En «su otra vida», como llaman sus hijos a cuando no se dedicaba a la comedia, Roberto Moldavsky (1962) tenía un negocio de abrigos en el Once, el barrio judío de Buenos Aires. «Era una persona graciosa para mis amigos, pero gratis, no cobraba entrada para hacer reír. Y por esos devenires de la vida hice un curso de stand up, como para hacer algo que me sacara un poco de la locura del comercio». Una cosa llevó a la otra, y comenzó a realizar bolos, y le fue a ver gente de la tele, y así hace que hace cinco o seis años Gustavo Yankelevich, uno de los productores más importantes de su país, le propuso trabajar con él: «Esto tiene que ser popular. Vamos a la calle Corrientes», la gran avenida de Buenos Aires, donde se ubican los teatros más importantes. Hoy, Moldavsky es uno de los cómicos más reconocidos de su país.
«Acá me tienen de viejo, llenando desde entonces todas las funciones y viajando por Argentina y por el mundo. Es casi un mensaje para esa gente que tiene 50 años y dice, bueno, yo hubiera querido cantar, bailar… Yo siempre digo, hazlo. No sé dónde te va a llevar, pero hay que hacerlo por uno mismo», explica a El Independiente antes del estreno de Lo mejor de mí, el espectáculo de comedia con el que este lunes 23 de octubre llega al Teatro Alcázar de Madrid. Lo hará pocas horas después de que su país vote en la primera vuelta de las presidenciales, con Javier Milei como gran y controvertida novedad y muchas papeletas para llegar a la Casa Rosada, quién sabe si a la primera.
Pregunta.- Debuta en Madrid al día siguiente de las elecciones en su país. Buena parte de los espectadores serán compatriotas, así que esperarán que usted se manifieste al respecto.
Respuesta.- Yo hago humor político en Argentina, todo un bloque de mi espectáculo es político. Acá, por supuesto, no lo puedo hacer igual, porque aunque saben algunas cosas no tienen toda la información. Me estoy estudiando la política de aquí, que tampoco es para festejar demasiado… Pero sí, voy a tener que decir algo. Lo que nos faltaba en Argentina era que un líder como Milei pueda ganar las elecciones. Cuando cosas así pasaban en otros lugares del mundo decías, «mirá, y la gente le vota», y no te lo podías creer. Bueno, pues ahora lo tenés en tu casa. Milei es como si viene un tío a hacer de Papá Noel en navidad, y todos le hacemos creer que es Santa Claus, y el tipo después se lo cree, ya no te lo puedes sacar, y quiere ciervos y todo. Lo que pasa es que este tipo de gente, cuando asume el poder, quiere los regalos de vuelta. A mí personalmente me da un poco de temor. Quizá sea una sorpresa positiva y estemos exagerándolo todo. Pero a priori, por las declaraciones de él y de la gente que le rodea, es por lo menos, llamativo.
Pregunta.- ¿Qué va a encontrarse el espectador de ‘Lo mejor de mí’?
Respuesta.- Se va a encontrar con que tengo una cámara puesta en su casa, que estoy mirando todo lo que hace. Y se va a encontrar con los codazos de su esposa que le va a decir, ahí estás tú. Y al revés. Se va a encontrar con muchos temas cotidianos que vivimos todos. El humor mío tiene mucho que ver con la identificación. Es un show muy familiar. En Argentina vienen muchos padres con sus hijos, seguramente porque los hijos quieren que los padres paguen la entrada, pero también porque abarcamos muchas cosas. Por una hora y algo nos vamos a olvidar de todo lo que pasa en el planeta. Ahora, salimos de ahí y está todo igual. Ese cambio yo no lo puedo producir.
P.- ¿Adapta el repertorio en función del país en el que actúa?
R.- Un día fui a ver al teatro a vuestro Santi Rodríguez y después de su show estuve charlando con él. Le dije, tengo que adaptar el espectáculo, qué hago, y él me respondió, si vas a venir aquí a decir gilipollas, no te necesitamos. Aquí necesitamos boludo, necesitamos el humor argentino. Y eso me abrió la cabeza para todas las giras posteriores. Obviamente que voy a intentar usar los términos que todo el mundo entienda, pero la base va a ser el show que yo hago en Buenos Aires.
P.- Norma Morandini escribía en agosto en nuestro periódico que muchos jóvenes argentinos están buscando familiares españoles debajo de las piedras para pedir la doble nacionalidad y buscar un futuro en Europa. Madrid está lleno de compatriotas suyos.
R.- El otro día bromeaba, con un amigo argentino que tengo acá, que si fuera posible me gustaría conocer a algún español, en la calle, donde sea, para que me cuente un poco de la cultura de aquí, porque solo escuchaba argentinos por todas partes. Hay un gran intercambio entre los dos países. En el show anterior lo decía, nosotros les enviamos a Les Luthiers, a Fito Páez, y ustedes nos han enviado a Serrat, a Sabina, a Sacristán y otros tantos actores increíbles… Locomía quizá no hacía falta en esta relación, ahí hay un punto a discutir.
P.- España siente cierta fascinación por los argentinos. Muchos admiramos esa desenvoltura que les permite abrirse paso casi inmediatamente aunque lleguen sin nada. No sé si es una cualidad nacional.
«Los argentinos que triunfan en el exterior, además de por su talento, lo hacen porque hemos vivido muchas cosas que o te matan o te hacen más fuerte»
R.- Argentina es un banco de pruebas muy exigente. Aquí, si este mes sube un uno por ciento la inflación es un lío, cuando nosotros podemos tener esa inflación en una semana o a veces en un día. Yo siempre digo que los argentinos triunfan en el exterior, aquellos que lo hacen, además de por su talento, porque hemos vivido muchas cosas. ¿Qué nos puede sorprender, con qué nos pueden asustar? A mí por lo menos, que he sido comerciante durante veinte años, nada puede asustarme demasiado.
P.- ¿Cómo era llevar un negocio en una coyuntura como la gran crisis de 2001?
R.- Ese día abrís el negocio a la mañana, después de que el banco decidió que se queda con tu dinero, y dices, ¿pero para qué lo estoy haciendo, por costumbre? Lo vas llevando, adaptándote a una nueva realidad. En un momento dado se crearon unas cuasi monedas en distintas provincias. En Buenos Aires había una que se llamaba el patacón. Recuerdo que una vez un cliente me dijo, «me parece que me diste un patacón falso», y yo le respondí, ¡pero si son todos falsos! Empezamos una vida casi de trueque entre todos. Y en ese momento fue una solución. Pero imagínate que aquí hay una crisis, que ojalá no ocurra, y además del euro empieza a aparecer una moneda aquí, otra en Barcelona… porque no hay dinero. Ese tipo de cosas o te matan o te hacen muy fuerte.
P.- ¿Qué opina de la propuesta de dolarización de Milei?
No soy un experto en economía, pero he tenido un comercio durante mucho tiempo y algo de números puedo entender. Y Argentina, que tiene una deuda de 50.000 millones con el FMI, no creo que tenga los dólares para afrontar esa dolarización. Hay un poco de desinformación. Mucha gente que gana mil pesos cree que va a ganar mil dólares, y no es así. Pero bueno, la economía en Argentina ha ido de fracaso en fracaso, así que quién sabe. Y no sé si Milei también dice esto como una simple forma de atraer votos.
P.- ¿Cree que el movimiento alrededor de Milei es una suerte de mutación del peronismo? ¿Cómo está esa gran fuerza social y política?
«El humor judío solo se ríe para dentro, y tenemos tanto material que no damos abasto para llegar a otros pueblos»
R.- En un show que hacía con mi hijo hace un par de años, él me decía que Argentina tiene que exportar al mundo lo único que tenemos nosotros y que en el resto del mundo no existe. Yo le preguntaba, ¿soja, carne? No: peronismo. Argentina es el único país que tiene un movimiento de ese tipo, lo que Perón llamaba una tercera posición, y que es de derecha a izquierda. Hay personas muy progresistas y personas muy de derechas. Es un partido que teóricamente está muy preocupado por los trabajadores, pero el Gobierno actual tiene la desgracia de que los salarios estén por los suelos, y eso es una contradicción. El peronismo es algo muy difícil, no recomiendo a nadie que intente entenderlo en cinco minutos. Yo he tenido que leer muchos libros para entender de qué se trata, de dónde viene, por qué tanta veneración hereditaria, qué pasa ahí. Perón era un personaje muy peculiar, porque tendía a la derecha, admiraba a Franco y a Mussolini, y está el episodio de los nazis que llegan a Argentina, pero nunca tuvo una actitud antisemita.
P.- ¿Hace chistes de gallegos [españoles]?
R.- No me río de otros pueblos, por principio. Sí de los judíos. Pero el chiste del coreano [nuestro chino] que está en el supermercado, el chiste del gallego… El humor judío solo se ríe para dentro, y tenemos tanto material que no damos abasto como para llegar a otros pueblos. Respeto a la gente que hace humor de todo tipo, pero hay una parte que se pone medio difusa cuando te metes con otros pueblos, cuando no se sabe bien la intención. Todas esas generalizaciones son peligrosas. A los que hacen chistes de coreanos yo siempre les digo lo mismo: yo te abro un supermercado en Corea, te lo lleno de mercadería, te lo doy todo. A ver cómo te arreglas con el idioma, con todo, como hacen ellos. No me da para reírme demasiado de eso.
P.- Mencionaba antes a su hijo, Eial, que ya se ha convertido en una figura por sí mismo gracias en parte a las redes, y con un perfil intelectual atípico.
R.- Sí, participa en la escritura del show, y hasta el año pasado en el show mismo, pero ahora sus múltiples ocupaciones se lo impiden. Claro, cuando yo era comerciante y él decidió estudiar Filosofía, la verdad es que fue un golpe. ¿Qué pasó? ¿En qué me equivoqué? ¿He sido un padre ausente? ¿Por qué me haces esto? Pero hoy es una felicidad enorme ver que con su carrera, que a priori no le iba a permitir ganarse la vida, ha logrado algo muy interesante en un lugar como las redes, donde en general no te piden pensamiento sino que hagas con el dedo así y escrolees. Pero él ha logrado que la gente se quede escuchando un pensamiento al menos un minuto. Y lo que le escriben, además de propuestas matrimoniales, tiene que ver casi siempre con lo que ha dicho. Las redes no te piden reflexionar, y él ha logrado que se hable de Rousseau, de Hannah Arendt, al menos un minuto, y siempre muy traído a lo cotidiano.
P.- Su perfil ha cruzado el charco y tiene muchos seguidores en España.
R.- Ayer caminando por la Gran Vía nos cruzamos con unas chicas y una dijo «¡Filosofía en un minuto!». Hay una creencia generalizada de que las nuevas generaciones no quieren pensar, no quieren leer. De hecho no lo hacen. Pero creo que tenemos que buscar la manera de demostrar que no es tan terrible leer un libro, o pensar en algo.
Víctima del atentado de la AMIA
El 18 de julio de 1994, un coche bomba estalló junto a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en lo que es considerado el mayor atentado fuera de Israel contra objetivos judíos desde la Segunda Guerra Mundial. Murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas. Perpetrado supuestamente por Hezbolá con apoyo logístico de Irán, después de casi treinta años, tres juicios y un fiscal, Alberto Nisman, asesinado tras acusar de encubrimiento a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, el caso sigue rodeado de siniestras incógnitas.
Roberto Moldavsky, miembro de la nutrida comunidad judía de Buenos Aires, fue víctima de aquel atentado. «Sucedió a cien metros de mi negocio. De hecho, los vidrios estallaron con la bomba. Llegamos rápidamente al lugar y nos dimos cuenta de lo que había pasado, que venía precedido de un atentado en la embajada de Israel unos años antes. En Argentina, desde la época de la dictadura, es muy común que tengan que ser los familiares quienes pidan justicia. Es una lucha muy difícil. Detrás de todos los crímenes sin resolver de Argentina hay familiares, gente normal y común de la calle como tú y como yo. Te conviertes en policía, en investigador y en abogado, tienes que empezar a entender un montón de vocabularios que te son ajenos… Hay un grupo al que yo pertenezco que está luchando para que se haga un juicio oral y para que se pueda acusar. Quizá no podemos llegar a los autores materiales, pero sí podemos llegar a a quienes encubrieron y a quienes no quisieron investigar, como el juez de la causa, que fue condenado. Algo se avanzó, pero se está muy lejos de la verdad y creo que no hay una voluntad política de ningún gobierno en los últimos años de resolverlo».