El desalojo de la librería 80 Mundos en Alicante no es solo una tragedia cultural: es el reflejo de un modelo urbano fallido, sostenido por la pasividad —o complicidad— de las administraciones públicas. El Ayuntamiento concede licencias turísticas como si los barrios fueran parques temáticos. La Generalitat guarda silencio ante la desaparición de espacios culturales. Y el Estado permite que una ley como la de Arrendamientos Urbanos trate a una librería con 40 años de historia como si fuera una franquicia sin arraigo.
¿De qué sirve presumir de ciudad cultural si no se protege a quienes la construyen día a día? ¿Cómo puede la Ley de Propiedad Horizontal permitir que se transformen edificios enteros en hoteles encubiertos, desplazando vecinos y negocios sin defensa posible?
Cada nivel de gobierno tiene herramientas: catálogos de protección, ordenanzas, regulación del alquiler, reformas legales. Lo que falta es voluntad política. Especialmente para actualizar leyes como la nefasta LAU, que no ofrece estabilidad ni a arrendatarios responsables de locales comerciales ni —mucho menos— a quienes alquilan una vivienda para vivir, en un contexto social ya crítico.
80 Mundos no es un caso aislado. Mañana será otra librería, un cine, una tienda histórica. Lo que se pierde no es solo comercio: es el alma de nuestras ciudades. La ciudadanía lo entiende. ¿Y los gobiernos?