Si Asturias es «la Suiza de España», Navia debiera ser «la Baviera de Asturias». La locomotora naviega, como la alemana, acumula décadas liderando el desarrollo social y económico del Principado. Pero no solo eso: su actividad cultural o deportiva es deslumbrante. El medio centenar de entidades que aglutinan a los naviegos simboliza su extraordinaria pujanza. Van desde la música, las fiestas, el voluntariado, el arte o las letras hasta el deporte, en sus múltiples especialidades. Los jóvenes de Navia tienen donde elegir, pese a radicar en el medio rural y vivir alejados de las grandes urbes. Y todo como consecuencia del intenso desempeño del tejido empresarial y asociativo de su concejo, difícil de encontrar en cualquier otro lugar.
Por haber sabido congeniar una colosal vitalidad industrial o de servicios con un imparable dinamismo ciudadano, Navia merece el mayor de los reconocimientos. Representa el mejor espejo en el que Asturias, España y Europa pueden mirarse, al conjugar con maestría pasado y presente. Y hacerlo sin olvidar que el progreso no solo se mide en términos económicos o de emprendimiento, sino también de querencia hacia lo propio, como puede advertirse al recorrer despacio sus aldeas o sus rincones más pintorescos.
Como el río Meno hace en Baviera, el Navia riega con sus aguas unos valles de acuarela, en los que la huella humana solo ha servido para respetarlos y engrandecerlos. Remontar sus meandros permite comprobar que la verdadera protección ambiental es aquella en la que los recursos naturales se expresan por sí mismos, configurando unos paisajes de belleza estremecedora.
Navia y su concejo confirman que la prosperidad no es ninguna quimera si se aman a unas raíces y se rema en una misma dirección. Así lo hacen día tras día las numerosas empresas y encomiables colectivos que suelen unirse en beneficio naviego, apasionados por su tierra y sus entrañables gentes, siempre guiadas por la discreción y la sana ambición en lo que se refiere al bienestar común.
El modelo socioeconómico de Navia y su comarca, sin duda, debiera extenderse para demostrar que la solidaridad no es ninguna palabra hueca, sino una fraternidad que funciona a las mil maravillas cuando se tienen claros los objetivos. Y los de Navia consisten en crecer sin parar en cualquier ámbito, como ha cristalizado en los últimos tiempos a través de interminables éxitos materiales e inmateriales.
Ese liderazgo, aunque sea coral, lo han acompañado desde hace veinte años unos responsables municipales sensatos, como en Baviera lo hacen desde 1946 los socialcristianos. De todas formas, apuesto a que el desacierto en la elección institucional hubiera permitido un futuro igual de halagüeño para Navia, aunque es de justicia admitir que en su espectacular despegue han contribuido las corporaciones que se han venido sentando en su consistorio.
El indiscutible empuje de Navia ha evaporado también los infértiles localismos. Trabajan en sus fábricas y establecimientos cientos de empleados de los municipios limítrofes y aún de más lejos, que han acabado forjando un hondo sentimiento de pertenencia compartido a sus pueblos de procedencia y a esta gran Baviera occidental.
Navia capitanea, en fin, todo lo bueno a lo que podemos aspirar: una sociedad muy viva en un entorno muy próspero. De ahí que debamos enorgullecernos de ella y exhibirla a los cuatro vientos como paradigma de lo que debe hacerse en una comunidad para conquistar el mañana. Los hechos y no palabras naviegos tendrían que ser propuestos como ejemplo en las escuelas de negocios y hasta en los colegios, y aplicarlos en aquellas zonas donde son necesarias fórmulas de éxito contrastadas, las que de verdad funcionan.
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