de varios años no se atraviesa ninguna frontera internacional, aunque en el inicio de Lille se rodó muy cerca de Bélgica. Se guarda toda la energía foránea para la salida desde Barcelona, el arranque de 2026, para que la capital catalana también pueda presumir de carriles bici.
Ventilación urbana
En Francia se empiezan a dar cuenta de que las ciudades necesitan ventilación, por decirlo de alguna manera, que el coche, tan necesario en otros menesteres, puede quedar perfectamente estacionado en un garaje, que hay que andar y, sobre todo, que, en la mayoría de las calles, cuando no queda otro remedio que ir motorizado, hay que circular a 30 por hora.
El tema, al contrario de lo que sucedía hace unos años, ya no va de ideología, ya no empieza a ser necesario ver la ficha de la alcaldesa o alcalde de turno para admirar los carriles bici y comprobar cómo se va poniendo coto a los vehículos contaminantes.
Al sur de los Pirineos todavía hay ayuntamientos a los que les cuesta mucho digerir el tema de la bicicleta, hasta el punto de que hace dos años, si hubo cambio político en algunas ciudades, comenzaron a salir los vehículos pesados y los trabajadores municipales cumplieron las órdenes de retirar algunos carriles-bici y dejar paso libre a los coches: ciudades como Valladolid, Elche o Logroño fueron un claro ejemplo, incluso bajo el riesgo de perder ayudas comunitarias.
Metros y tranvías
Lille, Dunkerque, Rouen, Caen, Rennes o la ciudad de Le Mans, que ahora está levantada en obras, apuestan por la bicicleta. Allí es donde ha dormido buena parte de la caravana del Tour durante la primera semana de competición. Bastaba un paseo matutino o vespertino para percatarse del cambio de imagen de unas ciudades que hace unos cuantos años todavía eran un semillero de coches. En Lille, en Rouen y en Rennes, además, circulan metros y tranvías, los cascos viejos son un recinto exclusivo para los peatones y las largas avenidas están siendo decoradas con carriles-bici que la gente utiliza siguiendo el ejemplo de París como herencia de los Juegos Olímpicos.
Todavía queda mucho por hacer, como en España, aún hay que convencer a muchos municipios, pero el país que presume de organizar la mejor carrera ciclista del mundo, la que mueve molinos, la que desplaza a miles de personas durante 21 días de competición, ya se organiza en carriles-bici, mientras decora de amarillo a pueblos y pequeñas ciudades para celebrar como una fiesta el paso del Tour.
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